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Nakba: el plan israelí para expulsar a todos los palestinos de sus territorios

En el ensayo 'Gaza' (Catarata), que llega a las librerías la próxima semana, dos de los mayores expertos en Oriente Medio denuncian los planes de Netanyahu de llevar al extremo la "limpieza étnica" que Israel aplicó sobre los palestinos en 1948. En este adelanto editorial explican su tesis.

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Una chica camina entre las ruinas en Rafah, en la Franja de Gaza

Una chica camina entre las ruinas en Rafah, en la Franja de Gaza / MOHAMMED ABED / AFP

Ignacio Álvarez-Ossorio y José Abu-Tarbush

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Hay un axioma que se suele repetir, de manera recurrente, cuando se habla de Oriente Medio que dice que las guerras se saben cómo empiezan, pero no cómo acaban. En una región que se caracteriza por ser una de las más inestables del mundo, los ataques del 7 de octubre de 2023 contra territorio israelí fueron percibidos con una sensación de cambio de ciclo que el posterior asalto militar israelí contra la Franja de Gaza no hizo más que confirmar.

La operación 'Inundación de Al-Aqsa', que se saldó con el asesinato de 1.139 personas (766 civiles y 373 militares) y el secuestro de otros 254, marca un antes y un después en el conflicto palestino-israelí, cuyas implicaciones a largo alcance todavía están por vislumbrarse. No en vano, el primer ministro Benjamin Netanyahu considera que Israel está librando su “segunda guerra de la independencia”, lo que deja nítidamente claro su intención de aprovechar la actual coyuntura no solo para destruir a Hamás, sino también para imponer la soberanía israelí al conjunto del Eretz Israel, el territorio que se extiende entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, en coherencia con el ideario del gobernante Likud y de sus aliados de coalición.

El nivel de violencia empleado por Israel desde el 7 de octubre no es, en absoluto, comparable con el registrado en las cinco agresiones (2006, 2008-2009, 2012, 2014 y 2021) desarrolladas desde la entrada en el siglo XXI, todas con el supuesto objetivo de destruir a Hamás. Desde entonces, la Franja de Gaza sufre una verdadera guerra de destrucción que ha provocado, en sus primeros seis meses, 33.000 muertes y 75.000 heridos entre la población palestina, al menos un 70 por ciento de ellos mujeres y niños. La vida de los 2,3 millones de gazatíes pende de un hilo, puesto que la ocupación israelí está empleando el hambre y la sed como armas de guerra impidiendo la entrada de ayuda humanitaria, todo ello ante la absoluta indiferencia de la comunidad internacional.

Segunda Nakba

En la escena israelí no faltan las voces que abogan abiertamente por una segunda Nakba (en árabe, catástrofe), la limpieza étnica que se desarrolló entre 1947 y 1948 y que culminó con la destrucción de Palestina y la expulsión de, al menos, 750.000 de sus habitantes de sus hogares. Avi Dichter, exjefe de los servicios de inteligencia Shin Bet y actual ministro de Agricultura en el Gobierno de Netanyahu, el más extremista que ha tenido Israel en toda su historia, no ha tenido ningún reparo en anunciar, alto y claro, cuál es el objetivo final de la actual ofensiva: “Estamos desplegando la Nakba en Gaza: Gaza Nakba 2023. Así es como terminará”.

Isaac Kroizer, diputado del supremacista Poder Judío, fue aún más claro al afirmar: “La Franja de Gaza debe ser borrada del mapa para enviar un mensaje claro a nuestros enemigos”. Estas afirmaciones son un buen termómetro que refleja el estado de opinión de buena parte de la sociedad israelí, que considera que su ejército debería ser todavía más contundente en su campaña contra la Franja de Gaza.

La Franja de Gaza debe ser borrada del mapa para enviar un mensaje claro a nuestros enemigos

— Isaac Kroizer, diputado del partido supremacista Poder Judío

La respuesta israelí a los ataques coordinados por Hamás ha rebasado deliberadamente todas las proporciones y sujeciones normativas internacionales, con una evidente violación del derecho internacional humanitario y, en particular, del IV Convenio de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales, relativo a la protección de las personas civiles en tiempos de guerra. Su particular ensañamiento con la población civil palestina no es nuevo, ni tiene otra explicación que la sed de venganza, con la previa responsabilización y deshumanización de la población gazatí por parte de los responsables políticos y gubernamentales israelíes. 

El presidente de Israel, Isaac Herzog, consideró que “hay una nación entera que es responsable”, y su ministro de Defensa, Yoav Galant, definió a los palestinos como “animales humanos”. Estas declaraciones entroncan con la tradicional narrativa del colonizador sobre el colonizado, definido de manera inferior e infrahumana, y al que, mediante castigos colectivos extendidos al conjunto de la población civil, se hace pagar por las acciones de los movimientos de resistencia y las rebeliones anticoloniales.

Portada del libro 'Gaza'

Portada del libro 'Gaza' / .

