Crisis en la educación universitaria
La deuda estudiantil, nueva diana de los indignados de EEUU
Cuando salieron de la universidad, él y ella tenían sendos títulos en Derecho. También una deuda combinada de más de 90.000 euros. Destinaban cada mes más dinero a devolver los créditos estudiantiles que a la hipoteca y, con dos hijas, recuerda él, «seguíamos pagando nuestra educación cuando se supone que debíamos estar ahorrando para la de nuestras hijas». Pese a lograr buenos empleos, necesitaron casi diez años para saldar su deuda.
El caso de esta pareja es, dentro de lo que cabe en Estados Unidos, afortunado. Pero se graduaron hace dos décadas, cuando la crisis estaba lejos. Y no son gente corriente: son el presidente de EEUU y su esposa, Barack y Michelle Obama.
Hoy, la realidad de la deuda universitaria azota con una fuerza inigualada la sociedad estadounidense, donde en el 2010, por primera vez, esa deuda superó la cantidad que se debe a las tarjetas de crédito y rozó los 750.000 millones de euros, cinco veces más que en el 2000.
Dos de cada tres graduados salen de la universidad con una media de 19.000 euros de deuda cada uno (un 5% más que en el 2009). Y en un momento en que el salario medio de un recién titulado está en 20.000 euros, el paro entre ellos se ha doblado respecto del 2007 y las perspectivas apuntan a infraempleo crónico durante años, la devolución de esos préstamos se ha hecho para muchos misión imposible: en el 2009 cerca del 9% entró en impago y por cada afectado se calcula que dos más iban atrasados en sus pagos.
OCUPA LOS CAMPUS/ Aunque hace ya algún tiempo que está viva en EEUU la denuncia de las severas injusticias del sistema de créditos universitarios públicos y privados y de los problemas de la educación superior (también tanto pública como privada), el tema ha encontrado ahora una plataforma en el movimiento originado en Ocupa Wall Street.
Tras el desalojo de muchas acampadas de todo el país, los campus son el epicentro de la protesta con más potencial. Y la lucha contra una deuda que desde el 2005 no se puede eliminar ni declarándose en bancarrota es su batalla más definida.
Obama presentó el mes pasado un plan para rebajar del 15% al 10% el porcentaje de ingresos de un trabajador que como máximo debe destinarse a devolver un crédito estudiantil federal y rebajó también de 25 a 20 años el plazo máximo tras el que se condonaría el resto de deuda pendiente. Pero son propuestas insuficientes para los indignados.
Se ha lanzado, por ejemplo, Ocupa la deuda estudiantil, iniciativa que recoge firmas de estudiantes, profesores y cualquiera que apueste por una financiación federal total en instituciones públicas, la eliminación de intereses en todos los créditos estudiantiles y mayor transparencia en los centros privados. Los estudiantes se comprometen a dejar de hacer pagos una vez que un millón haya sumado su firma.
«Los impagos ya se están produciendo, pero los hace gente aislada cuyas vidas están destrozadas, y es moralmente aceptable hacerlo en masa, actuar públicamente en una amenaza colectiva», explica Andrew Ross, integrante del grupo de educación de Ocupa Wall Street y profesor de análisis social y cultural en NYU (la universidad privada de Nueva York con el índice de endeudamiento más alto del país).
POLITIZACIÓN Y RESPONSABILIDAD/ Ross, que apunta que «a los estudiantes de EEUU les cuesta más tiempo politizarse que a los de otros países», advierte que los créditos de entidades y bancos privados son los que van a aumentar más rápido en la próxima década y recuerda que son «los más depredadores» pues, a diferencia de los préstamos federales, no tienen limitaciones impuestas por el Congreso como un techo del interés.
Como ocurrió en el caso de la crisis de las hipotecas, hay quien apunta a la responsabilidad individual que un universitario debería ejercer antes de endeudarse para denostar las campañas como la de Ross contra la deuda estudiantil. Algunos asumen que se han dejado llevar por la obsesión por entrar en un campus de prestigio sin estudiar todas las consecuencias. Pero muchos expertos apuntan a las paradojas del sistema para abogar por su cambio.
«Se dan créditos a 60 años por decenas de miles de euros a gente que no tiene aún edad para pedir un vaso de vino en un restaurante», dice Claudia Dreifus, profesora de Columbia y coautora del libroHigher Education, que apunta las diferencias entre hace unas décadas, cuando las matrículas eran bajas y se animaba la movilidad de clases, y la actualidad. «Ahora se mantiene a la gente estancada con obligaciones extremas -dice- y la gente joven aprende esto demasiado tarde».
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