Relaciones geoestratégicas

La UE insta a China a abordar sus "diferencias y desequilibrios" en la cumbre en Pekín

Sigue la guerra de Gaza, al minuto

El presidente del Consejo de la UE, Charles Michel, el presidente chino Xi Jimping y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

El presidente del Consejo de la UE, Charles Michel, el presidente chino Xi Jimping y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La UE y China han celebrado su primera reunión presencial en cuatro años y esa es la noticia. Son un síntoma de estos tiempos convulsos los avisos previos a muchas cumbres de que no saldrán grandes avances y que no hay más misión que frenar el deterioro. Más síntomas: las conversaciones definidas como “francas, constructivas y abiertas”, el acuerdo de “mantener la estabilidad estratégica de las relaciones” y otros vacuos eufemismos. 

Desde que se vieron las caras por última vez, sin tecnología mediante, el mundo ha sufrido dos guerras y una pandemia. La virtual del pasado año fue desdeñada como un “diálogo de sordos” por Josep Borrell, jefe diplomático europeo. Ese es el contexto que revaloriza la maratón diplomática que hoy han protagonizado por un bando Borrell, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y por el otro Xi Jinping y Li Qiang, presidente y primer ministro, en la Casa de Huéspedes de Diaoyutai. 

No han salido grandes avances y ya veremos si Bruselas y Pekín recuperan una sintonía contra la que conspiran asuntos económicos y geopolíticos. Europa reprocha a China las barreras a su mercado que engordan un lacerante desequilibrio comercial y su neutralidad en Ucrania. Pekín le afea a Bruselas una hostilidad gratuita y sospechosamente alineada a Washington. Carecen de fácil solución esos desencuentros. 

Intereses comunes y diferencias

“China es el socio comercial más importante de la UE, pero hay claros desequilibrios y diferencias que debemos abordar”, ha aclarado Borrell. Los intereses coinciden en materias como la inteligencia artificial y la protección medioambiental, ha continuado, pero cuando difieren “necesitamos abordar y gestionar de forma responsable nuestras preocupaciones”. 

Xi ha respondido que la confrontación no es la solución y que una “percepción correcta” por ambas partes es necesaria, según la televisión pública. Su mensaje había sido más claro en la víspera: “No debemos vernos como rivales porque tengamos sistemas diferentes, ni rebajar la cooperación porque seamos competidores, ni enfrascarnos en una confrontación porque tengamos diferencias”.  

La UE es prioritaria para la diplomacia china. De Washington le separan problemas estructurales y ya ha asumido que las fricciones integran la nueva normalidad. No los tiene con Bruselas y todos los frenos en su ayuda a Moscú, a la que no ha enviado una cantimplora desde su invasión a Ucrania, buscan proteger sus vínculos. Le duele a Pekín que la otra parte no corresponda a su empeño. El gran acuerdo de inversiones bilaterales firmado tras una árida negociación ha sido enterrado y en Bruselas se imponen los halcones cercanos a Washington a las palomas que defienden una política independiente y equidistante. 

Choques comerciales

Los roces comerciales no son nuevos. Desde que China ingresó en la OMC, más de dos décadas atrás, la UE ha lamentado la protección china de sus sectores clave. Bruselas pretende unas “relaciones comerciales sostenibles, equilibradas y equitativas” que colisionan con un déficit de 400 mil millones de euros. La UE ha afilado el mensaje y dictado contramedidas en los últimos meses, quizá porque ha agotado su paciencia o quizá porque nunca había contado con tanto entusiasta de apretarle las tuercas a China. Europa ha advertido de que se defenderá si Pekín persevera en su autismo. 

China ve en la política europea de reducción de riesgos una versión light de la desconexión económica que piden los más inflamados de Washington. Para la UE es apenas una diversificación de suministros en sectores relevantes; para China, un intento de dinamitar los lazos comerciales. A Pekín le sorprende, además, que la UE llore por su desequilibrio comercial mientras estudia castigar la entrada de automóviles eléctricos chinos. Carece China de rival en una industria esencial para la transición energética. 

Pekín se ha esmerado en alisar el camino a la cumbre. La semana pasada eximió de visado a cinco países de la UE, España entre ellos, lo que generó el aplauso de su Cámara de Comercio. Los expertos prevén que aprobará en los próximos días alguna flexibilización, más cosmética que sustancial, para prorrogar la sintonía sin grandes sacrificios.