CRÓNICA DE UN LOCAL DE COPAS QUE FUE ICONO DE LA MODERNIDAD

Regreso al Universal

En el libro 'Barcelona, la ciutat entusiasmada', Francesc Montseny recuerda la historia del mítico local

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LUIS MIGUEL MARCO / BARCELONA

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Hubo un tiempo en Barcelona, efectivamente, en el que la gente militaba en los bares. Y un lugar en el que los que fueron modernos allá por los 80 recordarán como mítico, el Universal. 

Francesc Montseny, con sus socios Toni RieraClaret SerrahimaSalvador Molins y después Toni Garriga, se inventó y dirigió desde 1985 este desaparecido local de copas en la calle de Marià Cubí, 182,  "el lugar donde pasaban muchas cosas". El Univeral fue escenario de presentaciones de libros, de conciertos memorables y de concurridas fiestas.

Ahora Montseny ha tirado del hilo de una memoria portentosa –a él la noche no le ha confundido en absoluto– para confeccionar un relato que es la crónica de una ciudad que ya no existe.

'Barcelona La Ciutat entusiasmada' (Memorias Ediciones) se presenta este jueves en el bar Ocaña de la Plaça Reial y allí estará su un Montseny, que se define como humanista contradictorio, tiene 66 años y reside desde hace años en Figueres, donde trabajó como dinamizador cultural en el Ayuntamiento y para quien el Universal representó "algo que aglutinó a gente muy diversa y muy dispersa y que ahora ya no podría darse"

IMPENSABLE AHORA

Y por qué. Pues porque como cuenta en el libro, "es impensable su existencia en una sociedad que no fuma y que prefiere el olor a detergente que al aroma de un Montecristo. O que prefiere tener la cabeza agachada sobre una pantallita que tenerla bien alta". Aquella aventura concluyó, tras la efervescencia de los Juegos, en el 1995. 

El Universal –el nombre y el logo son Claret Serrahima– eran aquellas dos plantas y aquella barra en diagonal, con las paredes desnudas. Aquel local que "el diseño respetó" y por el que pasaron muchos nombres propios de diferentes ámbitos y procedencias en noches en las que los cubatas iban y venían y los cronistas de la noche se encargaron de explicar. Hablamos de gente como Quim Monzó, Carlos Martorell, Manel Outomuro, Toni Miró, Núria Ribó, Mariscal, Oriol Bohigas, Jorge Herralde, Leopoldo Pomés, Ricard Bofill, Mònica Boada, Josep Maria Carandell, Bigas Luna y tantos otros...  "Sentíamos que formábamos parte de una especie de élite, la creativa, que no se manchaba las manos, bueno los ilustradores sí", recuerda Montseny, que recopila en el libro anécdotas protagonizadas, entre otros, por Claudia Schiffer, Michael DouglasMiguel Bosé o una infanta Cristina que también acudía al Universal de copas "y una vez tuvo que aliviarse en el lavabo de mi despacho porque abajo había mucha cola".

ZELESTE, KGB Y OTTO SUTZ

Universal no estaba solo. Era la época del Zeleste, del KGB, del Otto Sutz, del Sísísí, del Nick Havanna, del Up&Dwon y de algunos más, paradigmas de la modernidad y del diseño, cada uno con su particular clientela...."Te movías por los barrios porque vivías la ciudad, toda la ciudad", rememora Montseny, que durante mucho tiempo cerraba el Universal, descansaba unas horas y se iba a trabajar a su oficina de La Caixa.

En el libro, con prólogo de Oriol Bohigas, Montseny se remonta hasta la azarosa aventura de encontrar el local y adecentarlo. "Abrimos el 17 de enero de 1985 y el espacio que más iba a sonar en la ciudad no tenía ni una buena iluminación ni equipo de música unos días antes". 

Y explica cómo desde la primera noche, gracias al boca a boca, sin apenas publicidad, el local se llenó casi a diario gracias a una fauna variopinta de peluqueros, diseñadores, arquitectos, actores, periodistas y demás profesionales liberales. "Y de cómo entrada la noche, cuando las jerarquías ya se habían trastocado, si habías llegado solo, surgía quizá la posibilidad de volver a casa acompañado".