Abierta hasta el 3 de octubre

Balenciaga, una exposición para quitarse el sombrero

El actual director creativo de la casa Balenciaga, Demna Gvasalia, deja patidifuso al mundo entero con sus últimos Crocs 'stiletto'

El Museu del Disseny de Barcelona acoge la primera muestra internacional de las piezas escultóricas y magnéticas con las que el 'Maestro' de la alta costura remataba sus 'total look' pioneros

Expo sombreros Balenciaga

Expo sombreros Balenciaga / JOAN CORTADELLAS

Laura Estirado

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Por segundo verano consecutivo, el sombrero más vendido en las tiendas de centros comerciales como el de Glòries de Barcelona es el de pescador. El 'bucket hat', con un origen nada 'fashion' a principios del siglo XX, se convirtió en objeto de deseo cuando lo adoptó Audrey Hepburn y cuando, en los 80, se lo encasquetaron raperos y estrellas del hip-hop. Ahora vive su segundo momento, y se vende como churros entre los modernos que frecuentan arenales y festivales y entre los que turistean por la ciudad. No muy lejos de ese eje comercial, a 400 metros, el Museu del Disseny de Barcelona acoge desde este jueves, y hasta el 3 de octubre, una exposición dedicada a otro tipo de sombreros que nada tienen que ver con los que ahora se producen en cantidades industriales.

En 'Balenciaga. La elegancia del sombrero' se rinde pleitesía a esas obras de arte escultóricas, únicas y exquisitas, con las que el 'Maestro' de la alta costura de Getaria (Gipuzkoa) se avanzó varias décadas al crear 'total looks', de pies a cabeza, para sus clientas de alto postín, las 'balenciagas', entre las que se contaban damas de la alta sociedad, la nobleza, artistas y hasta reinas, desde Ana María Torres de Gili, esposa del editor Gustavo Gili, que donó 200 sombreros y conjuntos a Barcelona -algunos de los cuales se exhiben ahora-, a Marlene Dietrich, Greta Garbo, Ava Gardner, Jackie Kennedy, Grace Kelly, la marquesa de Casa Torres, abuela de la reina Fabiola de Bélgica -ambas clientas-, o la 'nietísima' Carmen Martínez Bordiú, cuyo vestido de novia ideó el costurero vasco poco antes de morir en Jávea (Alicante) el 24 de marzo de 1972, a los 77 años.

El hijo de un humilde pescador y una modista no solo reinó en París y llegó a ser el diseñador más caro del mundo, sino que alcanzó la devoción de sus coetáneos. Si Coco Chanel se refería a él como "el único auténtico 'couturier' entre nosotros, capaz de diseñar, cortar, montar y coser un vestido de principio a fin", Christian Dior admitió que con los tejidos todos hacían lo que podían y Balenciaga, "lo que quería". Fue la obsesión y el padre espiritual de Halston, el gran amigo de Givenchy y el maestro de Ungaro.

El remate de la silueta

Desde hace 10 años el legado del modisto se guarda, se estudia y se exhibe con celo en su localidad natal, en el jovencísimo Museo Cristóbal Balenciaga, coartífice de esta muestra, y adonde esta viajará en mayo de 2022. Los vestidos y trajes de Balenciaga se han expuesto en los principales museos del mundo, desde el Metropolitan Museum de Nueva York, a la Fundación de Moda de Tokio o el Museo del Tejido de Lyon. Pero nunca antes hasta ahora sus tocados, casquetes, pamelas, turbantes y boinas habían protagonizado en solitario una exposición como esta, a la que le ha dado la bienvenida el teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que ha resaltado que, como Balenciaga, "Barcelona ha sido una ciudad de referencia internacional en materia de moda y de diseño" y "quiere seguir siéndolo en el futuro". Por su parte, Igor Uría, conservador del museo de Getaria ha remarcado que lo que hoy llamaríamos 'complemento' para Balenciaga no lo era, sino más, "era imprescindible, el remate que coronaba su silueta. El sombrero era tan imprescindible que era su ideal estético".

En Barcelona abrió su taller el modisto en 1935, en la calle Santa Teresa número 10 (hoy su tienda está en el número 101 del paseo de Gràcia). Un año después de hacer lo propio en Madrid, y tras servir a clientas exquisitas como a la reina María Cristina o a la princesa María de las Mercedes desde sus dos salones en San Sebastián. Con la guerra, el modisto, republicano, se exilió en París, donde abrió otro 'atelier' en 1937 y, desde donde sus volúmenes y el corte casi arquitectónico de sus prendas que le habían hecho famoso en España, se asomaron al mundo para deslumbrarlo.

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Balenciaga fue un precursor de muchos conceptos en el mundo de la moda, entre ellos, el 'total look'. Y los sombreros eran la guinda que remataba sus originales diseños.

JORDI BARDAJIL

Hoy nos choca, pero en aquella época, "hasta finales de los años 50 y 60, llevar sombrero era obligatorio para todas las clases sociales y en todas las ocasiones; no se podía salir de casa sin cubrirse la cabeza", explica Silvia Ventosa, conservadora de tejidos e indumentaria del Museu de Disseny. "Era un símbolo de respetabilidad de la persona que lo llevaba", subraya. Y los de Balenciaga eran muy conocidos y muy valorados. Las clientas no los compraban sueltos, sino con el vestido o conjunto que habían encargado. Por ejemplo, en la muestra hay una factura de 1957 por un 'total look' por un valor de 10.350 pesetas. Un fortunón de la época. En otra cuenta se cifra el valor de un tocado de 1966 en 184 dólares.

Estas curiosidades, además de las tijeras, cintas o moldes que usaban las sombrereras en los talleres, o las cajas donde se guardaban celosamente las piezas, o el detalle de sus etiquetas, dan aún más brillo a las verdaderas joyas protagonistas de la muestra: 87 sombreros (43 de los fondos de Barcelona y 44 de los de Getaria; 78 de los cuales se presentan individualmente, 9 con un conjunto y 1 con vestido con estola) creados en los departamentos de sombrerería de la casa de alta costura en París y en Madrid, desde finales de los años 30 hasta el cierre de firma, en 1968, cuando la alta costura perdió peso en favor del 'prêt-à-porter'.

Una chica observa con detenimiento una de las pamelas creadas por el 'Maestro' de la alta costura.

Una chica observa con detenimiento una de las pamelas creadas por el 'Maestro' de la alta costura. / JOAN CORTADELLAS

El 'Maestro' marcó un estilo y una forma muy característicos en sus diseños, con volúmenes depurados y estilizados que se crean mediante formas muy simples, casi abstractas, unas auténticas esculturas. Buen conocedor de los tocados históricos y populares, el modisto los actualizó y los puso de moda, siempre experimentando para crear nuevos modelos, que luego se personalizaban para cada clienta (según el tamaño de su cabeza, cuello, hombros...).

A pesar de que muchos modelos tienen más de 70 años, el visitante acostumbrado a gorras viseras y sombreros de pescador alucinará con las formas innovadoras e imaginativas de los sombreros de Balenciaga, la selección de materiales exquisitos (visón, plumas de avestruz, pelo de mono...) y el carácter artesanal de las piezas que elaboraron las manos de mujeres anónimas. Por cierto, los organizadores de la muestra siguen buscando testimonios directos o indirectos, de familiares, de aquellas trabajadoras sin cuya labor los sombreros de Balenciaga no hubieran conquistado el mundo.

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