RELEVO PRESIDENCIAL EN ARGENTINA
Macri toma posesión y llama a los argentinos a trabajar juntos por la prosperidad
Abel Gilbert
Corresponsal en Buenos Aires
Especialista en América Latina y doctor en comunicación. Ha cubierto los principales acontecimientos políticos regionales durante las últimas dos décadas para El Periódico. Es autor de ocho libros, tres de ellos en colaboración, y se apresta a publicar otros dos.
ABEL GILBERT / BUENOS AIRES
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A las cero horas de este jueves (hora de Argentina), sobre el cielo de Buenos Aires se dibujaron por unos minutos algunos fuegos artificiales. Hubo, también, estruendos en saludo de la nueva etapa. “Chau, yegua”, se escuchó gritar en el muy selecto Barrio Parque, donde vive Mauricio Macri. A las diez de la mañana, ya era presidente argentino. Entre él y Cristina Fernández de Kirchner hubo una jefatura “interina” de 10 horas, a cargo del senador Federico Pinedo, quien le entregó los atributos de mando en la sede del poder ejecutivo, mientras su antecesora se encontraba ya lejos de los fastos. Macri, como ella, también tuvo su baño de masas. La plaza de Mayo se llenó para auparlo y celebrar el advenimiento del nuevo Gobierno de derechas. Todo parece definirse en una letra mayúscula. Argentina ha pasado de la 'era K' a la 'era M'.
Macri no podía ser menos que Cristina Fernández, y por eso salió al balcón de la Casa Rosada. Lo acompañaron la primera dama, Juliana Awada, y Antonia, la hijita de ambos, que en estos meses se convirtió en una suerte de amuleto electoral. “Es difícil transmitir todo lo que se siente, parece que fue ayer que nos animamos a soñar”, dijo, y la plaza estalló en un grito. “Sí, se puede”, coreó la multitud. “Sí, se pudo”, respondió Macri, y llamó a los argentinos a trabajar “juntos” aunque “podamos pensar diferente”. El hijo de Franco Macri, dueño de una de las grandes fortunas de Argentina, construida a lo largo de décadas gracias a jugosos contratos con el Estado, que también supo asumir sus cuantiosos pasivos, en 1982, prometió a su auditorio hablarles “siempre con la verdad” y contarles “cuáles son los problemas” de gestión. “Estoy acá porque creo en ustedes, y ustedes merecen vivir mejor. Les prometí armar un gran equipo, está listo para trabajar”, dijo sobre su gabinete ministerial, integrado especialmente por exgerentes y altos ejecutivos de trasnacionales. “Necesito que todos nos acompañen, nos alerten cuando nos equivocamos, participen. No somos infalibles”.
EL BAILE
Macri convirtió al balcón, escenario de grandes y fallidos discursos a lo largo de la historia, en una pista de baile. Al compás de 'No me arrepiento de este amor', una balada de Gilda, la cantante que perdió la vida en un accidente automovilístico hace 19 años y es considerada una santa popular, hacedora de milagros, el presidente empezó a mover su cuerpo, yendo de derecha a izquierda, meneando la cintura, ante el júbilo de los presentes. Había llegado a la Casa Rosada en un Volkswagen blanco, procedente del Congreso. Atravesó la españolísima avenida de Mayo bajo la custodia del regimiento de Granaderos. “Argentina, Argentina”, lo alentaron. El techo del coche se abría y el mandatario se asomaba para agradecer el apoyo. La clase media y alta, que lo llevaron con su voto a la presidencia, le pedían, a su paso, una y otra vez, que no los decepcione.
En el Parlamento, el líder de la coalición Cambiemos trazó los planes rectores de su Administración. Auguró el inicio de un “nuevo tiempo” signado por la cultura del “diálogo” y “el respeto”. Macri dijo que el país tiene un futuro venturoso si abandona la confrontación. Prometió una revolución educativa, una lucha sin cuartel contra el narcotráfico y la corrupción. Defendió la “ética de la superación”, llamó a participar de una “fiesta de la creatividad” y la innovación. Abogó por una nueva reinserción internacional, lejos de Moscú y Pekin, y apoyó una “justicia independiente”. Aseguró a los argentinos que no habrá “jueces macristas”. La mayoría de los diputados kirchneristas decidió no participar de la Asamblea Legislativa en desagravio a Cristina Fernández. Pero a Macri no le faltaron las ovaciones ni los aplausos, entre ellos los de los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff; Chile, Michelle Bachelet; Bolivia, Evo Morales; y el rey Juan Carlos, que asistieron a la ceremonia.
LA IMPACIENCIA
A lo largo de su campaña, Macri evitó mostrarse como un vecino ilustre del Barrio Parque. Se convirtió en presidente porque, además de los sectores altos, lo eligieron millones de personas sin recursos. En medio de rumores de inminentes ajustes, cuando los precios de la canasta básica empiezan a acelerarse, Macri insistió en subrayar que su Gobierno quiere hacer compatible y eficaz el libre mercado con la sensibilidad social. “Quiero darles una vez más la confirmación de que vamos a cuidarlos a todos, en especial a los que menos tienen. El Estado va a estar presente”. Los presidentes suelen tener tres meses de tregua y pasan el verano sin sobresaltos. Macri sabe que, además del kirchnerismo, tiene otro adversario: la impaciencia colectiva.
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