Bruselas respira aliviada y celebra con contención el triunfo del 'no'
las instituciones europeas se han quitado un peso de encima. Siempre dentro de la mesura pero sin dejar lugar para la duda, Bruselas celebró ayer la decisión del pueblo escocés de permanecer en el Reino Unido. Si los días previos a la consulta nadie abrió la boca con el argumento oficial de no interferir en un asunto interno de un Estado miembro, el presidente de la Comisión Europea, el ya saliente Jose Manuel Durao Barroso, se expresó ayer, breve pero contundente, a través de un comunicado.
«El resultado es bueno para la Europa unida, abierta y más fuerte por la que apuesta la Comisión Europea», señaló Barroso, que no compareció ante los medios de comunicación pese a lo señalado de la jornada, fuera cual fuera el resultado.
El peso del bombardeo de preguntas monográfico se lo llevó la portavoz de la Comisión Europea, Pia Ahrenkilde, que evitó, por activa y por pasiva, salirse del discurso de Barroso. Especialmente, a la hora de establecer cualquier tipo de extrapolación con otros movimientos secesionistas en otros Estados de la UE, léase el catalán -«estoy hablando de los resultados de Escocia; nada más y nada menos», repitió en varias ocasiones-. Ni que decir tiene que el rechazo a los movimientos independentistas es el ideario de las instituciones europeas aplicable a todos los casos.
La portavoz tampoco aclaró qué hubiera ocurrido si Escocia se hubiera decantado por la independencia, en lo que a la salida de la UE se refiere, ni cuál hubiera sido el camino de reingreso en el club de los 28.
Más plano, pero en la misma línea, se mostró el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, que dijo «respetar y celebrar» la elección del pueblo escocés de permanecer en el Reino Unido.
Poco después de conocer el desenlace, en una entrevista en una cadena de radio alemana, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, fue más transparente y, literalmente, dijo sentirse «aliviado por el resultado».
Además, Schulz aseguró que el modelo escocés -con la promesa de más competencias a la que se sintió obligado el primer ministro David Cameron al verse amenazado por la victoria del sí- pueda servir para otras regiones con idénticas reivindicaciones.
El que ya no puso ningún filtro fue el comisario europeo de Comercio, el belga Karel de Gucht, al afirmar que la victoria del sí hubiera supuesto «un terremoto político de la naturaleza del imperio soviético». «Hubiera sido el final de la UE como la conocemos», dijo para añadir que, además, se ha evitado el efecto «bola de nieve».
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