Cava no, quina
La Nochebuena televisiva en casa de la presentadora de '¡Qué tiempo tan feliz!' no fue una noche de paz y de amor.
La segunda entrega del 'reality' nos mostró a una Terelu Campos distante con su madre y con Bigote Arrocet, que no se esforzó por disimular la evidente tensión familiar. Tenía la ocasión perfecta: cámaras a punto y tiempo para prepararse el discurso y la actuación. Pero no le supo sacar punta. O no quiso. Terelu era la gran protagonista de 'Mamá, ya es Navidad', el capítulo con el que comienza la segunda parte del 'reality' 'Las Campos' que emitía Telecinco el pasado martes.
AL NATURAL
Podía haber aprovechado para –aunque fuera impostado– mostrar el buen rollito familiar del que presume el clan, después de que se hayan llenado ríos de tinta hablando de que las hijas de María Teresa Campos no soportan a su novio, Bigote Arrocet. Pero no se esforzó por guardar las formas. Vimos a una Terelu al natural. Tanto, que las repetidas imágenes que reflejaron su adicción a la comida o las que nos la mostraron cocinando (¿dando órdenes a dos personas del servicio?) han despertado infinidad de comentarios.
Terelu se mostró al desnudo. No le importaba asegurar que no tenía ni idea de lo que valía un café o evidenciar lo que todos sospechábamos: que de ambiente navideño en esa casa, poco. Sentados todos alrededor de la mesa, rictus serios y tensión. Aquello parecía más un funeral que una fiesta.
Por no hablar de la cara de espanto de la presentadora cuando su madre les anunció que Edmundo y ella tenían algo que comunicarles. Si la pinchan, no le sacan sangre. Terelu se temía lo peor y su rostro lívido no escondió su desaprobación por lo que estaba por venir, fuera lo que fuera. Cualquier decisión le hacía temblar los cimientos. La noticia –una inocentada por cierto– acabó siendo la intención de irse a vivir a Chile. Una broma que a Terelu no le hizo ni pizca de gracia.
El único momento de distensión fue cuando sacó de una caja de regalo dos 'caganers' con sus estampas. Ahí se vivieron algunas risas. Pero fue solo un espejismo. A María Teresa no se le ocurrió más que bromear con su hija por su conocida afición a la comida. "Terelu, ¿quieres un churro?", le preguntó. "Vete a la mierda, mamá", fue su impulsiva respuesta. Pero la matriarca no se amedrentó: "Rectifico, ¿quieres una porra?". Y ahí Terelu estalló: "Porra la que te comes tú todas las noches". ¡Zasca! Si alguien aún confiaba en que la armonía presidía la familia, Terelu borró la idea de un plumazo.
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