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Un año acampado en el centro de Barcelona: "Vivir en la calle no es ilegal"

La ’chabola’ situada en la Ronda de Sant Antoni desde hace un año.

La ’chabola’ situada en la Ronda de Sant Antoni desde hace un año. / Ferran Nadeu

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Luis Benavides
Luis Benavides

Periodista

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Un montón de cartones, telas y palés conforman una especie de barraca en plena ronda de Sant Antoni de Barcelona. Este endeble refugio, levantado con materiales reciclados, triste metáfora de la vulnerabilidad y la desigualdad en la gran ciudad, llamó la atención de un vecino, Antonio Ladrón de Guevara, de 61 años. “Desde hace ya dos meses, una pareja de indigentes está viviendo en una chabola construida sobre dos bancos públicos”, escribía este vecino en su primera carta enviada a la sección de participación de EL PERIÓDICO. 

La carta se publicó el pasado agosto. Pasaron los meses y el mismo lector, que vive justo delante, volvió a escribir recientemente alertado por la cantidad de objetos que reúnen ahora esas personas sin hogar en el mismo punto, casi un año después. “El indigente vende todo tipo de piezas que va acumulando. La 'chabola' sigue creciendo y en la actualidad ocupa gran parte de la acera con su particular mercadillo”, escribe ahora Ladrón de Guevara, quien aporta fotografías desde su balcón y relata “miradas de asombro” de los peatones al pasar por delante. En esta nueva carta lamenta el “estado deplorable” de la vía y carga contra el consistorio por permitirlo.

Imagen de la pequeña chabola situada en la Ronda de Sant Antoni desde el balcón de un lector.

/ A.L.

El lector explica que habló con agentes de la Guardia Urbana “para preguntarles si podían desalojarlos y ofrecerles ayuda a través de Servicios Sociales”, y que le sorprendió que, a pesar de se habían apropiado del espacio público, le respondieran que “no podían hacer nada si ellos no se dejaban ayudar". La comunidad de lectores respondió esa fotodenuncia del lector con comentarios de todo tipo. Algunos localizaban otros casos similares, de chabolas de cartón y tiendas de campaña, repartidos por la capital catalana, restándole el carácter excepcional al caso comentado; otros afeaban la deshumanización de estas personas en situación de extrema pobreza y pedían más empatía para no caer en la aporafobia. Las terrazas de los bares, comentaba uno con sarcasmo, también “practican una apropiación masiva del espacio de todos y hacen mucho más ruido” que estas personas sin hogar “que se merecen toda la ayuda posible”. 

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Desde el departamento de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona recuerdan a este diario que "vivir en la calle no es ilegal” y que “no pueden obligarles a abandonar la calle”. Solo se podría actuar contra su voluntad cuando esté claramente en riesgo su salud o pongan en riesgo a los demás, algo que solo pueden dirimir jueces y médicos psiquiátricos. Sea como sea, en todos los casos, aclaran, la administración local toma parte de alguna u otra forma. Miembros de servicios sociales desplegados en el espacio público "atienden a estas personas” intentando establecer un primer vínculo, ganarse su confianza”, aseguran las mismas fuentes. No está siendo fácil. Es muy probable, añaden, sin querer entrar en detalles por cuestiones de privacidad, que estas personas sí sean usuarios de otros servicios como duchas y comedores sociales. 

Respecto a la ubicación de este refugio de cartón, desde Servicios de intervención social y atención a las personas vulnerables del Ayuntamiento de Barcelona aseguran que, en casos de “uso exclusivo” del espacio público como el descrito, “periódicamente” se actúa para la retirada de los objetos y la limpieza, siempre avisando previamente a las personas afectadas. Una vez pasa la brigada de limpieza, suelen instalarse de nuevo.

Ordenanza municipal y excepciones

Desde Arrels Fundació, conocedores del caso, confirman a este diario que esas personas están siendo atendidas. "Si existiera un problema de convivencia la gestión sería otra, pero nos encontramos frente a un problema más bien estético, porque la gente no entiende qué está pasando allí. Deben entender que nadie quiere dormir en la calle, y si ya llevan muchos años es muy complicado reconducir esta situación", explica el director de la fundación, Ferran Busquets. Más que aporafobia, continúa, hay mucha "aporaignorancia".

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La ordenanza municipal prohíbe hacer uso impropio de los espacios públicos, acampar en vías y ultizar los bancos y asientos públicos "para usos diferentes a los que están destinados". Las multas ascienden a 500 euros. Con todo, cuando se trata de personas en situación de exclusión social, de acuerdo con el artículo 60.2, no se impondrá la sanción prevista y los servicios municipales adoptarán "las medidas procedentes en coordinación con los servicios sociales municipales". "¿Pero quién decide que esa persona es vulnerable? ¿El agente de la Guardia Urbana? Nosotros hemos tramitado 140 expedientes. Consideramos que la ordenanza debe cambiar y que los agentes deberían tener una formación específica para poder valorar cada caso", añade el director.

Según el último recuento de Arrels Fundació, más de 2.300 personas malviven en las calles catalanas. Desde esta oenegé proponen perderles el miedo, basado principalmente en mitos como que todas son ariscas, y acercarse; “porque un gesto puede marcar la diferencia para mejorar su situación”, aseguran. En este sentido, recomiendan saludarles con un ‘buenos días’ o ‘buenas noches’, como una manera de hacerles visibles, e incluso preguntarles si necesitan algo. Podría ser una manta, una llamada, un bocadillo... “Habla con tranquilidad y respeto, con distancia para no asustarla y agachándote para tener la mirada a su misma altura”, detallan en su página web.