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La revolución de las granjas | + Historia

Uno de los temas más comentados es la existencia de las macrogranjas. Unas inmensas instalaciones dedicadas a la producción de carne para el consumo humano. Quedan muy lejos de las granjas originales, las que cambiaron el mundo.

Un pastor pasea su rebaño por la calle de Roger de Flor de Barcelona en 1915.

Un pastor pasea su rebaño por la calle de Roger de Flor de Barcelona en 1915. / Ballell / AFB

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Xavier Carmaniu Mainadé
Xavier Carmaniu Mainadé

Historiador

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La especie humana es especialista en matar a la gallina de los huevos de oro. Cada vez que inicia la explotación de un recurso termina por agotarlo aunque eso le provoque un perjuicio a sí misma. Da igual que sean recursos minerales, vegetales o animales… Ahora, por ejemplo, se pone el foco en las llamadas macrogranjas. Como siempre ocurre en este tipo de polémicas, la cuestión ha acabado derivando en un debate político donde se intuyen los intereses que hay detrás de determinadas opiniones. El resultado de estas confrontaciones es que terminan por provocar una maximización de las posiciones y parece que todas las granjas son igual de malas y contaminantes. Una vez más el debate presentista hace perder la perspectiva para decidir qué futuro se quiere y tampoco permite fijarse en lo que ha pasado a lo largo de la historia. Porque si no fuera por las granjas y la agricultura, los 'Homo sapiens' no habríamos alcanzado el grado de desarrollo que tenemos ahora. Su puesta en marcha fue una revolución que permitió que nuestros antepasados pudieran comer todos los días sin tener que jugarse la vida esquivando depredadores mientras cazaban y recolectaban. Y por cierto, ese cambio también tuvo consecuencias irreversibles para la flora y la fauna mediterráneas de hace unos 10.000 años.

Normalmente se explica la historia como si fuera una serie de televisión: un capítulo tras otro, perfectamente enlazados siguiendo una planificación previa. Se suele optar por esta fórmula porque es más fácil exponer los hechos, pero la realidad es muy diferente y no cuadra con un relato lineal. Por eso, cuando se habla del nacimiento de la agricultura parece como si hubiera sido fruto de una evolución lógica y natural. Un hecho inevitable.

En cambio, cuando se profundiza un poco en ese fenómeno revolucionario, se ve que está lleno de interrogantes que la arqueología intenta responder. Por el momento se sabe que las primeras especies domesticadas por la ganadería fueron (por este orden): la cabra, el cordero, el cerdo y el buey. El proceso comenzó hace unos 12.000 años en la zona donde ahora están Irán e Irak. Hasta hace poco se creía que tanto la domesticación como la agricultura se habían ido expandiendo desde allá hacia el oeste como una especie de ola. Gracias a las nuevas tecnologías aplicadas a la investigación, los investigadores ahora lo ponen en entredicho. Han descubierto cosas curiosas, como que en Chipre, hace unos 10.000 o 9.000 años, se produjo algo similar a una colonización. Un grupo de humanos desembarcó con ejemplares de aquellos animales domesticados y empezaron a plantar lentejas, trigo, lino... especies que no eran propias de la isla. Además introdujeron animales destinados a la cacería, como los gamos. Es decir, de repente, en Chipre apareció un grupo de personas que dominaban la ganadería y la agricultura.

Este mismo 'modus operandi' se ha detectado otras partes del Mediterráneo como la costa del Egeo, Córcega, Cerdeña, el sur de Italia y la península Ibérica. Aquí, primero habrían llegado a la zona del litoral de Levante hace 7.700 años, y tres siglos más tarde se instalaron en la costa Atlántica (donde ahora está Portugal). Lo que no queda demasiado claro es qué tipo de gente era ni qué les empujaba a crear nuevos asentamientos.

Seguro que, en un futuro, los especialistas lo averiguarán. De momento, lo que sí parece claro es que con estos movimientos humanos se empezó a alterar la biodiversidad mediterránea. Las excavaciones arqueológicas en las tres islas citadas ponen de manifiesto cómo la fauna propia de aquellos territorios acabó sustituida por la que llevaban los colonos marineros. En Chipre, por ejemplo, había una especie de hipopótamo y de elefante enanos, que acabaron extinguiéndose. Del mismo modo, los animales domesticados también empezaron a ser de menor tamaño que cuando eran salvajes y las cabras y las vacas cambiaron la forma de los cuernos porque, protegidas por el hombre, ya no las tenían que utilizar para defenderse de los depredadores.

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Queda claro, pues, que la presencia humana nunca ha sido inocua, el problema es que nunca por ahora había sido tan autodestructiva para la propia especie.


Prehistoria

Para explicar el pasado de forma un poco más ordenada y fácil de seguir, la etapa que va desde los primeros homínidos hasta la aparición de la escritura se llama Prehistoria. A su vez ésta se divide entre Paleolítico, cuando vivieron los cazadores-recolectores; Mesolítico, momento de transición hacia la última, el Neolítico, cuando apareció la agricultura.

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