Accidente en Asia

La ausencia de un plan de gestión de masas, tras la avalancha mortal de Halloween en Seúl

La tragedia de Itaewon, que devuelve los ecos del hundimiento del ferry Sewol, podría haberse evitado con un plan de gestión de masas

Personas fallecidas tras la avalancha de Seúl.

Personas fallecidas tras la avalancha de Seúl. / AFP

Adrián Foncillas

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Corea del Sur vuelve a enterrar a sus jóvenes por docenas ocho años después del hundimiento del ferry Sewol. La tragedia no llegó esta vez frente a una isla turística sino en las calles de un distrito lúdico de Seúl pero persiste la lacerante certeza de que pudo haberse evitado.

Mas de 150 jóvenes murieron aplastados o asfixiados en un pasaje de poco más de tres metros de ancho en la noche del sábado. En esa trampa cayeron minutos después de las 22.00 horas los que llegaban desde el metro y los que salían de la principal calle del distrito de Itaewon. Sin avances ni retrocesos, creciente la angustia y menguante la paciencia, el caos se desató en un instante y llegó el drama

Seúl aún contaba cadáveres cuando el Gobierno aludió a una espontánea e incontrolable acumulación de gente. El ministro del Interior, Lee Sang-min, aclaró que habían desplazado a 137 agentes de policías, tres decenas más que en años anteriores, y negó que una dotación mayor hubiera evitado la tragedia. "No es un problema que pueda resolverse con más policías o bomberos", sostuvo. Hoy, tras lidiar con un tsunami de indignación, ha rectificado.

100.000 jóvenes

En la noche anterior se había juntado en Itaewon una masa similar de 100.000 jóvenes, ansiosos por disfrutar del primer Halloween sin restricciones en tres años, sin más incidencias que algunos tropezones y caídas en el mismo callejón. Esas incidencias permitían interpretaciones diferentes: para unos, alertaban del peligro; para otros, eran un balance asumible que aconsejaba el laissez faire.

El jefe de la policía, Hong Ki-hyun, balbuceó algo parecido a una disculpa el día siguiente. "Estaba previsto que a Itaewon acudiría una gran cantidad de gente pero no pudimos anticipar que podrían causar un número alto de muertos", dijo en rueda de prensa. Esta mañana la ha ampliado, asumiendo como "insuficiente" la reacción a las insistentes llamadas de emergencia de los congregados en Itaewon, y prometido una investigación profunda para establecer responsabilidades.

El equipo desplegado era manifiestamente insuficiente, apenas un agente por cada millar de jóvenes, y ni siquiera estaban ahí para controlar a las masas sino en la prevención del crimen como el consumo de drogas o el acoso sexual. "Sus tareas ahí parecen basadas en las viejas asunciones de los que toman las decisiones en la política surcoreana. Consideran que Itaewon es un espacio para extranjeros donde prevalecen los vicios y las mujeres coreanas tienen que ser protegidas de los avances de los hombres extranjeros. Pero es un lugar de moda para la juventud local y lo hemos visto reflejado en que la mayoría de víctimas son coreanas y, principalmente, mujeres veinteañeras", señala CedarBough Saeji, profesora del Departamento de Estudios de Asia Oriental de la Universidad de Indiana. 

Ausencia de estrategias de control

La olímpica ausencia de estrategias de control de masas chirría en un país que las sublima. La presencia de policías es atosigante en las protestas políticas, en ocasiones superando en número a los manifestantes. Pero la ley exige de los organizadores los planes por anticipado para calcular la respuesta y en Itaewon no hay un ente al que dirigirse más allá de los propietarios de los locales.

Un académico surcoreano sostenía en la prensa local que "el desastre podría haberse controlado o previsto pero nadie se preocupó ni asumió la responsabilidad".

Los supervivientes han descrito el pasotismo policial. Uno aseguraba que la chica que pintarrajeaba con motivos de Halloween la cara de los transeúntes seguía con su mesa en el callejón cuando ya alcanzaba una saturación inquietante. El sentido común también recomendaba impedir que el servicio de metro se detuviera en la estación de Itaewon.

Sentido común

Faltó sentido común y la tecnología que le sobra a Corea del Sur. "Con un sistema basado en la alta tecnología y con una estructura de Inteligencia Artificial esto podría haberse evitado al permitir que los trenes pasaran de largo en la estación. Habría aligerado el caudal de gente en esa calle estrecha", señala Kim Youngmi, profesora de Estudios Asiáticos de la Universidad de Edimburgo. "Y, a un nivel estructural, cabe preguntarse: ¿por qué la tecnología de vigilancia es desplegada para controlar, monitorizar y contener las manifestaciones políticas pero no para detectar cómo aumenta una aglomeración humana durante varias horas?", incide.

Itaewon devuelve el eco de Sewol. Nadie preveía en 2014 que un barco se hundiera y menos en Corea del Sur  pero acabó con más de 300 pasajeros, estudiantes en su mayoría, en el fondo del mar. Pronto se supo la cadena de ilegalidades e inmoralidades: un capitán que ordenó a los jóvenes quedarse en los camarotes mientras saltaba del barco, botes salvavidas insuficientes, una nave en edad de desguace y con más aforo del recomendable, contratos temporales para una tripulación incompetente… Nadie vio un hecho fortuito sino el síntoma de una sociedad obsesionada por la economía y que había desatendido sus valores humanos.

La culpa de las autoridades en Itaewon es más disculpable que en la del Sewol porque ninguna sociedad está a salvo de una aglomeración fatal. "Por el momento no quiero condenar con fuerza al Gobierno ni a la policía. No hubo un error malicioso ni intencionado ni se produjo la cadena violaciones de seguridad que posibilitaron la tragedia del Sewol. Esta es una pérdida de vidas horrible pero lo peor que se puede decir es que faltó un plan previo (…) La Policía debería tener una actitud más proactiva, sin esperar a ser informado de actos concretos ni a las llamadas de los comerciantes para que hagan algo, sino vigilar los lugares conflictivos y tener preparadas medidas temporales de control de masas", señala CedarBough Saeji.