Comienzo de la tercera presidencia

Lula llora al asumir y asegura que ha recibido un Brasil en situación de "ruina"

En su primer discurso ante el Congreso, Lula aseguró que el país debe ser reconstruido frente a las amenazas del fascismo

El presidente entrante dijo no tener revanchas personales pero aseguró que sus antecesores deberán responder ante la justicia

Abel Gilbert

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En medio de llantos intermitentes y ante una multitud que no dejó de corear su nombre, Luiz Inacio Lula da Silva puso en marcha su tercera presidencia con la promesa de gobernar para "todo pueblo brasileño", tratando de dejar atrás "la división y la intolerancia" provocada por "una minoría violenta" para, de esta manera, "mirar al futuro" con el objetivo de reducir una desigualdad social agudizada durante el Gobierno de ultraderecha y calificada de escandalosa. Lula había hablado primero en el Congreso, donde tomó posesión del cargo y fijo las líneas rectoras de su proyecto. Sin embargo, fue en la Explanada de los Ministerios de Brasilia donde se exhibieron los símbolos más elocuentes del cambio de época. El exobrero metalúrgico no tuvo a su lado a ningún representante de la administración anterior para traspasarle la faja presidencial. El rito fue compartido con un niño, un indígena, el jefe Raoni Metuktire, un trabajador, una militante feminista y afrobrasileña, un trabajador y una persona con discapacidad.

Los parlamentarios escucharon el discurso más medular. "Después del terrible desafío que superamos debemos decir democracia para siempre", aseguró, en inequívoca alusión a los cuatro años precedentes. "Si estamos hoy aquí es gracias a la conciencia política de la sociedad brasileña y al frente democrático que hemos formado a lo largo de una histórica campaña electoral".

Lula prometió "responder a la esperanza de un pueblo sufrido. Con su fuerza y la bendición de Dios vamos a reconstruir este país". Su intervención frente a los legisladores, sus 37 ministros y ministras, las autoridades judiciales y militares, así como los jefes de Estado invitados a la toma de posesión, incluyó un amargo diagnóstico de la herencia de Jair Bolsonaro. Habló de "ruina" y "desastre" en los planos social, ambiental, educativo, cultural y político.  "Nunca se han malversado tanto los recursos del Estado en beneficio de un proyecto autoritario", dijo.

El tiempo de la justicia

El mandatario entrante aseguró iniciar su tercer Gobierno sin "revanchas personales". No obstante, recordó que Brasil ha atravesado una "tragedia" marcada por el covid-19, que provocó casi 700.000 muertos, y el terror ejercido desde las alturas del poder, en especial mientras duró la pandemia. Según Lula, en esos difíciles momentos, prevaleció la "actitud criminal de un Gobierno negacionista e insensible a la vida". Y subrayó: "esa responsabilidad no debe quedar impune". Los que se equivocaron, "responderán de sus errores, con amplios derechos de defensa, dentro del debido proceso legal".  El presidente repitió la misma idea en la Explanada de ministros. "Sin amnistía", gritaron los manifestantes. Frente a la posibilidad latente de una actitud antidemocrática de la ultraderecha señaló: "A la amenaza del fascismo responderemos con los poderes de la democracia, al odio, con amor"

Retroceso

En otro 1 de enero, el de 2002, Lula había expresado el deseo de concluir su presidencia garantizando a los brasileños tres comidas diarias. "Tener que repetir hoy ese compromiso ante el avance de la miseria y el retorno del hambre que habíamos superado es el síntoma más grave de la devastación que se ha impuesto al país en los últimos años". El Gobierno de coalición, en el que converge la izquierda, el centro, encarnado en el vicepresidente Geraldo Alckmin, e, incluso, sectores de derecha moderada, tratará de promover el equilibrio fiscal, el crecimiento económico sustentable y los acuerdos con empresarios y sindicatos para que "la rueda de la economía vuelva a girar". Pero desde el primer minuto, remarcó, existe una urgencia: 33 millones de brasileños con hambre. "No es justo pedirles paciencia a quienes soportaron la más dura carga del proyecto de destrucción nacional".

La era Bolsonaro estuvo marcada por el "individualismo" y la promoción de la "ley del más fuerte", cercana a la "barbarie". El presidente prometió revocar rápidamente una de las leyes claves de la ultraderecha: el acceso libre a las armas y municiones.

El nuevo rol de Brasil

Fiel a su estilo, Lula rompió en más de una oportunidad los rigores del protocolo. El tono coloquial no estuvo reñido con la formulación de una hoja de ruta ambiciosa. "Brasil es muy grande para renunciar a su potencial productivo. Podemos y debemos estar en la primera línea de la economía global. Necesitamos promover otra vez la integración sudamericana y, sobre esta base, dialogar con EE.UU, China y la UE". El presidente advirtió que "no vamos a tolerar una mayor degradación del medio ambiente". A su vez, anunció que derrumbará todas las normativas que provocaron grandes "injusticias cometidas contra los pueblos indígenas".

Su Gobierno, sostuvo, retomará una "política cultural democrática, que fue destruida por el oscurantismo". Estimó que es "inadmisible" la persistencia de una matriz racista que discrimina a afrobrasileños. También se comprometió a avanzar en políticas de género e igualdad, la lucha contra el crimen organizado y las milicias parapoliciales de Río de Janeiro, que nunca ocultaron sus lazos con el bolsonarismo. "La fe podrá estar presente en todos los templos y cultos"¸ dijo, con una mano tendida hacia las iglesias evangélicas que ha sostenido al excapitán del Ejército.

Enseñanzas de la historia

Su retorno al poder lo emparenta con otro mito de la política brasileña. El 29 de octubre de 1945, Getúlio Vargas fue destituido después de 15 años de vigencia del llamado "Estado Nuevo". Cinco años más tarde volvió a ganar una elección. Lula no tiene ninguna intención de seguir todos los pasos de Getulio. En medio de una crisis política, marcada por la difamación mediática, Vargas se suicidó el 5 de agosto de 1954 con un disparo en el corazón. Lula quiere cumplir a rajatabla su tarea y pasar a la historia de otra manera.

"Los primeros 100 días son esenciales para el nuevo Gobierno. Lula tiene que trabajar con una base más amplia que la del Partido de los Trabajadores (PT) y, además, mantener el apoyo popular", recordó el diario 'Estado'. Le tocará, en adelante, negociar con el centro político e, incluso, exbolsonaristas, si quiere cumplir con los aspectos nodales de su ambiciosa agenda.