Política

China concede a Xi Jinping su tercer mandato presidencial

El Parlamento aprueba con la unanimidad de sus casi 3.000 delegados que el líder dirija el país hasta 2028

El presidente de China, Xi Jinping, en la celebración de la 14ª Asamblea Popular Nacional en Pekín, China

El presidente de China, Xi Jinping, en la celebración de la 14ª Asamblea Popular Nacional en Pekín, China / JU PENG / XINHUA NEWS / CONTACTOPHOTO

Adrián Foncillas

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El modelo político que defiende China en contraste con las democracias occidentales queda sublimado en la Asamblea Nacional Popular o Parlamento chino. Sus casi 3.000 delegados aprueban todo lo que les echan por mayorías aplastantes con apenas un puñado simbólico e inocuo de 'noes' y abstenciones que pretenden mostrar algo parecido a la libertad de voto. La jornada más audaz que se le recuerda fue aquella con un tercio de votos en contra con la que aprobó, décadas atrás, la construcción de la Presa de las Tres Gargantas y el desplazamiento de decenas de millones de personas.

No se preveía margen a la disensión, ni siquiera exiguo, este viernes. El tercer mandato presidencial de Xi Jinping, único candidato a la silla, fue aprobado con los 2.952 'síes' de los 2.952 miembros. Le siguió una ovación de más de un minuto en el Gran Palacio del Pueblo y el juramento de Xi sobre una copia roja de la Constitución china, retransmitido en directo, con el que se comprometió a construir "un próspero, fuerte, democrático, civilizado, armonioso, moderno y socialista país". Es la enésima coronación o encumbramiento de Xi, alfa y omega de la política china en la última década, sin oposición en el partido ni el Gobierno.

Máximo poder

Su tercer mandato se daba por descontado desde que el Parlamento dinamitó en la reforma constitucional de 2018 los límites temporales que había impuesto cuatro décadas atrás Deng Xiaoping, el arquitecto de las reformas, para evitar las concentraciones desmesuradas de poder que aceitaron desmanes maoístas como la Revolución Cultural o el Gran Salto Adelante. La presidencia del Gobierno, en todo caso, carece de la relevancia que le otorga Occidente. Está muy por debajo de la secretaría general del partido o la jefatura de la Comisión Central Militar, que también ostenta Xi. El cargo fue pensado como recompensa a los políticos veteranos por sus servicios prestados y en la actualidad se usa en reuniones con dirigentes extranjeros.

También fue elegido Han Zheng como vicepresidente con la misma fórmula: sin contendientes ni votos en contra ni abstenciones. Es lo más parecido a un acto de generosidad de Xi tras haberse rodeado de fieles en la cúpula del partido. Han es un miembro del clan de Shanghái, próximo al fallecido expresidente Jiang Zemin, y que no cuenta por primera vez en décadas con representantes en el Comité Permanente del Politburó. La vicepresidencia del Gobierno tiene más nombre que poder. Han releva a Wang Qishan, a quien Xi premió por su contribución a la lucha contra la corrupción. No hay dudas de que Wang limpió una organización que era corrupta hasta la médula y tampoco de que por el camino quedaron rivales del presidente.

Fidelidades premiadas

La sesión parlamentaria anual sigue el dictado del histórico Congreso del Partido Comunista de China del pasado otoño. Mañana será nombrado Li Qiang como primer ministro después de que en aquel cónclave fuera empujado al segundo puesto del partido. Ha trabajado codo con codo con Xi durante décadas y su fidelidad ha sobrevolado la mejorable gestión del encierro de Shanghái por el covid. Relevará a Li Keqiang, empequeñecido por la figura de Xi desde el primer día, y con el que no siempre anduvo en sintonía.

La reactivación económica tras tres años convulsos es la máxima prioridad económica. La anunciada reducción del 5% del cuerpo funcionarial subraya que toca apretarse el cinturón y con las reformas estructurales se espera agilizar la toma de decisiones. Esas reformas también castigan el equilibrio entre partido y Gobierno, otra de las precauciones establecidas por Deng en los albores de la apertura. La asamblea aprobará medidas que difuminan sus roles y potencian al partido en sectores que antes estaban en manos del Ejecutivo.