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Carta de un lector: "El contrato de extranjería es la punta del iceberg de la democracia europea"

Inmigrantes del África subsahariana realojados en Blanes tras su llegada a España, en una imagen de finales de octubre

Inmigrantes del África subsahariana realojados en Blanes tras su llegada a España, en una imagen de finales de octubre / JORDI COTRINA

Con una tasa de paro del 6%, que es casi pleno empleo, la UE tiene una tasa de vacantes de empleo del 2,6% (España: paro 12%, vacantes, 0,9%), sabiendo que la población activa pasará del 70% actual al 54% en 2070, por la baja natalidad, la burocracia europea lleva años buscando trabajadores fuera de Europa para determinados sectores productivos, y en categorías laborales muy concretas. España necesitará incorporar 15.000 camioneros hasta el año 2030, trabajadores a la medida de un mercado laboral segmentado e incluso irregular, el 12% del PIB/UE es economía sumergida, (24% del PIB en España, (Garamendi, dixit)).

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El contrato de extranjería es la punta del iceberg del contrato social con el que pretendemos rearmar la democracia europea, el más burdo, explícito e hiriente. Manifiesta la ideología de dominación que está presente a distintos niveles en la cultura occidental, pone en tela de juicio la legitimidad del sistema político que se pretende consolidar, y que niega de entrada la capacidad de decisión y actuación a determinadas personas por su pertenencia, asumida o no, a grupos predeterminados.

Son innumerables los problemas que plantea la inexistencia de un estatuto jurídico comunitario, debidamente perfilado, para garantizar los derechos y exigir las obligaciones a los ciudadanos (regularizados o no) de terceros países. Todavía no hay una política inmigratoria común, no basta con contratar trabajadores extranjeros, ni devolver a su origen a los rescatados en el mar, como ha hecho España.

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