UNA FIGURA EMBLEMÁTICA
La venganza de Allende
El expresidente socialista es un referente para Chile, y Pinochet, una figura incómoda para la derecha
'That son of a bitch, that bastard' (Este hijo de puta, esta bastardo), lo llamó, en 1970, el presidente de EEUU, Richard Nixon, y fue mucho más allá del arte de la injuria. Salvador Allende se mató el 11 de setiembre de 1973, cuando se consumaba el golpe militar patrocinado por Washington, y el rostro de Augusto Pinochet todavía no era conocido por la mayoría de los chilenos. A pocos días de que se cumplan 40 años de aquella conjura, muy pocos se acuerdan en Chile de Nixon y su promesa, cumplida, de «hacer chirriar», hasta que cayera, el Gobierno de la Unidad Popular. Pinochet es una figura incómoda para la derecha. Allende, sin embargo, sigue allí, interpelando a la sociedad.
«Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición», dijo, en su alocución radial, en la mañana del 11 de septiembre. Esa voz, con toda su hondura dramática, no deja de escucharse todavía hoy.
«No estoy de acuerdo con aquellos que creen que a partir de lo que hizo Salvador Allende hay que pedir excusas. ¡No señor! No me cabe duda de que hubo errores, pero no horrores, que es distinto», dijo el expresidente Ricardo Lagos, en un reciente seminario internacional dedicado al hombre que quiso construir el socialismo pacíficamente. «La separación de poderes en este país existía y se respetaba hasta el 11 de septiembre», añadió. Lagos, como tantos otros, citó la última intervención radiofónica. «En virtud de ese discurso, no tengo nada que explicar salvo lamentar su muerte en defensa de la Constitución», afirmó.
Películas y libros
Y de ese mensaje definitivo hablarán las tres películas que se preparan para evocarlo: 'Allende, tu nombre me sabe a hierba', de Miguel Littín; 'Allende: La Película', de Juan Carlos Meléndez, centrada en sus últimas 24 horas, y el documental 'Goodbye Allende'.
En las librerías de Santiago abundan los ensayos y las biografías. Una estatua mira hacia el Palacio de la Moneda, donde dejó su vida. Un museo y centro cultural lleva su nombre. Los muros del museo se han constituido en una suerte de línea de tiempo. Sobre las paredes, los visitantes pueden escribir, dibujar o dejar fotografías de lo que han pensado o sentido en estos 40 años. Allende es la palabra que se repite.
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