Aniversario de un acontecimiento histórico

El golpe que hundió la URSS

Un moscovita abraza a un comandante que desertó y envió a su unidad a defender el Parlamento.

Un moscovita abraza a un comandante que desertó y envió a su unidad a defender el Parlamento.

DMITRI POLIKÁRPOV
MOSCÚ

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El 19 de agosto de 1991, mañana hace 20 años, tanques y carros blindados invadieron el centro de Moscú. Los militares se hicieron con el control de los edificios estatales, de la torre de televisión y de la sede de correos. Poco después, un grupo de altos cargos políticos de la Unión Soviética anunciaron el traspaso del poder al Comité Estatal de Emergencia (GKChP) a causa de una «grave y repentina enfermedad» del presidente soviético, Mijaíl Gorbachov. En términos usuales eso significaba un golpe de Estado perpetrado por el ala ortodoxa del Partido Comunista de la URSS, contraria a las reformas liberales emprendidas por el padre de laperestroika(reconstrucción).

En aquellos momentos el propio Gorbachov estaba encerrado con su familia en una residencia estatal ubicada en la península de Crimea, a las orillas del mar Negro. Según la versión oficial, los golpistas le cortaron todas las líneas de comunicación con el mundo exterior y el presidente seguía las noticias a través de un obsoleto radiorreceptor que había encontrado en el desván de su villa. Tampoco había mucho que ver y escuchar. Los dos canales estatales de televisión ponían durante todo el día el balletEl lago de los cisnesinterpretado por el teatro Bolshoi.

Veinte años después, Gorbachov tacha de «traidores» responsables de la posterior desintegración de la URSS a los integrantes de GKChP que le apartaron del poder entre el 19 y el 21 de agosto. Entre los golpistas se encontraban sus protegidos y «amigos» de toda la vida como el presidente del Soviet Supremo o Parlamento, Anatoli Lukiánov. «Había que ser muy idiota para dar una asonada. Pero había que sacar de en medio al viejo Gorbachov. Me había convertido en una figura incómoda para los reaccionarios. Me habían llamado muchas veces para advertirme de que iba a haber un golpe», dijo ayer el antiguo presidente soviético en una rueda de prensa convocada en Moscú con motivo del vigésimo aniversario del golpe de agosto.

FIRME RESISTENCIA/ El complot, protagonizado por altos cargos políticos y militares soviéticos, fracasó por la firme resistencia del pueblo y de las autoridades de la Federación Rusa, lideradas por el presidente Boris Yeltsin. Sus autores fueron detenidos, pero los hechos precipitaron el fin de una URSS ya fragilizada por tendencias independentistas. Al darse cuenta de que el poder central ya estaba incapaz de controlar la situación en el país, las repúblicas de la URSS proclamaron su independencia una tras otra. Primero lo hicieron Letonia, Lituania y Estonia. Les siguieron Georgia, Ucrania, Bielorrusia y las demás caucásicas y las cinco centroasiáticas. El 25 de diciembre de 1991, Gorbachov anunció su dimisión y el final del imperio soviético.

«El pueblo jugó un papel decisivo y Yeltsin también. Lo importante era evitar un derramamiento de sangre. Podía estallar una guerra civil. Éramos una potencia con armas nucleares», dijo Gorbachov, que actualmente tiene 80 años. El político, que llegó al poder en 1985, elogió también el coraje mostrado por el Ejército soviético al no asaltar la Casa Blanca, entonces sede el Parlamento ruso, donde se habían congregado Yeltsin y miles de adversarios del golpe.

Al mismo tiempo Gorbachov culpó a Yeltsin, el primer dirigente ruso en ser elegido por sufragio universal en junio de 1991, por incumplir sus promesas, lo que, a su juicio, condenó a la URSS. «Hablábamos y decía que había que conservar la Unión. Después se iba a casa, se lavaba, comía y a mis espaldas decía todo lo contrario. Yo creo que la moral y la política deben ir de la mano. No puedo llegar a acuerdos con gente así», comentó. Yeltsin heredó el despacho de Gorbachov en el Kremlin al convertirse Rusia en sucesora legitima de la Unión Soviética.