Los norcoreanos de Japón viven hostigados tras el reto nuclear

JORDI JUSTE / KYOTO

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Japón tiene 127 millones de habitantes, entre los que hay unos dos millones de extranjeros. De estos últimos, casi una tercera parte --más de 650.000 inmigrantes-- son originarios de las dos Coreas. Los del sur no tienen problemas, pero los del norte son víctimas de amenazas telefónicas y por correo en sus casas y verbales cuando salen a la calle.

La mayoría han nacido en territorio japonés, ya que son hijos, nietos o bisnietos de los cientos de miles de trabajadores que cruzaron en la primera mitad del siglo XX el mar de Japón. Muchos de esos coreanos fueron trasladados por la fuerza, tras la ocupación japonesa. Sin embargo, algunos expertos en inmigración sostienen que los coreanos que se han quedado en Japón son los que emigraron voluntariamente.

Existen concentraciones importantes de coreanos como la del barrio de Tsuruhashi, al sur de Osaka. La barriada es famosa por su mercado, rico en especialidades del país vecino, como el kimuchi (encurtidos picantes) y sus numerosos restaurantes de carne asada. Paseando por sus callejuelas es fácil oír hablar en coreano a dependientes y clientes. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los coreanos residentes en Japón pasan desapercibidos. Muchos han adoptado nombres japoneses para su vida pública y reservan los coreanos para el ambiente familiar o sus relaciones con otros miembros de la comunidad. Pero hay excepciones como la del millonario Masayoshi Son, que no ha renunciado a su apellido coreano.

Aunque hablar de "comunidad única" es difícil, porque en realidad los coreanos están casi tan divididos aquí como en la península de Corea. Existen dos asociaciones: Mindan, partidaria del régimen de Seúl, y Chongryon, favorable al de Pyongyang. Los miembros de la primera entidad tienen la nacionalidad de la República de Corea, el único estado coreano reconocido oficialmente por Japón. Los de la segunda retienen la del estado que dejó de existir tras la guerra de Corea. Actualmente, los partidarios del norte son una cuarta parte. Su número se ha visto reducido en los últimos años, especialmente tras reconocer Pyongyang el secuestro de japoneses durante los años 70 y 80, y al trascender que miembros de la organización podrían estar implicados.

CIUDADANOS ACTIVOS

A pesar de ser minoritarios, los coreanos fieles a Pyongyang son en muchos aspectos los más activos. Gestionan 60 escuelas y numerosos locales de reunión, que además actúan como embajadas en la práctica, puesto que Japón no mantiene relaciones con la República Popular Democrática de Corea. Además, organizan viajes a Corea del Norte y tienen empresas especializadas en comerciar con su país, al que mandan dinero para paliar las penurias de sus familiares. También son, obviamente, los que más sufren los avatares políticos de las relaciones internacionales.

Los norcoreanos sufren el impacto económico de las sanciones económicas impuestas por Japón. Y lo que es peor, cada paso de Pyongyang para dotarse de un arsenal nuclear, supone una nueva oleada de amenazas telefónicas, por carta y personales. Frecuentemente se les acusa de exportar a Corea del Norte piezas y material para el programa de armamento nuclear del presidente Kim Jong-il. Sin ir más lejos, la semana pasada un ultraderechista, de 27 años, fue detenido por la policía tras mandar a una sede de Chongryon una carta con graves amenazas.

DOS MODELOS

Por su parte, los partidarios del sur pasan más desapercibidos. Defienden los derechos de sus asociados y organizan actividades culturales dedicadas a mantener su identidad y a promover lo coreano entre los japoneses. Pero, a diferencia de sus compatriotas del norte, son partidarios de integrarse plenamente en la sociedad japonesa. Por ejemplo, Mindan reclama el derecho de los coreanos a ser funcionarios y a votar en las elecciones locales, algo que rechaza el Chongryon.

Posiblemente, esa voluntad de integrarse en la sociedad de Japón es la responsable de que cada año unos 10.000 coreanos adopten la nacionalidad japonesa. Además, hoy, más del 80% de los matrimonios de esa comunidad se casan con japoneses y que la mayoría desconozcan ya el idioma de su país de origen.

CAMBIO DE IDIOMA

Saheja, una coreana de 25 años, que además de japonés habla español con fluidez, confiesa que cuando viajó a Corea por primera vez, hace algunos años, se sintió frustrada por no poderse comunicar en coreano. "Los coreanos hablamos en japonés, también entre nosotros. En mi casa solo usamos algunas palabras coreanas mezcladas con el japonés. Mis abuelos sí lo hablaban, pero mis padres ya no. Yo ahora he comenzado a estudiarlo", afirma, mientras luce orgullosa su vestido tradicional en Kioto.