Raza, justicia y fama

Muere O. J. Simpson, el héroe negro caído estadounidense que fue absuelto de doble asesinato en el "juicio del siglo"

O. J. Simpson, en un juzgado de Las Vegas en mayo del 2013.

O. J. Simpson, en un juzgado de Las Vegas en mayo del 2013.

Idoya Noain

Idoya Noain

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La saga de Orenthal James Simpson, una figura que ocupa un lugar único en el panteón de popularidad e infamia del siglo XX en Estados Unidos, ha llegado a su fin. Un cáncer ha acabado a los 76 años con la vida de Simpson, simplemente O.J, la estrella de fútbol americano reciclada luego en estrella de Hollywood que en 1995 se libró en un sonado juicio de los cargos por el asesinato el año anterior a puñaladas de su exesposa, Nicole Brown Simpson, y un amigo de esta, Ronald Goldman.

Aquel proceso consumió la atención del país. También puso a la nación frente al espejo de su siempre abierta y sangrante brecha racial. Motivó conversaciones y debates sobre la raza, la justicia, la violencia doméstica y, también, sobre la fama y el dinero. E inauguró el descenso a los infiernos de Simpson, un auténtico héroe caído, que dos años después sí fue considerado responsable de los asesinatos en un juicio civil en el que tuvo que pagar más de 33 millones de dólares a las familias de Simpson y Goldman y que en 2008 entró por un caso de asalto, secuestro y robo a mano armada en la cárcel, de donde salió en libertad condicional en 2017 tras cumplir nueve de los 33 años de su condena

Simpson murió el miércoles según ha confirmado su familia este jueves en un breve comunicado en redes sociales, en el que se explica que estaba rodeado por sus hijos y nietos y se pide respeto a los "deseos de privacidad". Aunque no se informa de dónde murió, hace años que se había instalado en Las Vegas, donde también cometió ese robo con violencia de artículos autografiados que aseguraba que eran de su propiedad.

"El juicio del siglo"

Cualquiera que viviera el momento o haya visto las series de ficción o documentales centrados en lo que la revista 'Time' en su día llamó “el Godzilla de las historias de tabloides” y en el proceso que fue bautizado como “el juicio del siglo” sabe lo que aquel caso representó en y para EEUU, un país donde la brutal paliza policial a Rodney King en 1991, y la absolución de los agentes, había incendiado las tensiones raciales.

Cualquiera sabe de aquella persecución policial histórica por las autopistas de Los Ángeles mientras Simpson trataba de escapar en su Ford Bronco blanco, que se retransmitió en vivo por las televisiones, el precursor de los momentos virales de hoy.

Cualquiera sabe del juicio retransmitido en vivo y seguido con anhelo, y del equipo de lujo de abogados que consiguió el multimillonario O.J., que logró dejar atrás una infancia marcada por pobreza y dificultades y había hecho fortuna no solo en sus años en la NFL o con sus 30 películas en Hollywood sino también como figura destacada en anuncios y como comentarista deportivo.

Ese equipo legal, del que formó parte Robert Kardashian, estuvo liderado por el letrado negro Johnnie Cochran, que fue quien logró plantar entre el jurado las dudas sobre si el posible racismo policial, y específicamente de uno de los detectives del caso, llevó a que se plantara entre las pruebas contra Simpson un guante, que teatralmente durante el juicio el acusado trató de mostrar que era demasiado pequeño para su mano. Y fue Cochran quien dejó una frase mítica: “Si no encaja deben absolver”.

Absolución es lo que hubo, después de que un jurado de mayoría negra deliberara menos de tres horas tras un juicio de ocho meses en el que se habían presentado otras pruebas físicas contra Simpson, que además tenía un probado historial de violencia doméstica contra la que fue su esposa, que frecuentemente llevó a la policía a su hogar, y ataques rabiosos de celos que siguieron tras su divorcio en 1992.

Como dijo el analista legal Jeffrey Toobin a la televisión pública en una ocasión, el caso “mostró que cuando se trataba de la aplicación de la ley y la fe en la policía y el sistema judicial, la gente negra y la gente blanca en 1995 vivía en dos países diferentes, y es algo que el país realmente no quería que le recordaran. Este caso lo hizo”. Y las reacciones radicalmente opuestas al veredicto confirmaron esa división.