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Crónica desde Roma: El ruido de Ciampino

El crecimiento récord del segundo aeropuerto de la capital italiana suscita enfrentamientos entre los ecologistas y la industria turística

El aeropuerto de Ciampino (Roma), oficialmente llamado Giovanni Battista Pastine

El aeropuerto de Ciampino (Roma), oficialmente llamado Giovanni Battista Pastine / Irene Savio

Irene Savio

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Hay un lugar cerca de Roma que estimula la reflexión sobre el mundo pospandémico e invita a preguntarse qué ciudades tendremos después del gran trauma que ha supuesto aquello y lo que queda de los tantos debates irresueltos desde hace años. El forastero que ha visitado Roma recurriendo a las aerolíneas de bajo coste probablemente haya estado aquí, aunque sin prestarle mucha atención. La razón es que se trata de un 'no lugar', un espacio que se supone predestinado a no dejar una huella o marcar a quien lo habita, como teorizó en su momento el antropólogo francés Marc Augé. Aunque algo podría estar cambiando.

El sitio en cuestión es hoy el segundo aeropuerto de Roma. Está ubicado en el anónimo pueblo de Ciampino y debe su nombre oficial, Giovanni Battista Pastine, a un militar veterano de la guerra ítalo-turca de 1911. Este es un olvidado conflicto que estalló cuando el entonces Reino de Italia invadió invadió los dominios otomanos de Libia.

La referencia a Pastine no es casual. El aeropuerto de Ciampino, como los romanos lo llaman, nació precisamente en esas épocas, en 1916, como un astillero de dirigibles, para luego convertirse en un aeródromo militar en toda regla; tanto que incluso fue atacado por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Su conversión a uso civil se remonta a después de este conflicto, aunque no fue hasta 2013 que un decreto ministerial le devolvió al fin la designación jurídica de base aérea civil. Las polémicas desde entonces nunca se han acallado.

Turismo récord

Es la paradoja. Tras casi tres años de restricciones por el coronavirus, el sector turístico encara ahora toda festividad con números de récord. Sucede en muchas capitales europeas y también en Roma. Las ganas de viajar de muchos provocan gigantescas aglomeraciones de gente en los aeropuertos. Ciampino no es la excepción. Al revés. Lo recordaba el otro día la agencia de noticias italiana Ansa. Junto con Fiumicino (el otro gran aeropuerto romano), se prevé que acojan a más de 1,7 millones de pasajeros desde el 23 de diciembre hasta el próximo 8 de enero.

El asunto es que sobre Ciampino también pende una espada de Damocles que podría afectar a su futuro e incluso dar al traste con el uso que ha tenido en estos últimos años. La razón es un debate dentro de la Autoridad Civil Italiana (ENAC, por sus siglas en italiano), que se ha conocido en los últimos meses, sobre cómo redimensionar, reducir o incluso cerrar este aeropuerto. Un asunto que ha provocado tal clamor que incluso ocasionó la intervención de Micheal O'Leary, el consejero delegado de la aerolínea de bajo coste Ryanair, una de las que usan diariamente esta base aérea. Y O'Leary, por supuesto, se ha proclamado rotundamente contrario a cualquier medida que limite las actividades de la infraestructura. Por el contrario, “hay que invertir en Ciampino, el aeropuerto debe crecer”, ha dicho.

Batalla legal

La polémica, aún no resuelta, no es inédita. Se remite a las añosas quejas de la ciudadanía de Ciampino por el exceso de ruido provocado por la actividad aeroportuaria. Tanto es así que ya existe una sentencia del Tribunal Administrativo Regional (TAR) y otra del Consejo de Estado italiano de 2021, que han ratificado que se debe reducir (a 65) el número de aviones que despegan y aterrizan todos los días en este aeropuerto. “Esta es una victoria para los ciudadanos que luchan para la calidad ambiental y habitabilidad de este territorio”, consideró la organización ecologista Legambiente, después de conocerse ese veredicto.

De ahí la discusión dentro de ENAC, que ahora está en búsqueda de soluciones. Ciampino, en este sentido, sintetiza batallas paralelas que sacuden otras aéreas de la capital de Italia y que se relacionan con el grandísimo atractivo que tiene Roma para los turistas, una comunidad que, en el siglo pasado, el católico suizo Hans Urs von Balthasar calificaba de "termitas de Europa” . 

Otro ejemplo es lo que ocurre en otras zonas (especialmente las más céntricas) de Roma, urbe en la que los contratos de alquiler han aumentado una media del 19,9% desde 2015, según subrayaba un reciente estudio de Abitare Co. Algo que, como ya ocurrió con otras ciudades como Venecia, está despoblando de locales de forma preocupante algunas áreas en las que la presencia turística es particularmente alta.

Tampoco este debate es nuevo pero la pandemia le ha devuelto una actualidad imposible de ignorar, también por las millonarias inversiones que se han dado en el último año en la ciudad. Este es el caso del magnate Bill Gates, que en julio adquirió una serie de propiedades a pocos pasos de la Fontana Di Trevi y de la plaza de España (165 millones de euros fue el coste de la operación, según la prensa italiana). Un hecho más que asusta a los ciudadanos de a pie de calle, especialmente los que no quieren vivir en 'no lugares'.

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