Entender más

Suecia, el paraíso europeo... de las bandas armadas

Cuatro explosiones en una hora en Suecia

La policía en el lugar de la explosión en Uppsala en la que murió una mujer

La policía en el lugar de la explosión en Uppsala en la que murió una mujer / Reuters

Marta López

Marta López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un paseo por el centro de Estocolmo en este cálido otoño también en el norte de Europa para nada hace pensar en lo que a diario revelan los informativos en televisión y la prensa: que Suecia y su turística capital sufren la tasa de homicidios con armas de fuego más alta de Europa. Las calles lucen limpias, con sus numerosos jardines de un verde radiante, su tráfico ordenado, sus terrazas llenas de gente, sus elegantes edificios y sus bonitas tiendas de diseño. La estampa del que durante décadas ha sido un país modélico y próspero, sigue siendo casi perfecta, pero se da de bruces desde hace meses con una realidad chocante: la de los tiroteos y explosiones casi cotidianas por una ola de violencia entre bandas que ha llevado al Gobierno a movilizar al Ejército para asistir a la policía

Con 12 muertes (entre ellas un menor de 13 años), el mes de septiembre ha sido el más violento desde 2019.  Tres de las víctimas en solo 24 horas provocaron una gran conmoción en el país y llevaron al primer ministro, Ulf Kristersson, a anunciar en un mensaje televisado el recurso a las Fuerzas Armadas como apoyo logístico a la policía en tareas de vigilancia y de análisis de explosivos y de datos, algo que ya había solicitado también la oposición socialdemócrata. Al más puro estilo mafioso, un joven de 18 años fue abatido la semana pasada en un suburbio del sur de Estocolmo junto a un campo de fútbol donde entrenaban unos niños. Horas más tarde, murió otro hombre y en la ciudad de universitaria de Uppsala una mujer de 25 años falleció mientras dormía por la explosión de una bomba que dañó cinco casas. Ella ni tan siquiera era el objetivo.

Patrulla policial en Jordbro tras un tiroteo con una vícitima mortal.

Patrulla policial en Jordbro tras un tiroteo con una vícitima mortal. / EFE /Peter Nilsson

El 'Pablo Escobar escandinavo'

Esta ola de criminalidad no es nueva en el país, pero se ha agravado en los últimos meses, y las autoridades policiales lo atribuyen a las represalias entre dos bandas criminales que se disputan el control del tráfico de drogas y buscan intimidar a sus rivales atacando en muchas ocasiones a sus familiares. Y la última escalada coincide además con un conflicto interno que afecta a la organización criminal  más importante del país, Foxtrot, red dirigida por un hombre sueco de origen iraní que se cree que reside ahora en Turquía, Rawa Majid, conocido como el ‘zorro kurdo’ y al que la prensa latinomericana ya ha bautizado como el ‘Pablo Escobar escandinavo’.

En lo que va de año, en Suecia ya han muerto 42 personas en más de 280 tiroteos y 130 explosiones, unas cifras solo superadas en el mundo por México entre los países que no están guerra, según 'Aftonbladet', el periódico más importante del país. El año pasado fueron 62 las víctimas en un total de 391 tiroteos y 90 explosiones. En el 2021 fueron 45.

La policía estima que unas 30.000 personas en el país están directamente o indirectamente vinculadas con el crimen organizado y que las bandas captan unos 1.000 nuevos miembros cada año. La violencia se ha extendido además desde los suburbios conflictivos de las grandes ciudades a localidades más pequeñas que antes apenas habían conocido la delincuencia en la tan civilizada Suecia.

Todo el país

“Un fenómeno que al principio se limitaba a zonas de Estocolmo, Malmö o Gotemburgo se ha ido extendiendo a núcleos más pequeños y ahora prácticamente no hay ninguna zona que escape a la influencia de las bandas”, afirma en declaraciones a EL PERIÓDICO, Hugo Kaaman, investigador y analista que a través de la cuenta de X @crimeswedish rastrea todos los actos violentos que ocurren en el país nórdico.

