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De zurcir a reciclar ropa

Debe de haber un término medio entre andar zurciendo todo el día y tirar ropa constantemente, y ese punto medio tenemos que buscarlo las personas preocupadas por el futuro del planeta

Una montaña de ropa usada.

Una montaña de ropa usada.

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Adela Muñoz Páez
Adela Muñoz Páez

Catedrática de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla y miembro de la Red de Científicas Comunicadoras.

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'¿Dónde se ha visto una mujer de su casa que no sepa zurcir?'. Con ese argumento irrefutable mi abuela hizo que dedicara no pocas tardes de los veranos de mi infancia a zurcir. Era una época en la que no se tiraba nada: las sábanas de cama grande se reciclaban a sábanas de cama chica cuando se gastaban por el centro, y cuando estas se gastaban también, se usaban para hacer trapos para limpiar. Algunos de esos trapos eran los que mi abuela desgarraba para que sus nietas aprendieran a zurcir, porque entonces se zurcía todo.

Pero hoy ese verbo ha caído en desuso, creo que por dos motivos. El primero es que era una tarea que requería mucho tiempo y que, obviamente, no se pagaba, porque era una de las ocupaciones obligadas de 'las mujeres de su casa'. Afortunadamente, aunque el trabajo femenino sigue estando hoy peor remunerado que el masculino, se va reconociendo que las mujeres tenemos un tiempo propio y que, si lo dedicamos a un trabajo, aunque sea de ínfima categoría como zurcir, hay que pagarlo. Eso no sale a cuenta porque, y ahí entra el segundo motivo, en el último siglo ha tenido lugar la revolución de los polímeros que nos ha traído infinidad de fibras sintéticas muy baratas. 

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La irrupción más ruidosa de las fibras sintéticas en el guardarropa fue protagonizada por el nailon, desarrollado por un empleado de la multinacional química DuPont en 1935, que dio lugar a altercados en los grandes almacenes donde se puso a la venta por primera vez en forma de medias. Wallace Carothers, empleado de DuPont, buscaba un sustituto de la seda que tuviera un tacto parecido, pero que fuera más resistente y barato. Consiguió un polímero que reunía esas propiedades empleando como materias primas carbón, agua y aire. 

El resto de las fibras sintéticas tienen en común con el nailon el hecho de ser polímeros, del griego 'poli', muchas, 'meros', partes. Por ejemplo, uno de los compuestos de carbono más sencillos es la molécula de etileno CH2=CH2. Cuando muchas de estas moléculas se unen, se forma el conocido polietileno. De la misma forma el teflón es un polímero formado por la unión de muchas moléculas de CF2=CF2, y el PVC, o Cloruro de PoliVinilo, por la repetición de unidades (CH2=CHCl). 

Gracias a las fibras sintéticas casi todo el mundo puede permitirse el lujo de comprar ropa a menudo. Porque las fibras naturales que se empleaban antes de la revolución de los plásticos requerían la crianza de animales, caso de la lana de las ovejas, o el cultivo de plantaciones, caso del algodón, lo cual implicaba el trabajo de mucha gente y el encarecimiento del producto final. Además, las fibras sintéticas tienen unas propiedades de las que carecen las naturales, como de la ropa de secado rápido para hacer deporte que no retiene el agua como el algodón, o el omnipresente elastano, que hace que las prendas sean ligeramente elásticas. Otro ejemplo de fibra sintética es el 'goretex', usado en los impermeables transpirables, con poros cónicos que permiten la salida de la humedad del sudor, pero impiden la entrada de la lluvia, o el 'kevlar', desarrollado por Stephanie Kwolek, también de DuPont, en 1965, tan impenetrable que se usa para hacer los chalecos antibalas.

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Por ello, aunque tengamos algunas prendas hechas con fibras naturales, la mayor parte de nuestro guardarropa está fabricado total o parcialmente con fibras sintéticas que no necesitamos zurcir porque no se rompen. ¿Y eso es bueno? No, porque no se degradan, y la presión social estimulada por la industria de la moda fuerza a comprar ropa de forma compulsiva. Como consecuencia de ello, la ropa usada es una de las principales fuentes de contaminación. Según Bloomberg solo en Estados Unidos se desechan 2.150 prendas por segundo. En una página interactiva se ve cómo vamos siendo enterrados por ropa desechada. Debe de haber un término medio entre andar zurciendo todo el día y tirar ropa constantemente, y ese punto medio tenemos que buscarlo las personas preocupadas por dejar a nuestros hijos y nietos un lugar decente donde vivir.

Por cierto, las clases de zurcidos de mi abuela resultaron muy útiles porque a partir de ellas decidí que estudiaría, trabajaría y haría todo lo necesario para no tener que ser 'una mujer de mi casa'.