PERFIL

El magnate que desafió a Putin

Mijaíl Jodorkovski, ante un tribunal de Moscú, en el 2004.

Mijaíl Jodorkovski, ante un tribunal de Moscú, en el 2004.

L. G.
MOSCÚ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando el mediocre excoronel del KGB Vladimir Putin se convirtió en presidente de Rusia en el 2000, Mijaíl Jodorkovsi ya se había consolidado como el hombre más poderoso del país. Era propietario de la mayor petrolera rusa, Yukos, y el hombre más rico entre los oligarcas rusos con una fortuna estimada en 25.000 millones de euros.

El antiguo miembro del aparato burocrático de la Unión Soviética aprovechó sus contactos para hacerse con una fortuna a través de las privatizaciones de los 90. A finales de la década convirtió a Yukos en la mayor petrolera rusa con un valor bursátil que superaba los 40.000 millones de euros.

Su caída en desgracia coincidió con el primer mandato de Putin como presidente. En el 2003, Jodorkovski fue detenido y acusado de fraude fiscal a gran escala. Tras su detención, Yukos entró en bancarrota debido a sus millonarias deudas fraudulentas con el fisco ruso y los activos de la petrolera fueron vendidos. La mayoría quedaron en manos del Estado.

En mayo del 2005 Jodorkovski y su socio Platon Lébedev fueron condenados a ocho años de prisión por delitos económicos. El segundo proceso contra los exdirigentes de Yukos se celebró en el 2010 y se les declaró culpables de robo del petróleo y blanqueo de dinero. Según Jodorkovski, ambos procesos buscaban legitimar el desmantelamiento de Yukos y la venta de sus activos a la estatal Rosneft.

Muchos en Occidente consideran que el acoso judicial contra Jodorkovski y Lébedev ha sido una venganza del Kremlin por la negativa del expropietario de Yukos de convertirse en un fiel vasallo de Putin. A diferencia de la mayor parte de los oligarcas rusos, el dueño de Yukos no ocultaba sus propias ambiciones políticas y financiaba a la oposición al Kremlin.

Desde su prisión en Siberia, Jodorkovski, de 50 años, se ha convertido en un símbolo viviente de la resistencia a los esfuerzos de Putin por eliminar cualquier cuestionamiento de su liderazgo.