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"Solo se gana lo que se da, y hay maestras que lo demuestran con creces"

Profesora saludando con el codo a los alumnos.

Profesora saludando con el codo a los alumnos. / EFE / JON RODRÍGUEZ

José Iribas Fefmont

Hoy me contaban cómo en uno de los colegios de la Fundación Educativa Franciscanas de Montpellier, de cuyo equipo directivo formo parte, han logrado que una madre soltera, con un niño -un alumno nuestro- a su cargo, encontrara una vivienda que acogiera a ambos, que vivían en una absoluta precariedad. La orientadora y la tutora del pequeño se habían volcado en ello… hasta lograrlo. Era esta última profesional la que, con lágrimas en los ojos (de pura emoción), había ido a dar cuenta de ello a la directora del centro educativo.

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Esas lágrimas, ese corazón, ese esfuerzo, ese desvivirse por quien se encuentra en una situación tan precaria están incardinados en el carisma franciscano de nuestros colegios. Vivimos para 'vaciarnos', para servir… y, si no, no servimos para vivir.

Me contaban, a la vez, cómo otra profe había sido reclamada por un padre gravemente enfermo, en la tarde del domingo pasado, para rogarle que diera ánimos y consuelo al hijo y alumno, respectivamente, de uno y otra, que se encontraba derrumbado ante la enfermedad del progenitor. Le faltó tiempo, ese mismo día festivo, a la maestra para contactar con el chaval y aportarle consuelo, serenidad, confianza, empatía… cariño.

Estas cuestiones no salen en los currículos, pero nos hacen mejores. Y deben ser noticia.

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