Cuerpos sin nombre

La titánica tarea de identificar a los migrantes ahogados en el Mediterráneo

Más de 26.000 personas han desaparecido desde 2014 en las rutas marinas desde el norte de África, según la Organización Mundial para las Migraciones

El desconocimiento del paradero de muchos náufragos paraliza las vidas de sus familiares y retrasa su proceso de duelo

Miembros de los equipos de rescate cubren un cuerpo en la playa, dos días después de que un barco de migrantes naufragase en Steccato di Cutro, en la región italiana de Calabria, el 28 de febrero de 2023, dejando al menos 64 muertos

Miembros de los equipos de rescate cubren un cuerpo en la playa, dos días después de que un barco de migrantes naufragase en Steccato di Cutro, en la región italiana de Calabria, el 28 de febrero de 2023, dejando al menos 64 muertos / ALESSANDRO SERRANO / AFP

Alba Mármol

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La noche del 18 de abril de 2015 dos amigos zarparon de Libia, en busca de oportunidades al otro lado del Mediterráneo. Viajaban en un barco demasiado lleno y, cuando aún se encontraban cerca de la costa, las luces de un carguero comercial llamaron la atención de todos los pasajeros, que empezaron a moverse de un lado a otro pidiendo auxilio, lo que causó un vaivén que terminó con el hundimiento de la embarcación. Fue uno de los peores naufragios en el Mediterráneo y, a pesar de los esfuerzos de las operaciones de rescate, sólo sobrevivieron 28 pasajeros y se recuperaron 24 cuerpos. Todos ellos fueron llevados a una isla cercana, donde los fallecidos fueron separados de los supervivientes, que viajaron al continente europeo.

Uno de los dos amigos consiguió sobrevivir y le dijo a José Pablo Baraybar, antropólogo forense peruano que participa en la búsqueda e identificación de migrantes muertos o desaparecidos de la mano del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR): "Mi amigo murió, pero estaba conmigo". Baraybar recuerda con emoción las palabras de aquel joven y admite que, en aquel momento, no las entendió. Fue más adelante, una vez identificado el cadáver del amigo, cuando comprendió que el joven había sido separado del cuerpo de su compañero. Casi ocho años después de la tragedia, el antropólogo forense aún confía en que algún día le pueda comunicar oficialmente el paradero del cadáver de su amigo.

La médica forense italiana Cristina Cattaneo trabaja en la identificación de cuerpos de migrantes en el Laboratorio de Antropología y Odontología Forense de la Università degli Studi di Milano desde la tragedia de Lampedusa de 2013. Explica que otro de los cuerpos recuperados aquel abril de 2015 era el de un joven de 16 años. En uno de sus bolsillos la doctora encontró una carta de la familia del adolescente en la que su hermana escribió: "Por favor, no cruces el Mediterráneo". Cattaneo señala que el joven aún no ha sido identificado, por lo que su familia no sabe qué ha sido de él. "No ha cambiado nada desde 2015, y el naufragio del pasado 26 de febrero en Crotona (Italia) es una evidencia de ello", lamenta. 

Olvidados en las puertas de Europa

Baraybar subraya las limitaciones del sistema legal en relación con los migrantes. Lo que más le preocupa es "cómo convencer a los Estados de que es su responsabilidad dar respuestas a las familias". "A mí tampoco me gustaría esperar de manera permanente algo que no llega", lamenta. Asimismo, Cattaneo manifiesta que falta voluntad política para poder informar a las familias de los migrantes identificados, una tarea que "se resolvería fácilmente con apoyo de la UE".

En realidad, el número de cadáveres de migrantes recuperados es muy limitado; la mayoría se encuentran en el fondo del mar. Por este motivo, la tarea de Baraybar -que ha trabajado como antropólogo forense en países como Ruanda, Yugoslavia y los Balcanes- en el Mediterráneo no suele tener nada que ver con la identificación de los cuerpos, sino que trabaja en casos de pateras que nunca llegaron a su destino y otras que llegan, pero han sufrido pérdidas por el camino. Este antropólogo se ocupa de "restaurar identidades de personas que no existen en el sentido material" y, para ello, es necesario "redibujar todo el camino". Su manera de trabajar es muy lógica: compara el número de personas que llegaron en una patera con el que muestra la lista de pasajeros en el punto de salida. De esta manera, es posible conocer quién ha fallecido por el camino y dar esta información a los parientes de las víctimas.

El antropólogo forense holandés Jan Bikker, que ha trabajado en la identificación de cuerpos de migrantes en España, Malta, Italia y Grecia desde 2015 y es fundador de Platform for Transnational Forensic Assistance, señala que el mayor obstáculo es que "la mayoría de los cadáveres recuperados no son reconocibles", lo que supone un problema para las familias. Por ello es crucial recuperar los objetos personales y la documentación, e identificar tatuajes, marcas en la piel o características dentales, entre otros. Cattaneo coincide en que "es muy importante recolectar la mayor información posible, porque nunca se sabe si en unas semanas, meses o años va a llegar un familiar preguntando o te vas a encontrar con una fotografía que ayude en el proceso de identificación". 

Cuando la vida se congela

La incertidumbre paraliza las vidas de las familias de los migrantes desaparecidos, que tienen que hacer frente a lo que, en el campo de la psicología, se conoce como "pérdida ambigua". No saber qué ha sido de un hijo, un hermano o un padre y sospechar su muerte sin poder confirmarlo obstaculiza el proceso de duelo. Baraybar declara que "la información que uno sabe a través de algún conocido no es creíble, sólo es esperanza" y, por este motivo, el rol de los forenses es "importantísimo".