Que no pare la música

Canciones hechas a medida

Adriano Galante, el cantante del grupo Seward, ofrece sus servicios de compositor a la carta, como si se tratara de una tienda del barrio, en diálogo con el receptor y reivindicando la música como medio para construir vínculos

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Jordi Bianciotto

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De igual manera que el barrio provee a sus vecinos de la panadería o la lavandería, ¿por qué no una tienda de canciones? Para Adriano Galante debería ser lo más normal del mundo, y por eso ha puesto en marcha su servicio de tonadas a la carta: canciones para alegrarnos la vida, aliviar penas o acompañar momentos. Entendiendo la música como una expresión más coloquial, cotidiana, que la que nos pauta la industria del entretenimiento. Sí, quizá todo podría ser un poco más fácil. “Vas al tendero, le hablas de ti y le pides una canción como quien va al costurero a que le arregle un descosido”, resume con franca naturalidad este músico conocido por sus andanzas como cantante del grupo Seward (y del proyecto paralelo Cachete).

Me lo cuenta sentado frente a la playa de la Barceloneta, el barrio en el que vive desde el pasado invierno, donde ha descubierto “una manera de resistir muy interesante” (al turismo invasivo, a la igualación de modos de vida). El carácter del lugar se cuela en sus grabaciones: el rumor de fondo del mar, el graznido de las aves y las charlas a pie de calle. La Barceloneta inspira porque “no le han robado el alma”, sostiene Adriano, madrileño pasado por León que en el 2004 llegó a Catalunya para quedarse. “Tras unas épocas en que viajaba mucho, ahora ya siento que esta es mi casa”.

Más allá del 'yo-yo-yo'

Habiendo echado raíces, es natural que le diera vueltas a una idea de la canción como servicio a la comunidad, más aún desde que el covid-19 forzara a los artistas a estimular la imaginación. Fue durante el confinamiento de primavera cuando Adriano pensó que el momento era apto para tratar de encauzar la música de un modo distinto, conversando con el receptor, “saliendo de la tendencia al yo-yo-yo”, dejando el ego en reposo y agudizando el oído para tratar de entender qué espera de la música cada uno de nosotros.

Así, moviendo su mostrador de ‘Canciones a medida’ por las redes y tirando del boca-oreja, llegó a su vera un padre de familia deseoso de una composición que insuflara ánimos a su esposa y sus dos hijas tras un período ingrato. “Quería algo alegre, quizá bailable”, explica Adriano, que le pidió audios con las voces de las niñas y acabó montando un temazo a partir de la frase “papá, ¿qué hay de postre?”. Grabado y producido, ha sido celebrado en casa como un ‘hit’.

Celebración y duelo

Fueron a él los padres del niño que cumplía un año, pidiéndole una canción “que pudiera tener para toda la vida”. Menuda responsabilidad. Salió de ahí una especie de nana balsámica, de tarareo sencillo, con un silbido juguetón. Y en contraste extremo, la pieza destinada a honrar al hijo fallecido en accidente. Esta es la que más le ha costado. Semanas de cavilaciones y de conversaciones delicadas con la madre, que confluyeron en “una composición más clásica y ambiental, como un sueño”.

Así surgen estas canciones, de la escucha atenta y del diálogo, dándoles un sentido muy preciso y utilizándolas para construir vínculos. Porque “la música es algo más que poner Spotify o ir a un festival una vez al año”, remarca Adriano Galante, que lleva muchos años defendiendo ese vuelo libre de notas y rimas más allá de las disqueras, el ‘business’ y el ‘big data’. Sin caer en el adanismo, es fácil detectar en la pandemia, aunque sea por necesidad, condiciones apropiadas para la experimentación. “Este es un momento de página en blanco”.

El músico de guardia

Un amigo diseñador le regaló una pegatina ovalada de esas que anuncian cerrajeros o fontaneros. ‘Adriano Galante. Canciones a medida’. Así se ve, reivindicando el oficio sin las distancias del artisteo y abierto al diálogo (también en el precio: “no tengo tarifas de industria, es un apoyo mutuo, lo hablamos y seguro que nos ponemos de acuerdo”).

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