El arquitecto del tiempo

Francia rememora la arrolladora personalidad del presidente socialista francés François Mitterrand a los 20 años de su muerte

Françoise Mitterand.

Françoise Mitterand. / JES//ME

JOSE A. SOROLLA

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Hoy se cumplen 20 años de la muerte de François Mitterrand, el primer presidente socialista de la Quinta República francesa, en un año en el que se conmemorará también el centenario de su nacimiento. Una personalidad tan gigantesca, tan ambivalente, puede recordarse de múltiples maneras. Una de ellas consiste en el juego de reducir su vida y su obra a 10 adjetivos, que coinciden además con todas las letras de su apellido.

MAQUIÁVELICO. Es uno de los apelativos que más se le han adjudicado. Mitterrand usaba las enseñanzas del florentino para dividir a la oposición. Su maquiavelismo más recordado es la reforma en 1985 del sistema electoral, que pasó de mayoritario a dos vueltas a proporcional, lo que facilitó la irrupción en la Asamblea del partido de Jean-Marie Le Pen y la división de la derecha.

INTELIGENTE. Dotado de una inteligencia irónica, desarmaba a sus adversarios con una frase. En el debate televisivo de las presidenciales de 1988, en las que se enfrentó a Jacques Chirac, este le pidió que no se trataran de presidente y primer ministro, sino de candidatos. “Sí, señor primer ministro”, respondió.

TÁCTICO. Su visión cambió la política francesa. En 1971, reconstruyó el Partido Socialista (PS), en 1972 creó con los comunistas la Unión de la Izquierda, que duró hasta 1977, pero en 1981 llevó al PCF al poder para destruirlo con el abrazo del oso y en 1984 recentró al PS, que pasó a ser el partido hegemónico de la izquierda.

TEMIDO. El ejercicio del su poder no solo era temido por la derecha, sino por los propios elefantes (barones) del PS –Pierre Mauroy. Michel Rocard, Laurent Fabius. Lionel Jospin— con quienes jugó para mejor enfrentarlos y para que cada uno le sirviera cuando lo necesitaba.

ESFINGE. Con un gesto que semejaba la esfinge de un faraón, su mayor cualidad fue el dominio del tiempo. Su paciencia le llevó de ser por primera vez ministro en 1944 a presidente en 1981 tras perder dos elecciones. Aprendía las virtudes del tiempo en el Eclesiastés. En 1993, el PS sufrió su peor derrota y quedó reducido a 57 diputados de 577. Cuando un periodista le preguntó por las consecuencias, respondió: “Nada nuevo bajo el sol, relea el Eclesiastés”, donde el periodista leyó: “Una generación se va, otra llega, y la Tierra subsiste siempre. Lo que ha sido, será, y lo que se ha hecho, se hará. No hay nada nuevo bajo el sol”. Cuatro años después, los socialistas ganaban las legislativas.

RESISTENTE. Fue un resistente tanto en la vida política como en la personal. Entró en la Resistencia frente a la ocupación nazi en 1943, pero antes había servido al régimen de Vichy. Al final de su vida, resistió a la enfermedad hasta la muerte.

REPUBLICANO. Su presidencia fue tachada de monarquía republicana, pero no fue menos monarca que Charles de Gaulle y sus sucesores. El monarquismo republicano proviene de las instituciones gaullistas, que calificó de “dictadura” en su libro 'El golpe de Estado permanente', pero luego se adaptó a ellas.

AGNÓSTICO. Así se declaraba, aunque en realidad era un católico que el filósofo Jean Guitton definía como “místico”. Creía en las “fuerzas del espíritu”, estimaba que “la oración es necesaria" y afirmaba que “la trascendencia es una formidable portadora de esperanza”.

NOVELESCO. Lector voraz, amante de la literatura, hubiera querido ser escritor y es considerado como el último presidente “hombre de cultura”. Su vida tiene algo de novela por su serpenteante evolución política y por la metódica preparación de su muerte tras ocultar durante años su cáncer de próstata.

DANDI. Fue un gran seductor, que fascinaba tanto a sus adversarios políticos como a las mujeres de las que se rodeaba. Su doble vida sentimental --con dos mujeres, Danielle y Anne Pingeot, de la que tuvo a su hija secreta Mazarine--, que se descubrió en su entierro, acabó de rendir su figura ante los franceses.   

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