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"Vivimos atemorizados desde hace cinco años a causa de los okupas del piso de al lado"

Una dosis de marihuana como las que se ofrecían en la calle antes del confinamiento. 

Una dosis de marihuana como las que se ofrecían en la calle antes del confinamiento.  / ALBERT BETRÁN

Mi familia lleva cinco años viviendo la peor pesadilla que nadie pudiera imaginar. Hace años nos establecimos en la población de Rubí, Barcelona. Nos hipotecamos para el resto de nuestros días. Lo que nunca sospechamos es que el piso de al lado fuera ocupado y menos que lo fuera por personas que no solo no respetan la convivencia, sino que además supuestamente se dedicaran al narcotráfico.

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Hemos soportado todo lo humanamente soportable, vivimos atemorizados y preocupados por nuestros hijos. Llamadas al timbre a todas horas de la madrugadafiestas constantes, el olor intenso de la marihuana en casa, con los niños... A ello hay que añadir las constantes peleas entre los ocupantes, quejas a grito pelado en el rellano de alguna de las mujeres porque han sido golpeadas, ropa, enseres personales e incluso una videoconsola volando por la terraza en sus discusiones, otra persona destrozando la casa a golpes...

Acude la Policía y la respuesta es "No podemos hacer nada". Tanto los vecinos como la comunidad hemos denunciado estos hechos a los Mossos d'Esquadra, indicando que todos hemos sido testigos de las idas y venidas con bolsas industriales llenas de droga. La respuesta de Mossos siempre es la misma: ningún juez autorizaría la entrada al domicilio, y solo queda que un día los encuentren con las bolsas en la calle, cosa bastante improbable.

Hemos pensado en cambiar de domicilio, pero desgraciadamente nuestra hipoteca es superior al valor actual del piso. Mientras tanto, nuestros vecinos okupas campan a sus anchas destrozando la escalera, subiendo al piso en ascensor sin siquiera bajarse de los patinetes eléctricos, exponiendo al covid a toda la comunidad con sus fiestas y con música salsa a todas horas. El tiempo que todos estábamos confinados el piso de al lado era un festival de gente a todas horas.

Estamos condenados a cumplir la ley, y sin embargo, los delincuentes disfrutan impunemente de las carencias del sistema.

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