VESTIGIOS DEL PASADO

Como en la guerra fría

DMITRI POLIKÁRPOV
MOSCÚ

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La Unión Soviética mantenía a mediados del siglo pasado redes de espionaje en todo el mundo. En Estados Unidos, el agente soviético Rudolf Abel, que en realidad se llamaba Vílyam Fisher, controlaba desde Brooklyn, en Nueva York, una amplia red de agentes en comunicación constante con Moscú a través de su propio sistema de codificación.

El grupo de ilegales (agentes que no tienen cobertura diplomática) de Abel funcionó con éxito durante muchos años. Hasta que fue detenido en 1957, informaba a Moscú sobre los preparativos estadounidense para un ataque nuclear contra la URSS. En 1962, Abel fue canjeado en Berlín por Francis Powers, piloto estadounidense que cumplía condena en una cárcel soviética bajo la acusación de espionaje. En Moscú Abel trabajó en el servicio secreto y participó en la formación de nuevos agentes.

En América Latina

Otra amplia red funcionó en América Latina para desarrollar operaciones especiales en caso de que estallara una guerra con EEUU, según datos del Servicio ruso de Inteligencia (SVR). El último escándalo de espionaje con expulsión de varios agentes rusos ocurrió en el 2007, cuando el Gobierno británico declaró persona non grata a cuatro diplomáticos rusos en respuesta a la negativa de Moscú a extraditar a Andrei Lugovoi, principal sospechoso del asesinato en Londres del exagente del KGB Aleksandr Litvinenko.

A pesar de ese amplio historial, los veteranos del espionaje soviético dan poco crédito a la posibilidad de que el FBI hayan desarticulado una verdadera red de espías. «La información que se ha publicado sobre la presunta red de espías recuerda una novela de espionaje inspirada en una trama de Viejo Testamento. Moisés envió a sus 12 espías a buscar la Tierra Prometida casi con la misma misión que la que tenían, según los medios de prensa, los 11 detenidos por los servicios especiales estadounidenses», dijo a este diario Oleg Nechiporenko, excoronel del KGB.