UN INFARTO SE LLEVA A UNA FIGURA CULTURAL HETERODOXA
Un agitador con humor
Moncho Alpuente muere dejando un amplio legado en el periodismo, la música y el teatro
Sus aptitudes para la sátira le decantaron hacia la columna periodística ácida, que en los últimos años cultivó en cabeceras como Mongolia, Cáñamo y la web de Público, pero el currículo de Moncho Alpuente desborda esa faceta y contempla frondosas páginas consagradas al teatro, la música, la radio y la televisión en tiempos de contracultura, Transición y movida. A este agitador cultural con sensibilidades ácratas, periodista y actor, le sorprendió el sábado un infarto en las islas Canarias que terminó con su vida a los 65 años.
Las primeras escenas de Alpuente (Madrid, 23 de mayo de 1949) le sitúan desafiando al tardofranquismo con grupos musicales de filo-folk costumbrista y textos todo lo mordaces que la censura permitía. Hablamos de Las Madres del Cordero (nombre inspirado en The Moderns of Invention, de Frank Zappa), grupo que, aliado con Tábano, creó Castañuela 70, una obra que parodiaba la moral tradicional y que acabó prohibida tras sufrir amenazas y un asalto ultra. Le siguió la Desde Santurce a Bilbao Blues Band, autora Vidas ejemplares (1973), disco que incluía el modesto hito El hombre del seiscientos, y en el que colaboraron Massiel, Aute, Hilario Camacho, Jorge Krahe (hermano de Javier) y Vainica Doble.
En paralelo se abrió paso en el periodismo como miembro del equipo fundacional de Popular FM (1971) y a mediados de los 70 dio el salto a Televisión Española como integrante del equipo de Mundo pop (con Gonzalo García Pelayo) y, más adelante, del audaz y underground Popgrama (con Carlos Tena y Diego A. Manrique). La movida no le dejó fuera de juego y su influjo se insinuaba en el desenfadado eclecticismo de Moncho Alpuente y Los del Río Kwai, grupo que fundió rock'n'roll, latinidad y notables dosis de disparate en su disco Souvenir (1980), encabezado por la canción, inspirada en la princesa de Mónaco, Carolina querida.
consolidó un Alpuente asociado a proyectos de radio y televisión, desde Madrid me mata (Radio El País) y Eldorado está aquí al lado (SER) hasta espacios de TVE como Y sin embargo, te quiero (1983-85, con Guillermo Summers) y El peor programa de la semana (1993-94, con El Gran Wyoming). Sin renunciar a los sueños teatrales, aunque La reina del Nilo (1986), donde reunió a amigos como Wyoming, Carmen Maura, Félix Rotaeta y Ricardo Solfa (es decir, Sisa) pasó con discreción por la cartelera madrileña. Con Solfa repitió, junto a Sabina y Aute, en grabaciones como la jocosa canción, apología del tabaco, Todos por el humo, publicada por la sala Elígeme.
Su vocación satírica asomó en libros de estilo libre sobre Franco (Hablando francamente), el catolicismo (Versos perversos) y la historia oficial (Grandezas de España), mientras reflotaba su The Moncho Alpuente Experience y, en su etapa otoñal, colocaba artículos aquí y allá. Columnas en las que seguía adoptando un rol de espectador casi tan perplejo e inconformista como en aquellos primeros tiempos de teatro e insurrección.
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