Tensión en Asia
China ensaya el bloqueo militar de Taiwán tras la investidura de su presidente
Tsai Ing-wen: La tímida burócrata que colocó Taiwán en el mapa internacional
El nuevo presidente taiwanés exige a China que acaben las intimidaciones
China ha levantado de nuevo su teatrillo bélico sobre Taiwán porque le desagradó el discurso de su nuevo presidente. Durante dos días desplegará barcos y aviones alrededor de la isla para exteriorizar su rabieta e intentar convencer a Taipei de que controle su presunta pulsión secesionista. Son previsibles las condenas internacionales y los anuncios mediáticos de invasiones inminentes pero las maniobras sólo dejan una certeza: la falta de estrategia china hacia una isla cada día más alejada del continente.
Las tropas chinas han iniciado unos ejerciciops que están pensados como un "fuerte castigo hacia los actos separatistas" y una advertencia contra “las interferencias y provocaciones de las fuerzas externas”, según el Comando del Teatro Oriental de Operaciones del Ejército de Liberación Nacional. Las maniobras cuentan con la Armada, la fuerza aérea y misiles en proporciones no aclaradas. Su actividad se extenderá por el Estrecho de Formosa, un hilo de apenas 130 kilómetros que separa China de Taiwán, y áreas del norte, sur y oeste.
Suponen un ensayo del bloqueo integral de la isla que impida el auxilio externo. "Taiwán depende de las importaciones, en especial en su sector energético. Así que si queda cerrada, el colapso económico será inevitable”, ha opinado un analista militar chino en la televisión estatal. La presión sobre la sureña Kaohsiung, tercera ciudad de Taiwán y su principal puerto, impediría los abastecimientos, mientras las intervenciones en la costa oriental dificultarían la llegada de tropas estadounidenses. Esa es la teoría sobre una guerra que muy pocos taiwaneses creen posible, acostumbrados durante décadas al fragor de las amenazas y más inquietos por las tangibles sanciones económicas de Pekín que por sus misiles.
"Proteger la soberanía"
Taipei ha desplegado las fuerzas de tierra, mar y aire para “proteger la libertad, la democracia y la soberanía”, según su Ministerio de Defensa. El mayor riesgo es que la alta densidad de aviones y barcos en la zona desencadene un accidente que todos tratan de evitar. Estas maniobras militares eran una respuesta china excepcional hasta que la entonces presidenta la de Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitó la isla dos años atrás. Desde entonces las ha repetido Pekín, normalmente cuando los líderes taiwaneses recibían audiencia de políticos internacionales. El desencadenante esta vez ha sido el discurso de investidura de Lai Ching-té que China ha interpretado como un canto a la independencia.
En sus líneas maestras no se distanció de los de su predecesora, Tsai Ing-wen: pidió el fin de las intimidaciones chinas y subrayó la soberanía taiwanesa. Pero faltaron las alusiones al consenso de 1992 con las que Tsai endulzaba el mensaje: el acuerdo sobre la existencia de una sola China que permite las interpretaciones opuestas de Pekín y Taipei sobre qué China es esa. Bastó para que Pekín viera confirmados sus temores de que lidia con un independentista irredento.
Inflamados editoriales
No pareció China molesta el día posterior. La prensa nacional ignoró la investidura y apenas seis barcos y aviones chinos cruzaron la frontera oficiosa, según el recuento diario taiwanés. El cabreo emergió el segundo día a través de inflamados editoriales en todos los medios oficiales. Y el tercero, Pekín desplegó al Ejército.
Las elecciones de enero subrayaron el fracaso de la estrategia de China. Las había presentado como una alternativa entre “guerra y paz” y las ganó su candidato más odiado, corolario del autismo taiwanés a sus instrucciones. El partido más cercano a Pekín y antes hegemónico, el Kuomintang, no pudo aprovechar los ocho años de desgaste en el poder del Partido Democrático Progresista ni el desastre económico.
Durante décadas ha alternado Pekín las sanciones económicas, si gobernaban unos, con las prebendas, si lo hacían otros, esperando que la isla comprendiera que bajo su paraguas se vive mejor. La evolución es la contraria a la soñada y sólo una apuesta decidida por la seducción podría torcer la deriva a largo plazo. Los juegos militares certifican de nuevo que no encuentra salida China al laberinto taiwanés.
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