Enemigos irreductibles

Rajoy y Tsipras evitan cualquier gesto de acercamiento en su complicada relación

ROSA MARÍA SÁNCHEZ

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Había expectación por saber si el presidente español, Mariano Rajoy, y su homólogo griego, Alexis Tsipras, iban a cruzar sus manos por primera vez ayer, con ocasión de la cumbre europea en Bruselas. No lo  hicieron en el Consejo Europeo informal del pasado 12 de febrero y, desde entonces, ambos líderes entraron en una espiral de gruesos reproches mutuos que les ha convertido en la imagen de una enemistad difícilmente reconciliable.

Las cámaras de televisión tampoco lograron captar ayer la imagen que buscaban sobre un posible encuentro ni siquiera fugaz, entre Rajoy y Tsipras, aprovechando el momento de distensión que precede al inicio de cada cumbre del Consejo Europeo, antes de que los líderes tomen asiento.

Poco antes del inicio del Consejo Europeo, el presidente español quiso dejar claro que no le había producido ningún malestar haber sido excluido de la minicumbre sobre Grecia que se iba a celebrar al final de la noche con los líderes de Francia, Alemania y Grecia junto a los presidentes del Consejo Europeo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo.

Mariano Rajoy negó la transcendencia de la minicumbre que, según dijo, solo iba a ser una «reunión de buenos oficios» para intentar «limar asperezas» con el fin de «convencer a los griegos de que las normas están para cumplirse y no se pueden saltar». Rajoy dijo no sentir el enfado que sí habían expresado otros líderes europeos, como el primer ministro belga, por no haber sido convocado a esa reunión. Al fin y al cabo, tampoco había sido convocado el italiano Mateo Renzzi. Y la pregunta sobre un posible encuentro bilateral con Tsipras fue despachada por Rajoy con un «yo me reúno con todo el que quiera reunirse conmigo».

Aguar la fiesta

De no haber sido por el protagonismo inusitado de Grecia en este Consejo Europeo, el asunto principal de esta reunión bien podría haber sido la Unión Energética.

Por eso, antes que centrarse en lo que, desde el punto de vista del Gobierno español, solo es «una maniobra de distracción» del Ejecutivo de Tsipras, el presidente Rajoy prefirió ayer ensalzar lo que Moncloa interpreta como un logro particular, y es el apoyo explícito que el Consejo Europeo prestó ayer al Acuerdo de Madrid para acelerar las interconexiones energéticas en Europa. En sus conclusiones, el Consejo alentará a la Comisión Europea a «crear grupos regionales de alto nivel» para garantizar el seguimiento periódico de los avances en la selección y financiación de proyectos de interés común.

A la representación española  también le hubiera gustado haber podido saborear sin sobresaltos el mensaje con el que cada día le regalan los oídos sus socios europeos sobre la recuperación de la economía española que, según remachó el presidente Rajoy, ha dejado de ser considerada como «el enfermo de Europa».