“Suecia nunca antes ha conocido una situación así. Ningún país en Europa ha conocido una situación así, señaló el primer ministro. Según el Consejo Nacional Sueco para la Prevención del Delito (BRA), la tasa de homicidios con armas de fuego en el país (cuatro personas por un millón) es una sexta parte de la de Estados Unidos pero casi el triple que el promedio europeo (1,6 muertes por un millón). Frente a los 62 muertos en Suecia del año pasado, Noruega, Finlandia y Dinamarca sumaron 10 entre los tres. Y Gran Bretaña, con seis veces más habitantes que Suecia, 35.

Los sicarios son cada vez jóvenes y emplean tácticas más violentas. La esposa del integrante de una banda fue asesinada a tiros en la calle mientras sostenía a su recién nacido en brazos, y en enero, el restaurante de un barrio de moda del centro de Estocolmo fue alcanzado por la explosión de una bomba. “Hemos llegado a una situación en la que los niños contactan ellos mismos a las bandas, que los arman y les señalan el objetivo”, ha afirmado el jefe de la policía sueca, Anders Thornberg. Son jóvenes que incluso reclaman un “contrato”, según varios mensajes interceptados por las fuerzas de seguridad.

 “Niños soldado”, como los llamó el primer ministro, que son reclutados en esas sociedades paralelas que se desarrollan en guetos segregados de los suburbios de las ciudades. Ahí se concentra buena parte de la población excluida del mercado laboral, muchos de ellos inmigrantes de primera o segunda generación a los que el sistema no ha logrado integrar. “Atraen a niños con dinero fácil y, antes de que se den cuenta, están atrapados. Una práctica común es reclutar en los llamados hogares SIS, centros juveniles a los que se envía a niños menores de 18 años condenados por delitos. La seguridad es baja y les ayudan a fugarse. Los niños fugados devuelven luego el favor a las bandas”, apunta Kaaman.

El apoyo de la ultraderecha

En su alocución al país, el primer ministro no dudó en señalar a “una irresponsable política migratoria y a fallida integración de los inmigrantes” lo que ha llevado a Suecia a la situación actual, haciendo así suyo el discurso de los Demócratas de Suecia, el partido de la ultraderecha que quedó en segunda posición en las últimas elecciones legislativas del año pasado (con el 20,5%) y gracias al apoyo del cual gobierna en minoría. Los expertos y analistas suman a la fallida integración de los inmigrantes otras causas: el tráfico de drogas, la cada vez mayor desigualdad social y los recortes en servicios sociales que han ido menguando el tan admirado estado del bienestar sueco

Suecia ha sido tradicionalmente un país de puertas abiertas y en la pasada década fue el que acogió más solicitantes de asilo en relación a su población: el 2,7%. El resultado es que actualmente una quinta parte de la población ha nacido fuera d y su país de acogida ha fallado en darles trabajo, educación y unos mínimos niveles de confort. Si para el sueco el desempleo apenas existe, es del 16% entre la población inmigrante. La tasa de fracaso escolar es mucho más alta en estas zonas y uno de cada cuatro niños inmigrante o hijo de inmigrante vive en familias con pocos recursos que requieren ayuda estatal, como ha escrito en el diario 'Clarin' Damian Migueles, doctor en Economía de la Stockholm School of Economics, argentino y residente desde hace 20 años en la capital sueca.

Kaman coincide en que esta inmigración a gran escala y el fracaso de las políticas de integración juegan un papel en la situación actual de violencia armada. Pero no solo. ”En términos generales, es el resultado de una combinación de integración fallida a gran escala, el surgimiento de una cultura del gángsterismo que idolatra el crimen, el dinero, la violencia y el conseguir a las mujeres, una fuerza policial con personal y fondos insuficientes, un sistema de justicia extremadamente relajado, así como una falta de voluntad política para actuar, en parte por temor a ser tildados de xenófobos”. “Estamos ante la tormenta perfecta”, resume.

Con los datos socioeconómicos en la mano, el paraíso de la igualdad que fue Suecia ha dejado de serlo y asoman las grietas de un modelo que durante décadas fue admirado en el resto de Europa. País pacífico y pacifista, afronta ahora además lo que según sus mandos policiales es el más grave problema de seguridad interna desde la segunda guerra mundial con un enfrentamiento entre bandas más propia de un país latinoamericano que del norte de Europa. Y con la extrema derecha por primera vez con influencia directa en el Gobierno.

Suscríbete para seguir leyendo