SEGURIDAD AÉREA

Trump ordena la paralización inmediata de los aviones Boeing 737 Max

EEUU era prácticamente el único país que no había suspendido las operaciones de los 737 MAX 8 y MAX 9

El CEO de Boeing, Dennis Muilenburg, y Donald Trump, en una visita a la planta de Boeing en St. Louis, en marzo del 2018.

El CEO de Boeing, Dennis Muilenburg, y Donald Trump, en una visita a la planta de Boeing en St. Louis, en marzo del 2018. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Donald Trump ha dado marcha atrás. El presidente de EE UU ha ordenado este miércoles la supensión de todos los vuelos a bordo de los 737 Max de Boeing, el modelo de aernove que se estrelló el domingo en Etiopía en un accidente muy similar al sufrido hace cinco meses en Indonesia. Su país se había quedado prácticamente solo en su postura frente a Boeing, dada la larga lista de países que han cerrado su espacio aéreo a los aviones Max de la compañía norteamericana para garantizar la seguridad de los pasajeros. Las autoridades estadounidenses habían mantenido hasta ahora que no había pruebas de problemas sistémicos en las aeronaves. Pero tanto el contexto internacional como la presión del Congreso demandaban medidas preventivas. 

"Cualquier avión que se encuentre en estos momentos en el aire llegará a destino y se quedará en tierra hasta nueva orden", ha dicho el presidente desde la Casa Blanca. "La seguridad de los estadounidenses y de todos los pasajeros es nuestra prioridad". La presión era enorme. Desde que China y la Unión Europea anunciaran el martes la suspensión de los 737 Max 8 y Max 9, más de 40 países se habían sumado a la moratoria. Uno de los últimos en hacerlo fue Canadá. Su ministro de Transporte aseguró que, si bien la información con la que cuentan no es del todo concluyente, los datos obtenidos por satélite de la trayectoria del vuelo siniestrado de Ethiopian Airlines sugieren problemas parecidos a los experimentados por el de Lion Air que se estrelló en Indonesia. En el primer accidente, murieron 189 pasajeros; en el segundo, 157.  

La postura estadounidense había despertado suspicacias por la estrecha relación que Trump mantiene con el consejero delegado de Boeing, Dennis Muilenburg. Este último llamó el martes al presidente para defender la seguridad de sus aviones y pedir a su Administración que mantenga los permisos de los 737 Max para seguir operando con normalidad, según publicó ’The New York Times. Pero en el Congreso crecía oposición a seguir actuando como si nada hubiera pasado. “Es posible que la investigación revele que los problemas mecánicos no fueron la causa, pero nuestra primera prioridad debe ser la seguridad de los pasajeros”, dijo el republicano Ted Cruz, que preside la comisión de Aviación en el Senado.

Trump solo se pronunció al respecto el martes, poco antes de recibir la llamada del jefe de Boeing, uno de los grandes contratistas militares del Gobierno estadounidense. “Los aviones se han vuelto demasiado difíciles de pilotar”, tuiteó el presidente. “Ya no se necesitan pilotos, sino ingenieros informáticos de MIT”. El neoyorkino es un gran aficionado a la aviación y se las da de experto en la materia. A finales de los años ochenta, puso en marcha una aerolínea de vuelos chárter, la Trump Shuttle, que fletaba Boeing 727. La vendió tres años después con una deuda millonaria, tras ser incapaz de generar beneficios.

Ya como presidente, el Trump ha mantenido una relación oscilante con Boeing. Empezó quejándose del coste de los Air Force One fabricados por la compañía de Chicago y acabó negociando personalmente una rebaja con Muilenburg. Desde entonces todo parece haber sido mucho más fácil. Boeing donó un millón de dólares para los fastos que acompañaron su toma de posesión en Washington y hasta en dos ocasiones el presidente ha elegido plantas de Boeing para sus mítines políticos. 

Las huellas de la compañía están por todos lados en Washington. En los últimos cuatro años, recibió contratos públicos por valor de 104.000 millones de dólares y en 2018 se gastó 15 millones en lobis para defender sus intereses en la capital. El actual ministro interino de Defensa, Patrick Shanahan, trabajó 31 años en Boeing antes de hacerse cargo del Pentágono. Y la ex embajadora ante la ONU, Nikky Haley, muy cercana al presidente, acaba de ser contratada para ser parte de la junta directiva de Boeing.