Contaminación nuclear

La OIEA respalda el inminente vertido de toneladas de agua de Fukushima al océano

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Central de Fukushima, en Japón

Central de Fukushima, en Japón / Agencias

Adrián Foncillas

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Tokio ya cuenta con el último permiso para liberar toneladas de agua de Fukushima al mar. La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha aceptado el plan durante la visita a Japón de su director general, Rafael Grossi. No era más que un trámite formal porque Tokio ya decidió el vertido dos años atrás con el apoyo de la OIEA. El formalismo era pretendido por ambos para acentuar la credibilidad del plan y tranquilizar a la vasta nómina de inquietos: el sector pesquero de Japón, varios gobiernos de Asia y ecologistas del mundo entero.

Las medidas aprobadas, ha apuntado Grossi, "concuerdan con los estándares de seguridad internacionales relevantes". Las descargas "graduales y controladas" al mar, sienta el informe elaborado tras dos años de investigaciones, tendrán "un impacto radiológico insignificante" en las personas, el medioambiente y la fauna marina. "No permitiremos un vertido de aguas que pudiera afectar a la salud de los japoneses o de personas de todo el mundo y tampoco al medioambiente", añadió el primer ministro japonés, Fumio Kishida, tras reunirse con Grossi.

La gestión del agua marina que anega los tres reactores dañados para enfriarlos ha sido el mayor quebradero de cabeza para Tokio y Tepco, la compañía que gestiona la central. Son ya 1,33 millones de metros cúbicos y entre febrero y junio del próximo año, calcula Tepco, habrá ocupado ya el millar de tanques. A la falta de espacio, necesario para otras finalidades, se añade el riesgo de fugas, acentuado por la actividad sísmica de la región, lo que aconseja la evacuación inmediata y controlada. El agua ha sido tratada para eliminar todos los componentes radioactivos a excepción del tritio, cuya purga exige una tecnología por inventar, y que es el más inocuo de todos. El parsimonioso vertido durante 30 o 40 años a través de una tubería de un kilómetro diluirá la concentración en el mar.

Ejecución inminente

La ejecución es inminente. Tepco ya ha terminado la infraestructura, las autoridades japonesas concluyeron su inspección el mes pasado y la semana próxima darán la luz verde para que en una fecha cercana, probablemente este verano, empiece a fluir el agua. La hoja de ruta también había sido respaldada por la OIEA pero Tokio pospuso el vertido hasta lo que llamó su "evaluación exhaustiva". "Debido a su autoridad en las gestión y aplicación de los estándares de seguridad nucleares, es imprescindible para nuestros esfuerzos de conseguir el entendimiento internacional", había aclarado esta mañana el Gobierno.

El sello de garantía de la OIEA no diluirá el terror en el sector pesquero y agrícola de la prefectura de Fukushima tras 12 años esforzándose en devolverle la confianza al consumidor. Ni los innumerables análisis de radioactividad ni las machaconas campañas de publicidad bastarán contra otro vertido que recuperará el estigma y son descartables ya las próximas aglomeraciones para comprar sushi de Fukushima. Las organizaciones ecologistas han criticado también a Tokio por vulnerar las leyes marítimas internacionales y decantarse por la opción más barata en lugar del almacenaje y procesamiento a largo plazo.

Las bofetadas llegan también del amplio vecindario asiático. No se ha pronunciado el Gobierno surcoreano tras haber recuperado la sintonía con Tokio tras años complicados pero en su población no abunda el entusiasmo: concentraciones frente a la embajada japonesa de Seúl, manifestaciones de 100.000 personas lideradas por la oposición, encuestas en la prensa nacional con un 84% de contrarios y la compra febril de sal por miedo a que el vertido detenga el suministro.

"La cloaca privada de Japón"

Se ha quejado Rusia y el Foro de Islas del Pacífico, un grupo de 18 naciones que incluye a Australia, ha pedido a Japón que reconsidere alternativas. Ninguna ha cargado con más brío que China. "El océano no es la cloaca privada de Japón", ha aclarado Pekín. Y más: El vertido va "contra la ética y la legislación internacional", la actitud japonesa es "altamente irresponsable" y urge un consenso entre los países afectados. Japón ha lamentado que China desoyera sus propuestas para debatir sobre un tema que ha engordado el saco de afrentas.

Orientarse entre activistas y científicos en asuntos nucleares es un ejercicio esquizofrénico. Unos anuncian con sus potentes altavoces el armagedón y otros recomiendan sosiego desde la semiclandestinidad mediática mientras el público, sobresaltado sin remedio cuando le hablan de radioactividad, no discrimina entre la percepción del peligro y el peligro.

"Aún a riesgo de que suene trillado, hablamos de un vasto océano y de una cantidad no demasiado grande de tritio. Además, el tritio emite una partícula beta muy débil, que genera una dosis de radiación tan pequeña que no es preocupante", contesta Andrew Karam, experto en seguridad nuclear. Karam estudió durante cinco años la radiactividad en la fauna de la zona y su conclusión, compartida con biólogos marinos, es que es altamente improbable que ningún animal resultase herido por las fugas de Fukushima en aquellos fragorosos días de 2011, con la posible excepción de los que estaban en un radio de 100 o 200 metros. En su ecuación incluye el agua almacenada en la actualidad, la inmensidad del océano y la concentración de tritio. Su conclusión: "Recibo una radioactividad 10 veces mayor sentado durante una hora en mi apartamento de Brooklyn de la que recibiría en un año entero flotando en el océano Pacífico después del vertido del agua de Fukushima", señala.