Consejos sobre violencia sexual infantil de una doctora que ve cientos de casos al año

Anna Fàbregas, pediatra del servicio de la Vall d’Hebron que aborda cientos de casos de abusos sexuales a menores cada año, da sus recomendaciones en un video en EL PERIÓDICO.• La experta pide más educación sexual y tecnológica ante la omnipresencia de la pornografía y da recomendaciones concretas a las familias.  • También solicita que se generalice el modelo islandés de la Barnahus, reproducido con éxito en Tarragona.

Integrantes del grupo EMMA especializado en violencia contra menores, del Vall dHebrón. En el centro, la pediatra Anna Fàbregas.

Integrantes del grupo EMMA especializado en violencia contra menores, del Vall dHebrón. En el centro, la pediatra Anna Fàbregas. / Vall d'Hebrón

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Michele Catanzaro
Michele Catanzaro

Periodista

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Anna Fàbregas, pediatra del Hospital Vall d’Hebron especializada en violencia sexual infantil, recuerda un caso escalofriante, entre los centenares que atendió en 2021. Un adolescente admitió que repetía con su hermana pequeña lo que veía en videos pornográficos.

El caso es un ejemplo de una tendencia creciente. “En el 55% de los casos atendidos, el agresor tiene menos de 20 años. Vemos un aumento de las agresiones entre iguales, especialmente entre adolescentes. Es preocupante”, afirma Fàbregas.

La pediatra lidera el equipo Emma, que aborda la violencia sexual infantil de forma multidisciplinaria. Fàbregas participó el 4 de octubre en una conversación en directo con los lectores, a travéd de las redes sociales de EL PERIÓDICO. Su intervención forma parte de las Conversaciones de Salud promovidas por EL PERIÓDICO y apoyadas por la Fundación Doctor Antoni Esteve, en el marco de la Red de Científicas Comunicadoras, una iniciativa para amplificar la voz pública de las investigadoras. 

Según Fàbregas, la tendencia detectada podría responder al acceso a la pornografía desde edades muy tempranas, como modelo de las relaciones sexuales. “Según qué pornografía puede ser muy violenta hacia la mujer. Los niños, niñas y adolescentes pueden reproducir estas actitudes en sus relaciones, que se convierten en agresiones sin consentimiento”, explica. En la conversación, Fàbregas destiló sus consejos para abordar esta lacra.

1) Educación sexual y tecnológica

La falta de educación afectivosexual es uno de los problemas principales. “Desde edades muy tempranas, hay que explicar a niños y niñas las partes íntimas y llamarlas por su nombre: pechos, vulva, culo y pene. Y que nadie se las toque, ni que ellos se las toquen a nadie”, afirma Fàbregas. A ello se suma la falta de educación tecnológica. “Nuestros adolescentes tienen un móvil a edades más tempranas. Es como comprarles un coche sin carnet de conducir”, explica la pediatra. Eso expone a los adolescentes al riesgo de adoptar actitudes agresivas copiadas del porno. Pero también al riesgo de ser víctimas. “Hay que explicarles qué hacer cuando reciben un vídeo de relaciones sexuales o fotos de partes íntimas. Las relaciones entre adolescentes son cortas y ese material se puede usar en forma de ciberacoso”, explica la doctora. Los sistemas de control parental no tienen que sustituir a la comunicación oral.

2) Parentalidad positiva

“A nivel de familia, lo fundamental es la parentalidad positiva: que haya un buen trato hacia los hijos”, dice Fàbregas. Empoderarlos dificulta que el agresor pueda acceder de forma fácil y rápida y facilita que las víctimas digan que no y pidan ayuda. Ello implica fomentar que niños y niñas expresen que algo no le gusta. “La mayoría de las víctimas no entienden lo que está ocurriendo, pero saben que no les gusta”, explica Fàbregas. También implica respetar los derechos de la infancia, como por ejemplo que un niño no quiera dar una muestra de afecto a un familiar o que quiera ducharse solo. Es mejor hablar de sorpresas que de secretos. “Una sorpresa es algo positivo, como preparar una fiesta de cumpleaños. Un secreto, si nos hace sentir tristes, no tenemos por qué mantenerlo”, explica Fàbregas.

3) Canales de comunicación abiertos

Según Save the Children, los abusos duran en promedio unos 4 años. “A menudo la violencia pasa dentro de nuestra casa y no nos enteramos durante años”, constata Fàbregas. El secretismo está ligado al uso del poder de parte del agresor, que genera miedo, culpa o vergüenza y manipula con amenazas, chantajes, o falsas promesas. “Lo único que podemos hacer es que niños, niñas y adolescentes sepan que en casa se puede hablar de todo. Si no estoy bien, puedo decirlo. Si tengo una duda, puedo preguntarlo”, afirma la doctora. Cuando una víctima se decide a hablar, es esencial hacer caso, no mirar a otro sitio, ni poner en duda la credibilidad del relato. “Con eso se consigue solo que no va a explicarlo nunca más”, afirma Fàbregas. Al contrario, hay que decirle que ha sido valiente, protegerle y acompañarle. 

4) Escuelas comprometidas

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La escuela tiene dos papeles. Primero, la educación afectivosexual. Segundo, la detección. “Hay que formar a todos los profesionales para que reconozcan señales como tristeza, ansiedad, cambio brusco de rendimiento, aislamiento o conductas de riesgo”, afirma Fàbregas, que explica casos que se destaparon cuando un profesor detectó autolesiones en los brazos de una víctima. 

5) Barnahus

El mejor modelo para acompañar a las víctimas es la Barnahus (casa de los niños, en islandés), un local al cual la víctima y la parte cuidadora de su familia pueden acudir y encontrar a todos los profesionales implicados: pediatras, psicólogos, trabajadores sociales, educadores, policías, fiscales y personal de los sistemas de protección. Uno de los beneficios de este sistema es que allí se puede grabar el relato del abuso una vez por todas, de tal forma que no se tenga que repetir en el juicio. En Catalunya, se ha puesto en marcha en Tarragona. “La experiencia es buena: se detectan más casos y la atención es mejor. Esperamos que haya muchas más”, concluye Fàbregas.