ENTENDER+ los retos urbanos

Las ciudades frente al cambio climático

Las olas de calor y frío, como la que estamos viviendo en los últimos días, sequía, inundaciones, subida del nivel del mar y otros fenómenos meteorológicos adversos tienen un gran impacto sobre las ciudades. Marta Olazabal, investigadora del Basque Centre for Climate Change (BC3) y responsable del grupo de investigación sobre Adaptación al Cambio Climático, y Isabelle Anguelovski y Ana Terra Amorim-Maia, del Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals (ICTA)-UAB y del Barcelona Lab for Urban Environmental Justice and Sustainability (BCNUEJ), reflexionan sobre la resiliencia de las ciudades frente al cambio climático.

La borrasca ‘Fien’ recrudece el temporal con nieve, lluvia y mala mar

La borrasca ‘Fien’ recrudece el temporal con nieve, lluvia y mala mar / Kike Rincón

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Marta Olazabal, Isabelle Anguelovski y Ana Terra Amorim-Maia

Las ciudades apenas ocupan el 2% de la superficie terrestre, son responsables del 70% de los gases de efecto invernadero. ¿Son las ciudades españolas resilientes al cambio climático? ¿Qué medidas hay que tomar para mitigar el impacto y qué se está haciendo?

Quitar asfalto y renovar la edificación

Marta Olazabal. Investigadora del Basque Centre for Climate Change (BC3) y responsable del grupo de investigación sobre Adaptación al Cambio Climático

¿Alguien tiene claro qué es la adaptación al cambio climático? También, a veces, se habla de resiliencia climática. Lo sé, hay mucha confusión en general. Pero, en cualquier caso, es poco probable que entendamos la adaptación sin entender, de forma global, el gran reto que supone la emergencia climática para nuestra sociedad, y en concreto, para las ciudades. 

Las ciudades son responsables de nada menos que del 70% de las emisiones de estos gases a nivel mundial

En la lucha contra el cambio climático, existen dos frentes. El primero es la mitigación, que engloba todas aquellas acciones para reducir emisiones de gases de efecto invernadero (el famoso CO2, entre otros). Las ciudades son responsables de nada menos que del 70% de las emisiones de estos gases a nivel mundial. Por tanto, reducirlas es un elemento indispensable en la emergencia climática. En España hay casi 11.000 municipios que se han comprometido a reducir sus emisiones en un 55% para 2030 y llegar a la neutralidad en carbono para 2050.


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¿Qué medidas se están planteando para llegar a estos objetivos? Por ejemplo, las zonas de bajas emisiones: centros urbanos en los que se veta la entrada de vehículos de motor. De hecho, 2023 será un año en el que tendremos que evaluar si hemos hecho bien los deberes: la ley de cambio climático y transición energética aprobada en 2021 por el Gobierno obliga a todos los municipios españoles de más de 50.000 habitantes a tener zonas de bajas emisiones. Ahí están Barcelona y Madrid liderando el proceso.

Tenemos una edificación deficiente en términos de eficiencia energética. Se nos va el calor o el frío, dependiendo de la época del año, por todos los lados

Hay otros muchos ámbitos de nuestra vida urbana que necesitan un repaso. Pero uno de los más importantes es la renovación de nuestra edificación. Tenemos un legado construido muy importante y bastante deficiente en términos de eficiencia energética. Se nos va el calor (o el frío, dependiendo de la época del año) por todos los lados. Necesitamos mejorar la envolvente de las fachadas y empezar a invertir en energías renovables que alimenten nuestras viviendas.

Y hablando de calor, casi se nos está olvidando hablar del segundo reto: la adaptación a los impactos del cambio climático. Pues bien, todas estas emisiones, estos gases, los que hemos producido durante décadas y los que no conseguiremos evitar en los próximos años, no hacen más que acumularse en nuestra atmósfera e impedir que las radiaciones solares salgan de ella. ¿Resultado? Nuestra atmósfera se calienta. Se está calentando el aire, los mares, se están deshelando los polos y están subiendo los niveles del mar en nuestras costas. Están cambiando las circulaciones de viento globales y se están produciendo eventos adversos extremos a nivel local: las famosas olas de calor y de frío, las sequías y las inundaciones. Estos fenómenos, amenizados por una subida gradual de las temperaturas y del nivel del mar, generan numerosos y graves impactos en nuestras ciudades.

