Que no pare la música

El poder de dejarnos sordos

El volumen de los conciertos de pop y rock tiende a ser cada vez más alto y el exceso es visto como una demostración de poder, con exponentes históricos como Kiss, grupo que ostenta el récord de decibelios y que será cabeza de cartel del Rock Fest Barcelon

Gene Simmons y Paul Stanley, en un concierto de Kiss en Calgary (Canadá).

Gene Simmons y Paul Stanley, en un concierto de Kiss en Calgary (Canadá). / ARCHIVO

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Es un eslogan esculpido en piedra en la cultura rock: “Para ser tocado al volumen máximo”, indicaba a pie de contraportada, traduciendo literalmente del inglés, la edición española del clásico elepé ‘The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars’, de David Bowie, en 1972. Sí, el rock’n’roll debía mover montañas, desafiar al sistema e incordiar al vecino de arriba, y todo ello solo era posible armando un follón de tres pares de narices. ¡Que se enteren de que el mundo está cambiando!

Pasados los años, se diría que el volumen alto es lo único que le ha quedado al rock para seguir siendo peligroso, pero en un sentido poco épico y más bien literal: acudiendo a ciertos conciertos uno puede terminar padeciendo serias deficiencias auditivas, no tan solo la sordera en sus distintos grados, sino también un amplio repertorio de funestas trastadas, como los acúfenos (o ‘tinnitus’), esos ruidos o zumbidos procesados por el cerebro que solo escucha el infeliz que los padece, y que pueden ser provocados (entre otros muchos motivos) por el trauma acústico. No es divertido. Una vez han llegado, es probable que se queden contigo para siempre. “La cura consiste en acostumbrarte a ellos”, me confesaba, encogiéndose de hombros, un guitarrista de rock con muchos decibelios sobre su conciencia.

Sonar cada vez más y más fuerte fue, a partir de los años 70, con la amplificación para estadios y grandes recintos, un indicador del poder de las estrellas del rock. Hasta se insinuaron competiciones entre bandas para ver cuál era capaz de atentar con mayor severidad contra los tímpanos de los fans. El ‘Libro Guinness’ entronizó sucesivamente a Deep Purple, The Who y Manowar como las más escandalosas, hasta que los editores suprimieron la categoría para no fomentar escaladas peligrosas. Eso ya fue en los 90. El último grupo que ha roto marcas es Kiss, uno de los cabezas de cartel del próximo Rock Fest Barcelona, que en el 2009 alcanzó una cifra extrema, 139 decibelios, en un concierto en Canadá.

Pero los excesos y fanfarronadas de ayer pueden ser el acúfeno de hoy, o la hipoacusia, o la pérdida de audición, u otras variantes poco simpáticas. Es así como músicos como Neil Young, Eric Clapton, Pete Townshend (The Who), Chris Martin (Coldplay) Anthony Kiedis (Red Hot Chili Peppers) sufren de esos pitidos o de esa marejada eterna que sale del fondo de sus cabezas. O cosas peores. Y Bono, que se refirió a su dolencia en una canción de U2, ‘Staring at the sun’: “Hay un insecto en tu oreja / aunque te rasques no se irá”. Y Brian Johnson, que por eso debió abandonar AC/DC. Y los hermanos Noel y Liam Gallagher (Oasis), que por fin tienen algo que les una.

No hay que echarle toda la culpa al rock’n’roll, porque hoy en día, los abusos con el volumen sonoro están en todas partes: en la música en directo de casi todos los géneros, y en los clubs y discotecas, y en las tiendas de ropa. Aturdir de ese modo al ciudadano es, por lo visto, una manera de transmitir vigor, de potenciar decisiones impulsivas e incitar al consumo. Escuchar música con auriculares a niveles desorbitados está a la orden del día, como nos indica la OMS.

Y hay avalanchas sonoras con fondo artístico: esos grupos experimentales que se acogen a la electricidad exponencial como una experiencia mística, buscando el colapso de los sentidos. Ahí está My Bloody Valentine, banda que en un Primavera Sound repartió tapones para los oídos a diestro y siniestro. Ahí, todos estábamos avisados. Peores son los conciertos de signo diverso, de estrellas comerciales y grupos pop no asociables a una idea de exceso, en los que, para transmitir potencia, éxito o prosperidad, se cruje al espectador: sobreproducciones inmisericordes, graves que te dejan temblando. Es una cuestión de salud pública de la que poco se habla. Todavía. Las advertencias suenan a melodía moralista para algunos valientes. Todo llegará. Ojalá no lo haga demasiado tarde.

Kiss, listo para gritar muy fuerte

La banda encabezada por Gene Simmons y Paul Stanley nos visitará este verano con un concierto en el parque de Can Zam, dentro del metalero Rock Fest Barcelona, evento de gran formato que tendrá lugar del 2 al 4 de julio. Kiss, grupo de récord en materia de desmadres sónicos, cuenta con canciones de títulos tan indicativos como ‘I love it loud’ (‘Me encanta al máximo volumen’) o ‘Shout it out loud’ (‘Grita fuerte’). En Santa Coloma de Gramenet, compartirá cartel con otras bandas habituadas a exhibir decibelios, como Judas Priest y Accept, así como la venerable institución del rock sureño Lynyrd Skynyrd.