UN NEGOCIO EMBLEMÁTICO GALARDONADO Y CON HISTORIA

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Seis décadas entre mesas  8Mercè Casajuana posa con sus hijos David y Ariadna, en el restaurante.

Seis décadas entre mesas 8Mercè Casajuana posa con sus hijos David y Ariadna, en el restaurante.

LUIS BENAVIDES
BARCELONA

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«Un camarero no es un transportista de platos. El cliente merece una atención personalizada, detalles como una mirada o una sonrisa», cuenta Ariadna Peñaranda, tercera generación al frente del restaurante Casajuana (Sant Antoni Maria Claret, 27).

Situado en el Camp d'en Grassot, el restaurante supera el medio siglo de vida en un estado de forma envidiable. Con las recetas caseras de siempre y un agradable bullicio a todas horas. Por todo esto, la familia propietaria ha recibido este año, coincidiendo con el 60º aniversario del negocio, el máximo galardón gracienc, el Premi Vila de Gràcia, al mejor establecimiento del distrito.

No es el primer premio que recibe la familia. «Mis abuelos fundaron el restaurante en 1954, pero hace 13 años fue demolido todo el bloque y estuvimos dos años parados. Cuando abrimos, los vecinos y clientes nos regalaron una placa de agradecimiento. Nos echaban de menos porque decían que dábamos mucha vida», recuerda Peñarada.

Integrado en el barrio

«El Casajuana forma parte de la vida de muchas personas, de todas las edades», subraya la nieta del fundador, Josep Casajuana. «Tenemos muchos clientes de edad avanzada, que viven solos. Vienen aquí, se sientan y no tienen la sensación de estar comiendo solos. Aquí están como en su segunda casa», cuenta Peñaranda, quien estudió una carrera, trabajó en diferentes empresas y volvió al restaurante hace más de 10 años. La familia tira mucho. «Hemos mamado el negocio desde pequeños. Éramos unos críos y ya ayudábamos preparando pan con tomate sin parar», añade.

Su hermano, David Peñaranda, de 34 años, lleva más de media vida detrás de la barra del Casajuana. «De pequeño no quería estudiar. Mi abuelo era mi gran referente. Me encantaba salir con él a comprar a la bodega o al estanco, y tenía claro que quería trabajar en el restaurante familiar», explica el joven, quien dice haber heredado algo de la personalidad de su abuelo, fallecido hace apenas seis años. «En apariencia era serio, y podía parecer algo frío en el trato, pero se fue con el aprecio de muchísimas personas que todavía le recuerdan», añade Peñaranda.

Mientras sus hijos Ariadna y David están de cara al público, Mercè Casajuana, de 62 años, la mayor de las tres hijas del fundador, dirige los fogones. En su menú nunca falta algo de verdura, de plancha y guisos. «Seguimos haciendo las recetas caseras que aprendí de mi madre. Como los callos con garbanzos, el ternasco y el fricandó. ¿El secreto? Pochar bien la cebolla», detalla con mucha humildad la cocinera

La palabra jubilación no existe en su vocabulario. Y es que las cuatro paredes del restaurante la han acompañado toda su vida. «Aquí conocí a mi marido. Yo tenía 15 años y él era un comercial muy atractivo. Venía cada vez más a menudo, y un día comenzamos a hablar. Todo fue despacito. Eran otros tiempos», recuerda con una tímida sonrisa Casajuana.