  

El urbanismo que hemos promovido durante las últimas décadas en España no ha sido muy generoso ni respetuoso con el espacio para las personas ni para los ecosistemas. Hemos generado ciudades asfaltadas y contaminadas dominadas por el vehículo motorizado. Los materiales con los que hemos hecho las ciudades, sus infraestructuras y edificios crean las famosas 'islas de calor' que hacen que en la ciudad pueda haber hasta 10 grados de diferencia con las zonas rurales vecinas. Nuestras viviendas, como decíamos, no están bien aisladas ni ventiladas. Quizá en este punto empezamos a atisbar la ironía de la cuestión climática. Las áreas de acción más importantes para la adaptación al cambio climático en las ciudades son, de nuevo, quitar asfalto y renovar la edificación. 

Pero en concreto, ¿qué ejemplos de medidas son los más interesantes? Se habla mucho de las soluciones basadas en la naturaleza, por sus muchos beneficios ambientales y sociales. Estamos hablando de parques y arbolado en el centro de las ciudades o dunas y marismas en nuestras costas urbanas, esenciales para protegernos contra los eventos costeros extremos (oleajes), la erosión y la subida del nivel del mar. En general, intervenir en el espacio público con espacios más permeables y más sombreados es imprescindible para el cambio climático. La inversión en regeneración urbana, tanto del espacio público como de la edificación, es el eje vertebrador de la adaptación al cambio climático. En este sentido, tener en cuenta a los grupos más vulnerables de la población es esencial en estos procesos. Tanto en la mitigación como en la adaptación, generar procesos de transición justa es crítico si queremos que las soluciones sean sostenibles en el tiempo y en el espacio. 

No piensen que está todo por hacer. Afortunadamente, muchas grandes ciudades en España están ya abanderando la lucha contra el cambio climático. Pontevedra, con la generación de un espacio público de calidad; Barcelona, con procesos de gobernanza climática participativos; Vitoria-Gasteiz, Alicante, Murcia y Madrid, por ejemplo, con la introducción y fomento de soluciones basadas en la naturaleza. Muchas pequeñas ciudades y pueblos también lo están haciendo, pero su carrera es más costosa por la dificultad en acceder a financiación y conocimiento. Hay muchos líderes, pero necesitamos más y con más poder de acción. Se está haciendo bien, se está aprendiendo, pero no hay que bajar el ritmo. Hay mucho que hacer.  

¿Es BCN resiliente frente al cambio climático?

Isabelle Anguelovski y Ana Terra Amorim-Maia. Investigadoras del Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals (ICTA)-UAB y del Barcelona Lab for Urban Environmental Justice and Sustainability (BCNUEJ)

Barcelona registró en 2022 el verano más caluroso desde que comenzaron los registros, con temperaturas excepcionalmente altas, y olas de calor excesivamente persistentes e intensas. Según el Observatori Fabra, diciembre fue el más cálido de la historia, con una temperatura media de 12,6 grados. En ambos casos, verano e invierno, se registró una anomalía de +3,9 grados respecto al periodo de referencia de 1961-1990. En España y más allá, se prevé que olas de calor extraordinarias, episodios de frío más agudo, y tormentas e inundaciones aumenten en frecuencia e intensidad (IPCC, 2021), con mujeres, niños y niñas, personas mayores, grupos racializados y de bajos ingresos identificados como especialmente vulnerables.


