Demografía

La población china encoge por primera vez en 60 años

El país asiático registró unas 850.000 personas menos en 2022, algo que no sucedía desde 1961

La situación anticipa un complicado horizonte económico y social para el gigante asiático

Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La población de China ha encogido por primera vez en más de medio siglo. Sólo faltaba ponerle fecha a unos números rojos que se daban por descontados y que, más allá del simbolismo, anticipan un complicado horizonte económico y social en el gigante asiático. También allanan el camino indio hacia la supremacía demográfica global que ha ostentado durante siglos China.

El pasado año murieron 10,41 millones de personas y nacieron 9,56 millones en China. Su población es de 1.411 millones de personas, unas 850.000 menos que el anterior año. La política cero covid, tan denostada estos días, retrasó y minimizó el balance negativo tras evitar unos cinco millones de fallecidos en tres años. No se registraban más muertes que nacimientos desde el Gran Salto Adelante (1958-1960), uno de los capítulos más trágicos de China. La delirante campaña maoísta que pretendía superar la producción acerera británica desembocó en la peor hambruna de la historia moderna.

A este lugar ha llegado China por dos vías diferentes. Entonces se amontonaron los muertos y ahora escasean nacimientos. La tasa de natalidad ha caído hasta 6,77 por 1.000 habitantes, sensiblemente inferior al 7,52 del pasado año, y alcanzado las simas más profundas desde que fuera fundada la República en 1949. Es un drama con previsibles consecuencias geopolíticas. La tasa de Estados Unidos supera los 11 y la de la India se sitúa en 16,42. China tendrá en 2035 a unos 400 millones de personas, un tercio de su población, por encima de los 60 años. Será el primer país envejecido sin haber alcanzado el pleno desarrollo, a diferencia de Europa y sus vecinos surcoreanos y japoneses. Ese factor frena el optimismo en su pugna global con Estados Unidos porque, entre otros asuntos, los expertos han presagiado durante años la escasez de la mano de obra en China. Será un contraste flagrante con el ejército de mingong o emigrantes laborales que dejan sus provincias rurales del interior para emplearse en las fábricas de la costa oriental y sobre los que se levantó el milagro económico. La abundancia de ancianos, con una altísima cuota de ahorro, ya perjudica el planeado tránsito hacia una economía basada en el consumo interno.

Sistema de pensiones

La incertidumbre sobre el sistema de pensiones es un problema global pero pocos cuadros son más crudos que el chino. Hay muchos ancianos y viven mucho. El tremendo desarrollo económico ha empujado la esperanza de vida en China por encima de la estadounidense. La población en edad laboral alcanzó su pico en 2014 y se habrá recortado a menos de un tercio a finales de siglo. Antes, alrededor de 2080, los jubilados habrán superado en número a la mano de obra.

Pronostica la ONU que este año superará la población india a la china. Ahora las separan cinco millones de personas, un suspiro entre las superpotencias demográficas globales. Empatadas en población, media aún un océano en economía, desarrollo e influencia global, pero el nuevo título ayudará a Delhi en algunas de sus reclamaciones históricas. Sólo desde una mentalidad mohosa se la puede seguir negando un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Los datos publicados esta mañana por Pekín confirman la venganza poética del pueblo contra su Gobierno. Tras sufrir durante décadas la prohibición del segundo hijo por el bien del país, ignoran ahora las peticiones contrarias por el propio. China jubiló la política del hijo único siete años atrás. Pretendía un baby boom y disfrutó de un efímero y tímido repunte de nacimientos antes de recuperar la dinámica bajista. Sobre el permiso a tener un tercer hijo, aprobado dos años atrás, ya había menos esperanzas porque difícilmente iban a perseguirlo los que habían renunciado a la parejita. Fue la evidencia de que a la natalidad no la embridaba la ley sino un contexto económico-social similar al de Occidente. Y es este, no la ley, el que urge modificar. No será fácil.

Los jóvenes descartan las familias numerosas por las extenuantes jornadas laborales, la carestía de la vida, el deseo de disfrutar del tiempo libre y la incertidumbre que ha acentuado el coronavirus. También influye un elemento chino. Su competitiva sociedad aconseja concentrar todos los recursos económicos en un hijo antes que dividirlos. Los chinos, ante ese cuadro de desbocados costes, desdeñan como baratijas los descuentos fiscales, las ayudas económicas o los permisos de maternidad aprobados en los últimos años. La solución, sostienen los expertos, pasa por aumentar los incentivos económicos y acompañarlos de políticas sociales que aligeren la carga.  

TEMAS