Tensión en el norte de Europa

Suecia se pone en alerta por el anuncio de nuevas quemas del Corán

Rasmus Paludan, líder del partido antiislámico de extrema derecha danés Stram Kurs, quema un ejemplar del Corán frente a la embajada turca en Copenhague, Dinamarca

Rasmus Paludan, líder del partido antiislámico de extrema derecha danés Stram Kurs, quema un ejemplar del Corán frente a la embajada turca en Copenhague, Dinamarca / EFE/EPA/Olafur Steinar Gestsson

Marina Ferrer

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"El peligro en la vida pública en estos días es alto. Estamos muy preocupados y hemos reforzado las medidas de seguridad", afirmó el primer ministro sueco, el conservador Ulf Kristersson, ante el anuncio de nuevas convocatorias a quemas o profanaciones del Corán para la próxima semana.

Desde su Gobierno -una coalición de centro-derecha con los ultraderechistas Demócratas Suecos (DS) como aliados externos- se ha condenado cada uno de esos actos en su territorio. Y recordado también que están bajo el amparo de las leyes suecas y bajo el precepto de la libertad de expresión. Un precepto que en Suecia es casi una señal de identidad nacional.

Pero que de pronto topa no solo con el peligro para la vida pública, por los disturbios que pueda provocar dentro o fuera del país o a escala diplomática, sino también por los posibles efectos colaterales sobre su ingreso en la OTAN. El propio Kristersson y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciaron antes de la pasada cumbre de la Alianza, en Vilna, que Turquía levantaba el bloqueo mantenido durante meses a la incorporación del país nórdico. Sigue pendiente, sin embargo, la ratificación por parte del Parlamento turco, lo que teóricamente debe ocurrir en otoño.

La atenta mirada de Turquía

Suecia no es el único socio europeo afectado por las provocadoras quemas del libro sagrado de los musulmanes, pero sí lo es en cuanto a las consecuencias que puede acarrearle desde países como Turquía. Las provocadoras acciones -que la Unión Europea (UE) ha condenado a través del jefe de su diplomacia, Josep Borrell- arrancaron hace unos meses desde Dinamarca, a través del neonazi sueco-danés Rasmus Paludan.

Empezó con sus quemas del Corán en barrios daneses con una alta proporción de población inmigrante hace unos años e incluso fundó un partido aupado por su relativa notoriedad -Rumbo Firme-, que en 2019 se quedó a las puertas de ingresar en el Parlamento danés. Tras sucesivos problemas con la justicia de su país, Paludan, abogado de profesión, decidió extender su radio a Suecia, país del que adquirió la nacionalidad. Ahí ha llevado a cabo en los últimos meses nuevas quemas, a lo que se sumaron ahora otros individuos asimismo de personalidad o motivaciones más bien confusas.

El más destacado fue un refugiado iraquí, de 37 años y llamado Salwan Momika, llegado a Suecia en 2019 y residente junto con dos hijos en una localidad cercana a Estocolmo. Medios suecos lo identifican como originario de una familia cristiana, que dejó el norte del Irak bajo el acoso del Estado Islámico (EI). Una vez en Suecia, se declaró ateo y militante de la ultraderechista DS. Hace unas semanas desató las protestas entre el mundo islámico al quemar un Corán ante la mayor mezquita de Estocolmo. Explicó que no pretende causar daños a su país de acogida, sino promover la prohibición del Corán.

Orquestado por Rusia

A esa acción le siguió la que más problemas diplomáticos ha causado a Suecia, convocada precisamente ante la embajada de Irak en Estocolmo. Bajo un notable despliegue mediático, pateó -aunque no quemó- el Corán. La víspera de su acción, profusamente difundida por las redes sociales, centenares de manifestantes habían asaltado e incendiado la embajada sueca en Bagdad, mientras el Gobierno iraquí anunciaba la expulsión de la embajadora del país nórdico.

Bagdad, como Jordania, Turquía, Emiratos y el conjunto del mundo islámico reprochan a Estocolmo que esas acciones no solo reciban la autorización policial correspondiente, sino que se las dote del cordón policial de seguridad. Estos actos -mayoritamente individuales o con dos personas, el activista y un acompañante que lo filma y difunde- alcanzan una máxima resonancia con el mínimo esfuerzo por parte de sus actores, cuyas motivaciones van de la agitación ultraderechista a motivos más turbios. Momika, asilado en Suecia y amenazado por el mundo islámico, aparecía ante la embajada iraquí con gafas de sol y su sonrisa desafiante, pateando el Corán, protegido por las vallas de seguridad policiales de las protestas e insultos que le dirigían grupos de manifestantes, principalmente musulmanes asimismo residentes en Suecia.

El ministro sueco de Protección Civil, Carl-Oskar Bohlin, considera que detrás de estas acciones hay una campaña de desinformación orquestada desde Moscú contra Suecia, un país que aún no ha completado su ingreso en la OTAN.

Una disyuntiva constante

El siguiente acto, tras los de Paludan y Momika, tuvo lugar hace unos días en Dinamarca, donde un grupo llamado Patriotas Daneses profanó el Corán. La alianza de Gobierno de la socialdemócrata Mette Frederiksen, como la coalición derechista de Kristersson, condenó el acto, pero argumentó asimismo que está al amparo de la legislación vigente. Al ser en formato reducido, tampoco se considera una alteración grave del orden público.

Suecia ha reforzado sus fuerzas de seguridad ante el peligro de que los disturbios que hasta ahora se han producido fuera de sus fronteras alcancen el territorio nacional. Cabe recordar que entre las objeciones turcas mantenidas durante meses a su ingreso en la OTAN están las acusaciones de Ankara de que Estocolmo da refugio a enemigos del islam, opositores y terroristas kurdos.

Las provocaciones de Paludan, Momika u otros grupos parecidos sacuden la sociedad sueca y también danesa, cuya opinión pública empieza a plantearse en serio si pueden considerarse en la libertad de expresión o son incitación a la violencia islamófoba. Suecia ha defendido durante décadas su modelo de sociedad abierta, anclado en su Constitución y pese a los traumas nacionales del pasado -el más grave, el asesinato en 1986 en plena calle de su entonces primer ministro, Olof Palme, cuando iba andando del cine a su casa, de noche y sin escolta policial-.

Suscríbete para seguir leyendo