Las acciones violentas de Hamás y los grupos afines fueron tachadas como terroristas y como crímenes de guerra, pero en ningún caso pueden justificar la posterior reacción israelí, que ha comportado la comisión de múltiples crímenes de guerra, de lesa humanidad y, posiblemente, también de genocidio. Por si quedara algún resquicio de duda respecto a sus bombardeos masivos e indiscriminados sobre civiles en un área tan densamente poblada como la Franja de Gaza, el sometimiento intencionado de la población civil a la hambruna y la enfermedad despeja cualquier sombra sobre las verdaderas intenciones de Israel que podrían llegar a constituir, tal y como ha constatado la Corte Internacional de Justicia, un acto de genocidio.

Ingeniería demográfica

Además de restituir su imagen de invulnerabilidad y su poder disuasorio con una exhibición de fuerza desproporcionada, todo indica que el actual Gobierno israelí, el más ultranacionalista, supremacista y colonialista en la historia de Israel, apuesta por llevar a cabo una obra de ingeniería demográfica con el desplazamiento forzado de la población palestina de partes significativas de Gaza en una clara operación de limpieza étnica.

Aunque por el momento dicha ofensiva se desarrolla en la Franja de Gaza, lo cierto es que tendrá un indudable impacto en Cisjordania, al señalar la suerte que pueden correr sus 3,25 millones de habitantes si no aceptan vivir confinados y doblegados en sus respectivas ciudades y aldeas, donde se concentra más del 90% de su población.

Esta sucesión de pequeños guetos y 'bantustanes', vigilados de manera permanente e incursionados periódicamente por el ejército de ocupación israelí, se articula a modo de un archipiélago de islotes, separados unos de otros, en medio de un mar colonial integrado por bloques de asentamientos, carreteras de circunvalación, áreas militares, muros de hormigón, vallas eléctricas y numerosos puestos de control israelíes, donde residen, en la actualidad, 800.000 colonos israelíes.

Si hasta ahora Israel aplicaba en los territorios palestinos ocupados el modelo de una cárcel al aire libre con dos vertientes, la de alta seguridad en Gaza y la de cierta autonomía en Cisjordania, con el fin de ese patrón en la Franja es muy probable que Israel cambie de paradigma con la exploración de otro prototipo, todavía incierto e imprevisible, para el resto de los territorios ocupados.

El actual Gobierno israelí, el más ultranacionalista, supremacista y colonialista en la historia de Israel, apuesta por llevar a cabo una obra de ingeniería demográfica con el desplazamiento forzado de la población palestina de partes significativas de Gaza en una clara operación de limpieza étnica.

En este mismo sentido, no deberían perderse de vista las repercusiones regionales, dada la manifiesta volatilidad de Oriente Medio, con sus respectivos vasos comunicantes entre sus diferentes actores y con crisis todavía abiertas o solo cerradas en falso. El temor a la propagación de la crisis de Gaza al conjunto de la región ha sido una de las principales preocupaciones de las cancillerías occidentales y, también, de los actores locales.

Si bien el intercambio de fuego entre Hezbolá e Israel se mantiene por debajo del umbral de una guerra, nada garantiza que no pueda desencadenar una confrontación a gran escala en los próximos meses. Tras el ataque contra el consulado iraní en Damasco el 1 de abril de 2024, el régimen iraní decidió lanzar un mensaje claro al Gobierno de Netanyahu por medio del lanzamiento masivo de drones y misiles sobre territorio israelí, lo que elevó el riesgo de un choque frontal entre ambos países.

Si algo ha quedado claro desde el 7 de octubre es la indiferencia de la comunidad internacional ante el descenso de la Franja de Gaza a los infiernos. A pesar del insoportable número de víctimas, Estados Unidos y la mayor parte de la Unión Europea han mantenido inquebrantable su respaldo incondicional hacia el Gobierno de Netanyahu, el más extremista de la historia de Israel. Esta connivencia de las principales potencias occidentales con Israel los convierte en corresponsables de sus crímenes de guerra y de lesa humanidad. Igualmente son cómplices en el genocidio en curso, tanto por la cobertura política, diplomática, militar, económica e, incluso, mediática que han otorgado a la agresión israelí como por no prevenirlo pudiendo hacerlo.

En una época de transición en la estructura de poder del sistema internacional, las grandes potencias occidentales no pueden seguir arrogándose del papel de defensores de los valores democráticos y los derechos humanos, ya que permiten su conculcación allí cuando conviene.

La matanza de Gaza ha puesto en evidencia al doble rasero de Estados Unidos y la Unión Europea en este sentido, ya que ambos condenaron tajantemente la invasión rusa de Ucrania y denunciaron su sistemática violación del derecho internacional y el derecho internacional humanitario imponiéndole sanciones draconianas. Todo lo contrario del trato que ha recibido Israel, al cual se le ha dado luz verde para destruir la Franja de Gaza y aniquilar a una parte significativa de su población. De ahí que todas las esperanzas se hayan depositado en el sur global con la demanda ejemplarizante de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia.

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