Conferencia de Seguridad de Múnich

Con Putin lanzado y EEUU maniatado, Europa constata las limitaciones de su liderazgo en Ucrania

El rearme europeo toma cuerpo en Múnich ante un Putin insaciable

Una de las reuniones de la Conferencia de Seguridad de Múnich: el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, se reúne con el presidente azerí.

Una de las reuniones de la Conferencia de Seguridad de Múnich: el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, se reúne con el presidente azerí. / EFE

Ricardo Mir de Francia

Ricardo Mir de Francia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada este fin de semana en la capital bávara, ha sido un amargo baño de realidad. Una cita muy distinta a la del año pasado, cuando algunos vaticinaron que la derrota estratégica de Rusia podía ser solo cuestión de meses. Desde entonces, todo ha empeorado exponencialmente. Moscú ha recuperado la iniciativa en el campo de batalla y ha logrado sobreponerse al mayor paquete de sanciones de la historia con una economía de guerra que crece más que las de sus rivales. Ucrania está exhausta y sus fuerzas, faltas de munición. Entre medio, la unidad política de Occidente hace aguas, con la ayuda militar de Estados Unidos encallada en el Capitolio. Parte de Europa quiere llenar ese vacío, pero no puede. Y todo es susceptible de empeorar si el republicano Donald Trump recupera la Casa Blanca en noviembre.

La ansiedad de los europeos quedó patente durante las tres jornadas de deliberaciones, abiertas con la macabra noticia de la muerte en custodia de Alexéi Navalny, el principal opositor al régimen de Vladímir Putin. La posibilidad de que la ayuda estadounidense se evapore durante una temporada sobrevoló la reunión. “Los europeos debemos hacer mucho más por nuestra seguridad, tanto ahora como en el futuro”, afirmó el canciller alemán, Olaf Scholz. Su país es ahora el segundo mayor donante de armas para Kiev y, por primera vez desde el final de la Guerra Fría, gastará este año un 2% de su PIB en Defensa, el umbral mínimo pactado en la OTAN. Pero como reconoció el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, por más que lo intente, Europa no podrá llenar el vacío de EEUU. El rearme europeo en curso llevará tiempo, después de que buena parte del continente adelgazara sus ejércitos tras la caída de la URSS y desmantelara el grueso de su capacidad industrial para producir armamento.

“Rusia ha aprendido muchas lecciones y está produciendo más munición y equipamiento del que nosotros podemos proporcionar colectivamente”, dijo el presidente checo y general retirado, Petr Pavel. “Tenemos que ser tan creativos y flexibles como los ucranianos lo están siendo sobre el terreno y buscar recursos donde sea”. Bruselas reconoció recientemente que no podrá entregar en marzo el millón de obuses de artillería para Ucrania a los que se había comprometido. Y parte del continente sigue sin hacer los deberes en lo que al gasto militar respecta. De acuerdo con la propia OTAN, solo 18 de sus 31 miembros gastarán este año el 2% en Defensa. Una realidad que Trump aprovechó en los días previos a la cumbre de Múnich para alimentar la zozobra trasatlántica al afirmar que dejará al Kremlin “hacer lo que le dé la gana” con los países morosos. 

Dudas sobre la estrategia occidental

Si bien pocos quisieron hacer más sangre en la herida de una Europa que no estaba preparada para hacer frente al desafío de Putin, hubo espacio para algunas dosis de autocrítica frente la estrategia gradualista seguida por Bruselas y Washington en la entrega de armas a Ucrania. Una estrategia que le ha permitido sobrevivir, pero nunca ganar la guerra, dada su falta de superioridad aérea o las serias limitaciones de sus unidades mecanizadas o sus defensas antimisiles. “Quizás hemos dudado demasiado y con demasiada frecuencia”, dijo el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “Hace dos años, estábamos listos para entregar cascos. Hoy estamos proporcionando F-16. Si hubiéramos tomado esa decisión antes, quizás la guerra hubiera sido diferente”. Kiev necesita con urgencia munición de artillería y misiles de largo alcance, como repitieron sus líderes en Múnich.

Sin una industria militar capaz de abastecer a tiempo las necesidades de Kiev, Europa busca armas debajo de las piedras, consciente de que una partición de facto de Ucrania, como la que existe ahora, acercará Rusia a sus fronteras y probablemente envalentonará a Putin. No en vano, Stoltenberg aseguró que, según la inteligencia que maneja la OTAN, Rusia podría dar otro zarpazo en un plazo de entre tres y cinco años, probablemente contra uno de los pequeños países bálticos. Sin embargo, como viene sucediendo desde el principio de la invasión, la amenaza rusa se percibe con distinta intensidad en función de las latitudes. Desde Berlín hasta el Báltico, el antiguo espacio comunista, genera emociones viscerales.  Un nudo en la garganta que se diluye cuanto más al oeste se desplaza la geografía.

Buenas palabras, ausencia de compromisos

Esa disparidad de criterios está reavivando los rencores en el continente. “No veo una sensación de urgencia”, se quejó la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. “Dinamarca ha donado todas sus reservas de artillería, pero en Europa sigue quedando munición almacenada que podría ir a Ucrania”. Las buenas palabras en la capital bávara no se han traducido en nuevos compromisos. “Veo voluntad política, pero se tiene que traducir en acciones”, aseguró el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba.

Y para desesperación de Kiev, tampoco Washington parece barajar alternativas a la estrategia política de la Casa Blanca para aprobar en el Congreso los 60.000 millones de dólares que esperan la venia de los republicanos en la Cámara Baja. “No tenemos un plan B”, reconoció en Múnich la vicepresidenta, Kamala Harris.

Suscríbete para seguir leyendo