Monarquía

El rey de Tailandia, el único que podría salvar a Daniel Sancho si es condenado a muerte

El pueblo percibe a Vajiralongkorn como un bala perdida, coleccionista de mujeres e hijos extramatrimonialesexcéntrico, violento y fiestero

'Caso Daniel Sancho', en directo: La madre, Silvia Bronchalo, llega a la prisión de Tailandia para visitar a su hijo

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El rey Maha Vajiralongkorn de Tailandia se coronó en 2019 con boato en el Gran Palacio Real de Bangkok, lo que consolidaba el inicio de una nueva época en el país tras la de su padre, el venerado Bhumibol Adulyadej, fallecido en 2016. El monarca, de 70 años, estuvo acompañado por su esposa, la reina Suthida, una antigua azafata de vuelo con la que se desposó y elevó al trono por sorpresa, así como de miembros de la familia real, el Gobierno y el Consejo Privado del Rey.

Es el segundo de los cuatro hijos que nacieron fruto del matrimonio del antiguo monarca y su bella esposa, la Reina Sirikit. Vajiralongkorn fue educado en escuelas privadas en Gran Bretaña y Australia, además de graduarse en el Royal Military Universidad de Duntroon, en Canberra, y cursar sus estudios en la Universidad de Nueva Gales del Sur. También es licenciado en Derecho por la Sukhothai Thammatirat University de Bangkok. En la década de 1970, cuando era un joven piloto militar, participó en operaciones contra la insurgencia de las fuerzas comunistas en Tailandia. Ahora es el único que puede librar a Daniel Sancho de la pena de muerte.

Rama X, educado en universidades extranjeras y apasionado de Alemania, donde pasa largas temporadas, es conocido por tener la mente más abierta que sus predecesores en un país donde la poligamia estuvo permitida en la monarquía hasta 1935. Aún así, nombró a una consorte real dos meses después de casarse con la reina Suthida, algo que probablemente no habría llegado a la prensa occidental si no fuera por lo que ocurrió poco después. 

En 2020, sorprendió a todo el mundo cuando decidió lidiar con la epidemia del coronavirus desde un hotel de lujo de los Alpes nevados, a miles de kilómetros de las cálidas playas tailandesas, junto a su séquito de sirvientes y concubinas.

El Gran Hotel Sonnenbichl no parece el peor lugar para soportar los rigores del confinamiento. Se levanta a los pies de los Alpes y ofrece una gloriosa panorámica de la que emerge el Zugspitze, la montaña más alta del país. En la decoración de sus suites transpira ese lujo regio de las viejas capitales centroeuropeas. Y estos días es, además, el único hotel de la localidad de Garmisch-Patenkirchen que ha ignorado la prohibición de apertura. Un portavoz del distrito ha justificado el “permiso especial”  en el “grupo homogéneo y sin fluctuaciones” que forman los huéspedes, asegura el diario alemán 'Bild'. Quizá influyera también que Vajiralongkorn sea el monarca más rico del mundo.

Del actual rey no esperaban mucho los tailandeses, pero esa huida oprobiosa se ha juzgó excesiva incluso para sus estándares. Ni siquiera la draconiana Ley de Lesa Majestad, que castiga cualquier crítica a la monarquía con 15 años de cárcel, acalló esta vez al pueblo.

La monarquía fue la institución más reverenciada del país mientras el rey Bhumibol ocupó el trono. Su muerte, dos años atrás, sumió al pueblo en un insoportable duelo que el inminente relevo por su hijo no ayudó a aliviar. Mientras Bhumibol vestía mundanas camisetas, su hijo aparecía en tirantes y tatuado. Cuando el primero recorría las provincias agrícolas y se fotografiaba con los campesinos, el segundo derrochaba en fiestas y banquetes pantagruélicos. Y si el rey fallecido sufragaba proyectos e infraestructuras en las regiones más pobres, el actual nombraba mariscal a su perro Foo Foo, lo llevaba a las recepciones oficiales y organizaba un funeral de cuatro días a su muerte.

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