Escalada armamentística

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Lanzamiento del satélite Malligyong-1 desde la base de Tongchang-ri

Lanzamiento del satélite Malligyong-1 desde la base de Tongchang-ri / STR | AFP

Adrián Foncillas

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El satélite espía que Corea del Norte colocó en órbita anoche es un gran salto adelante de las capacidades militares del régimen de Kim Jong-un y subraya el vigor de su programa misilístico frente a sanciones y condenas internacionales. Las gélidas relaciones de Seúl y Washington con Pionyang anticipan un invierno intenso y hoy ya ha anunciado más lanzamientos para contrarrestar las “peligrosos maniobras militares del enemigo”.

El satélite mejorará desde el espacio las labores de vigilancia del espionaje tradicional, los radares y los piratas informáticos. También en un escenario de guerra podrá guiar ataques quirúrgicos contra Corea del Sur y Japón. Es el mayor logro norcoreano desde que años atrás perfeccionó sus misiles hasta poner a Estados Unidos a su alcance. El escepticismo es recomendable en la carrera militar norcoreana, trufada de reclamados éxitos que no lo fueron, pero la admisión del fracaso en los dos anteriores intentos concede credibilidad a este anuncio. Por ahora, sin embargo, ni Corea del Sur ni Japón ni Estados Unidos han confirmado aún que el satélite esté en órbita y recuerdan que son exigibles varias vueltas a la Tierra para cantar victoria. Seúl concluyó tras analizar los restos de un misil caído al océano en una tentativa anterior que, aunque hubiera alcanzado el espacio, no podría cumplir estimables misiones de vigilancia.

Carrera misilística

El satélite de reconocimiento Malligyong-1 fue lanzado con el cohete Chollima-1 desde la base de Tongchang-ri el martes a las 10.42 PM y se puso en órbita doce minutos después siguiendo el curso planeado, según la agencia oficial KCNA. Kim Jong-un supervisó la operación y felicitó a sus ingenieros. Corea del Norte ha defendido el lanzamiento como el ejercicio de su derecho legítimo a mejorar sus capacidades de autodefensa y avanzó que habrá más “en un corto espacio de tiempo”. Seúl, Tokyo y Washington han denunciado su enésima violación de las resoluciones de la ONU que le prohíben pruebas con misiles basilísticos.

No hay mucha diferencia entre la tecnología para poner un satélite en órbita y llevar una cabeza nuclear a la otra punta del mundo. El presunto éxito llega tras dos reveses en mayo y agosto. En el primero falló la fase intermedia de las tres de las que consta el vuelo; en el segundo, la última. El logro se explica por el proceso de prueba-error y enfatiza la necesidad de recuperar las negociaciones para la desnuclearización frente a los que defienden su inutilidad: la moratoria de lanzamientos detiene eficazmente el progreso de la carrera misilística por más trapacerías que encadene el régimen bajo la mesa.

Fortalecida alianza

El satélite espía integra el plan quinquenal que aprobó Kim Jong-un tras romperse las negociaciones con Donald Trump. El plan espacial supone, al igual que para otros países, un motivo de orgullo nacional. Los misiles hipersónicos y los submarinos con capacidad para lanzar cohetes son otros logros recientes de una maquinaria que avanza a pesar de la economía estrangulada por las sanciones internacionales.

Rusia le ha aliviado la angustia. Kim Jong-un y Vladimir Putin certificaron meses atrás la fortalecida alianza de dos países que comparten a Washington como enemigo. Moscú quiere armas y municiones para su campaña en Ucrania y a Pionyang le urgen alimentos y combustible. También, según los expertos, necesita la tecnología rusa para su programa militar. Es sintomático que haya conseguido colocar su satélite en órbita después de la reunión de sus líderes. Algunos expertos sostienen, sin embargo, que no ha pasado el suficiente tiempo para que Pionyang digiera los conocimientos rusos y recuerdan su destreza para empujar su programa militar en las peores condiciones