QUE NO PARE LA MÚSICA

Todos deberíamos cantar más

Se abre paso otro modo de entender la música, despegado del 'show business' y atento a la memoria popular, trascendiendo los límites del escenario y de la sistematización del canto. Entre los artistas que la defienden destaca la mallorquina Joana Gomila.

Joana Gomila, en el claustro del antiguo monasterio de Sant Agustí.

Joana Gomila, en el claustro del antiguo monasterio de Sant Agustí. / JOAN CORTADELLAS

Jordi Bianciotto

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Joana Gomila le gustaba ir a dormir a casa de su abuela cuando era pequeña porque cada vez que iba aprendía una canción. No un éxito pop, sino un remoto romance o una tonada de trabajo. El folclorista Rafael Ginard hizo notar que los pájaros cantan en las ramas de los árboles porque “la sangre se lo pide”, no porque alguien vaya a escucharlos, y que cuando notan una presencia, callan y se esfuman. Sin llegar a ser así de huidizos, las personas hemos cantado también por instinto, y no solo como espectáculo, y cree Joana, joven artista mallorquina, que deberíamos congraciarnos con esa voz interior ahora que la música nos llega de un modo tan pautado, despegada de nuestras raíces y envuelta en celofán industrial.

Me ha costado unos días concretar la cita con ella porque se encontraba en la sierra de Tramuntana, en Mallorca, en un lugar sin cobertura. Cómo no. Ríe cuando comentamos que todavía hay parajes a los que no llegan los ‘whatsapps’, y por muchos años. Me subraya que no se considera una nostálgica ni una romántica ultramontana, si bien le apasiona indagar en torno a las canciones que han pasado de generación en generación y cuyo origen se pierde en la historia. Especular con quien juntó unas palabras por primera vez, comenzó a repetirlas y esbozó una melodía que terminaría convirtiéndose en “una cancioncilla”.

La música popular

Joana Gomila sostiene que hay una música popular de la que nos hemos desenganchado pero que está en nuestro subconsciente y que nos une, aunque esté cubierta por capas de pop, canciones del verano, rock’n’roll y reguetón. Y que no hace falta haberse graduado en el Liceu, como ella, para entonar una canción. Hay que quitarle hierro. Hoy se canta menos que antes porque acotamos ese acto a un espacio preciso, el escenario, y a unos roles encorsetados. “¡Todos deberíamos cantar y bailar más!”, exclama a modo de jovial reproche. Como hacían los campesinos de Mallorca que Alan Lomax grabó en los años 50 en las vibrantes, salvajes, tomas con las que hoy nos podemos deleitar en la web Cultural Equity: una barbaridad de tesoro documental, con cantos de todo el mundo capturados en vivo, deslizando matices que una partitura nunca podría recoger.

Hasta hace poco no solíamos hablar de estas otras maneras de entender la música, sin glamur, ni estrellato, ni producción en cadena. El mundo que inspiró las canciones para recoger almendras ya no existe, pero aún nos podemos reconocer en ellas y proyectarlas de otro modo. Gomila, que cantó y tocó el contrabajo cada noche en ‘Medea’, junto a Aitana Sánchez-Gijón, publicó en el 2016 un disco, ‘Folk souvenir’, cuyo título lo dice todo: la memoria del pueblo, ‘collage’ de cantos antiguos con aventurados tratamientos electrónicos.

Sí, ella va más allá del rescate y crea otra realidad con su canto abierto a la improvisación, que es un recurso que no inventó el jazz, sino que es de lo más mediterráneo. Reincide ahora con ‘Paradís’, aportando piezas propias y ocurrencias como la ‘Jota dels hereus’, lamento irónico sobre el triunfo del hormigón en S’Illot (Mallorca). Me canta con alegría y un pellizco de melisma esa letra llena de enclaves turísticos y firmas hoteleras: “Punta Reina, Esmeralda, Armadans, Gomila Park, Magaluf, Cala Deià, Saratoga Iberostar, Barceló y Sometimes”. Y logra que un catálogo de marcas suene poético.

Le gustan tanto Maria Bethânia, Meredith Monk, Kate Tempest, Rosalía o el Niño de Elche (a quien le gustaría conocer) como su casi anónima paisana Catalina Mateu, en su día grabada por Lomax, a la que buscó sin suerte: cuando dio con la pista, acababa de morir. Luchando contra el tiempo, la memoria y nuestra misma extinción, elabora Joana Gomila su música, y aunque venga de una isla, le gusta hablar de archipiélagos, agrupaciones de soledades que hacen del mundo un lugar más simpático. “Los otros”, afirma convencida, “no son el infierno, como decía Sartre, y para darnos cuenta basta con mirarnos a los ojos”.

Cita en el festival Tradicionàrius

El segundo disco de Joana Gomila, ‘Paradís’, saldrá el 6 de marzo, pero ya se venderán ejemplares en el concierto de presentación del 27 de febrero en el CAT, dentro del Tradicionàrius. Elaborado mano a mano con su cómplice Laia Vallès, lo ha producido Jaume Manresa, exteclista de Antònia Font, que firma las mezclas junto con el que fuera guitarrista de este grupo, Joan Miquel Oliver. En ‘Paradís’, su voz se asienta en sonidos de sintetizador, ‘vocoder’ (como el que su admirada Laurie Anderson utilizó en ‘O Superman’) y un instrumento de la India, el shruti, de la familia del armonio. Folk con vistas al futuro.