REPERCUSIONES DEL 'CASO L'OREAL'
El vulnerable Sarkozy
La justicia ha dado al traste con la tentación de Nicolas Sarkozy de regresar a la arena política. Al menos mientras siga imputado en el caso Bettencourt sobre financiación ilegal. El correoso juez Jean-Michel Gentil -por lo visto de gentil solo tiene el apellido- se ha cruzado en su camino. Tras organizar por sorpresa un careo con cuatro antiguos empleados de la multimillonaria heredera de l'Oreal, Liliane Bettencourt en el Tribunal de Burdeos, el magistrado vio elementos suficientes para considerar que el expresidente pudo cometer un delito de «abuso de debilidad» de la rica octogenaria a fin de conseguir sustanciosas aportaciones a la campaña que le llevó al Elíseo en el 2007.
En el caso de que sea procesado y juzgado, se arriesga a una condena de tres años de prisión, una multa de 375.000 euros y cinco años de inhabilitación para ejercer cargos públicos.
La noche del jueves, Sarkozy no daba crédito a sus oídos cuando le cayó encima, como una losa, la decisión del juez. Estaba tan convencido de que el juez no podría encontrar nada contra él, que ya acariciaba la posibilidad de un retorno. Diez meses después de ser derrotado en las urnas por François Hollande, incluso se había mostrado dispuesto a optar a las presidenciales del 2017, aunque aducía que lo haría «por deber» para sacar a Francia de la calamitosa situación en la que, a su juicio, se precipita el país a causa de la política del Gobierno socialista.
Quizá subestimó a la justicia. Hasta ahora, el expresidente se enorgullecía de que todas las acusaciones en diferentes casos político-financieros no habían dado pie a ningún proceso. En el caso Bettencourt, que empezó en el 2007 como una virulenta guerra familiar, el delito de financiación ilegal ha prescrito, pero el juez Gentil ha centrado sus pesquisas en determinar las veces que Sarkozy visitó a la anciana -las versiones del personal y del expresidente no coinciden- y si se aprovechó de que esta tenía las facultades mentales disminuidas.
La decisión de imputar al exjefe del Estado ha caído como una bomba en Francia. No es que Sarkozy sea el primero -su antecesor Jaques Chirac ha sido juzgado y condenado por los empleos ficticios del Ayuntamiento de París- pero el tenor de la acusación resulta especialmente incómodo. «¿Quién puede imaginar que Sarkozy ha abusado de una anciana? ¡Es grotesco!», se indignó el exministro de Interior, Claude Gueant. No fue el único. La derecha tachó la imputación de «encarnizamiento judicial» además de «injusta y calumniosa».
Reproches de la izquierda
Tanto la magistratura como la izquierda reprocharon a los conservadores su reacción «poco respetuosa» con la justicia. Los socialistas, que estos días han tenido que tragar con la dimisión de su ministro del Presupuesto, Jérôme Cahuzac, investigado por una supuesta cuenta en Suiza, no dudaron en defender la independencia de Gentil. «Sarkozy nunca ha pretendido ser tratado mejor que los demás, pero tampoco peor», declaró el abogado del expresidente, Thierry Herzog, que recurrirá la imputación.
Al margen del desenlace judicial, según los analistas, Sarkozy saldrá políticamente «fragilizado». «Este episodio revitaliza la imagen de presidente de los ricos», dijo el especialista político Mikaël Darmon.
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