/ Kike Rincón

Esta vulnerabilidad no proviene tanto de características biológicas o geográficas, sino más bien de desigualdades históricas de desarrollo urbano, que permiten que algunos grupos se protejan de los riesgos del cambio climático o se adapten más fácilmente a sus consecuencias que otros. En este sentido, ser resiliente como ciudad significa responder no solo a los impactos directos del cambio climático, sino también hacer frente a las causas estructurales que aumentan la vulnerabilidad e impiden la adaptabilidad de las personas. En Barcelona, gran parte de esta vulnerabilidad como la que sufren residentes del Raval, Barceloneta, La Prosperitat, La Verneda, y Bon Pastor proviene de viviendas de baja calidad, empleos precarios y de un entorno más gris y denso. Estos barrios también carecen de espacios verdes asequibles donde refugiarse del calor extremo.

Barcelona tiene escaso verde urbano: solo 6,6 metros cuadrados por habitante, frente a los 17 de Madrid

Para enfrentar el cambio climático, el Plan de Acción por la Emergencia Climática y el Plan Natura prevén, entre otras medidas, el desarrollo de infraestructuras verdes de mayor y menor escala por toda la ciudad. Hasta ahora, solo el 30% de zonas verdes de la ciudad era estrictamente público y urbano (muchas de ellas englobaban Collserola y Montjuïc), es decir accesible para la población. Además, Barcelona tiene escaso verde urbano, con solo 6,6 metros cuadrados de verde por habitante (en comparación con los 17 en Madrid, por ejemplo). 

Renaturalizar Barcelona pasa por excavar asfalto sea donde sea, dar el paso al verde y no al coche, acelerar la construcción de supermanzanas en toda la ciudad, más allá del Eixample y sus alrededores, y reimaginar tejados como espacios de infraestructura verde y de integración social tal y como lo está desarrollando el proyecto ‘Horts al Terrat’. 

Estas ambiciones pasan también por recursos de adaptación para la ciudadanía, como la red de refugios climáticos a nivel de ciudad y Área Metropolitana ciudad y Área Metropolitana - espacios que proporcionan confort térmico al tiempo que promueven sus usos, como parques y equipamientos (bibliotecas, museos, centros cívicos). La ciudad aspira a que en 2030 el 100% de la población tenga un refugio climático a menos de cinco minutos a pie. Las escuelas también están transformando sus patios en refugios abiertos al vecindario. Los refugios climáticos son particularmente importantes desde un punto de vista de justicia climática para las personas más vulnerables que no pueden mantener temperaturas adecuadas en sus hogares o que no tienen acceso a residencias secundarias donde escapar o refugiarse del calor y frío extremos. 

Es importante dar voz a la ciudadanía para las estrategias de resiliencia

Es importante también dar voz a la ciudadanía para estrategias de resiliencia (incluso espacios de refugio) adaptadas a sus necesidades. Un estudio reciente que conducimos con vecinas y vecinos en La Prosperitat reveló las necesidades más apremiantes: Espacios al aire libre que brindan protección contra el calor y el frío a través de medidas naturales (vegetación, árboles, agua), con actividades recreativas y culturales que se puedan realizar con familiares y amigos. 

La gentrificación verde se ha acelerado en Barcelona en la última década

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Si luchar por una mayor justicia climática consiste en privilegiar inversiones de adaptación en los barrios más social y ambientalmente vulnerables, se trata también de prevenir riesgos de gentrificación climática, especialmente los ligados al verde urbano, para evitar que residentes se vean desplazados por la especulación inmobiliaria y la subida de los precios de la vivienda. Nuestro recién estudio en el ICTA-UAB publicado en ‘Nature Communications’ señala que la gentrificación verde se ha acelerado en Barcelona en la última década. En este contexto, ser resiliente requiere más inversion en vivienda protegida y pública, subvenciones (como los fondos ‘Next Generatio’) para mejorar la calidad energética de las viviendas energívoras y expuestas a los impactos, y ayudas para el pago del alquiler y del IBI para las clases más humildes. 

Ser resiliente seguirá siendo un reto para Barcelona. Solo si partimos de principios de justicia climática asociando necesidades climáticas con avances sociales para la ciudad y sus residentes podremos construir una ciudad más resiliente y justa.