ASUNTOS PROPIOS
Maixabel Lasa: "Encontrarte con tu victimario le sana a él y a ti"
La viuda de Juan María Jáuregui dialoga con uno de los etarras que mataron a su marido en el documental 'Zubiak'
Núria Navarro
Núria NavarroPeriodista
Núria Navarro
En 'Zubiak', el documental que Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanillas acaban de estrenar en el Festival de San Sebastián, aparece Maixabel Lasa (Legorreta, 1951) pochando pimientos para acolchar un bacalao. El comensal es Ibon Etxezarreta, uno de los tres miembros del 'comando Buruntza' de ETA que el 29 de julio del 2000 descerrajó dos tiros en la nuca a su esposo, Juan María Jáuregui, exgobernador civil de Guipúzcoa. Él trae el vino. Comen –poco– frente a frente.
–¿Qué opinaría su marido de la cita?
–Estaría orgulloso de mí. Creía, como yo, en la necesidad de dar segundas oportunidades.
–Cocinar para alguien denota afecto.
–Simboliza la imperiosa necesidad de crear puentes entre distintos. La persona que fue capaz de matar en el 2000 ya no está en esa tesitura.
–¿Cómo puede estar tan segura?
–Lo veo en sus ojos.
–¿Qué ve en ellos?
–Más serenidad. En el 2014, tras encontrarnos una primera vez con un mediador, vino al homenaje a mi marido en Legorreta con un ramo de 13 claveles rojos –"los años que han pasado desde que matamos a Juan Mari", dijo– y uno blanco, "el futuro". Lo descoloqué cuando me subí al coche para indicarle el camino al monolito. Su cara era la de alguien atemorizado. Él ha hecho un camino, y yo también.
–El suyo quizá es el más desconcertante.
–A mí me sorprende que sorprenda. Sé que a muchos les parece imposible, pero no están en mi pellejo.
–Es como si un superviviente de Auschwitz almorzara con un SS.
–Se han dado casos. Un encuentro restaurativo ayuda a cerrar heridas, a sanar. A la víctima, al victimario y a la sociedad también. Estamos viendo que el Gobierno de España no llega a acuerdos porque no hablan.
–¿O hablan de terrorismo a la ligera?
–El concepto de terrorismo se está banalizando. Los chavales de Alsasua, por ejemplo, tendrán responsabilidades, pero no de ese cariz. Si esa misma pelea hubiera pasado en Badajoz, no habría sido un 'ataque terrorista'. Y en el caso catalán, el Gobierno en funciones debería aclarar más las cosas porque puede echar más gasolina al fuego.
"Mi marido estaría orgulloso de mí."Mi marido estaría orgulloso de mí. También él creía en las segundas oportunidades"
–¿Cómo empezó usted a echar agua?
–Fue en el 2001, cuando el lendakari Ibarretxe me ofreció ponerme al frente de la Dirección de Víctimas del Terrorismo. Luego Ibon me contaría que cuando se enteró de que me iban a nombrar a mí, pensó: "¿Tiene que ser la mujer a quien yo hice daño?".
–Un pensamiento disonante.
–Por muy asesinos que fueran, tenían un corazón. No sabían quién era Juan Mari –su primera víctima mortal–, ni miraban las imágenes del daño que habían hecho. Ibon me explicó que cogió a los perros y se fue al monte a gritar.
–Primero aceptó un encuentro con Luis María Carrasco, otro de los tres etarras.
–En el 2011. Fui la primera víctima que se encontró con el victimario directo. Pasé casi tres horas hablando con él en Nanclares y salí de allí como si me hubieran quitado un peso de encima, como si levitara. Y a finales del 2012, Ibon me mandó una carta –que guardo– en la que reconocía el daño causado tanto a mí, como a las víctimas de otros tres asesinatos.
–¿Suficiente para verse?
–Nos hemos visto varias veces. Me invitó al estreno de la tercera parte de la trilogía teatral 'Rescoldos de paz y violencia' de María San Miguel. Y nos queda pendiente quedar con el hijo de Froilán Elespe, edil del PSOE de Lasarte asesinado en el 2001, para charlar en una terraza y que la gente nos vea.
–Incluso felicita a su madre por Navidades.
–La madre está agradecida. Desconocía la doble vida que llevaba su hijo; como la chica con la que se iba a casar una semana después de su detención. Ella también le ha dado una segunda oportunidad: es el padrino de su hija.
–Al menos, ni él ni Carrasco apretaron el gatillo.
–Ibon me dijo que era la tercera vez que intentaban matar a Juan Mari y que echaban a suertes quién disparaba. Le tocó a Patxi Makazaga, pero podía haber sido él. Saber que dos de las tres personas que mataron a Juan Mari están arrepentidas me reconforta. Son los mayores deslegitimadores de la violencia armada. Ningún dirigente político de la izquierda 'abertzale' ha sido capaz de reconocer lo que estos han reconocido.
–¿Qué hay de Makazaga?
–No sé dónde está. He preguntado en su pueblo, que está a 11 kilómetros del mío. Ibon me ha prometido enterarse dónde está e intentar convencerle de que haga algo parecido.
–¿Eso aquietaría definitivamente su espíritu?
–Sí. Creo en la justicia de lo reparable y en la memoria de lo irreparable.