"El informe PISA demuestra que el nivel de rentas de los padres determina el nivel educativo de los hijos"

Este año también. Nos hemos acostumbrado, y a nadie le sorprende que los informes PISA en España, año tras año desde 2000, demuestren que el nivel de rentas de los padres determina absolutamente el nivel educativo que alcanzan sus hijos. Formarse, como tarea personal, para quienes parten de las posiciones más desfavorables en la desigualdad económica imperante resulta cada vez más difícil.

Es evidente, incluso para los más egoístas, que la justicia social bien entendida debe asegurar un acceso igualitario a la formación, siquiera a la más elemental, aquella que es necesaria para poder adaptarse a las perspectivas y exigencias que nos impone nuestro grupo de pertenencia, que es siempre, por definición y para tener continuidad, una organización generadora de bienestar para sus miembros, es decir, productora de riqueza.

El reparto de esa riqueza acumulada debería decidirse en otros ámbitos más adecuados para la confrontación social y no en la escuela, pero se ha hecho de la educación un negocio donde medran los intereses más espurios. Para quien puede pagarla es una inversión particular o familiar en defensa de sus propios intereses, para los otros se limita a ser una inversión colectiva, muy limitada, justo la necesaria para mantener la competitividad del sistema productivo en cada momento; para ambos, un modo de clasificación y de segregación social muy refinado, a veces perverso, porque se exige obtener beneficios: resultados académicos excelentes, e imprescindibles para acceder al nicho que te tiene reservado el mercado laboral, que se convierte así en el bien general a conseguir por el sistema educativo.