Obituario

Hans Küng, la libertad de un teólogo

El «teólogo rebelde», que en su obra ‘¿Infalible? Una pregunta’ puso en discusión que los Papas no se equivocan, ha fallecido a los 93 años. Con él, desaparece uno de los últimos teólogos de una generación de intelectuales que Europa alumbró a partir de los años 60 y no ha vuelto a tener jamás.

Hans Küng, junto a un busto suyo en la ciudad alemana de Tubinga, en 2005.

Hans Küng, junto a un busto suyo en la ciudad alemana de Tubinga, en 2005. / Efe / Bernd Weissbrod

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Rossend Domènech
Rossend Domènech

Corresponsal en Roma

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En los años años 70 y 80 del siglo XX fue conocido como “teólogo rebelde” y también “teólogo del disenso”, por ello apartado por el Vaticano de Juan Pablo II de la enseñanza en la Universidad de Tubinga (Alemania). Aquel alemán de ojos azules, pelo rojizo, severo de cara y alegre de carácter como las piezas de Mozart que amaba, no perdió el ánimo.

“Se ha acabado el tiempo de las palabras y la humanidad espera hechos de la Iglesia”, diría ya en 1987. Poco antes de la muerte de Juan Pablo II (2005) escribió que aquel Papa era el “culpable del rechazo de la mujer en la Iglesia (por carecer de poder), del avance del sida (por prohibir los anticonceptivos), de la escasez de curas, del cierre hacia las otras religiones y del ataque inquisitorial hacia los teólogos críticos”. Tal vez Küng haya sido un Girolamo Savonarola moderno.

Eran los años del 'lado oscuro' del Papa polaco, cuando en el palacio de la Congregación ('ministerio') para la Doctrina de la Fe, descendiente del famoso ex-Santo Oficio de la Inquisición, desfilaban otros teólogos católicos para ser procesados por los guardianes de la ortodoxia. La represión contra la libertad de investigación dentro del catolicismo fue inversamente proporcional a los éxitos políticos mundiales que Juan Pablo cosechó en sus 104 viajes por el mundo.

Karol Wojtyla le quitó el título de “teólogo católico”. Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), a quien Küng le había llamado a enseñar a Tubinga, le recibió siendo ya Papa en la Villa Papal de Castelgandolfo, hoy museo por voluntad de Francisco. Jorge Bergoglio le ha enviado unas muestras de aprecio.

Poseía la escasa dote de saber divulgar los temas más sesudos, a sus conferencias acudían multitudes de cristianos de base

Con Küng ha desaparecido uno de los últimos teólogos de una generación de intelectuales que Europa alumbró a partir de los años 60 y que no ha vuelto a tener jamás. Fueran protestantes, católicos, liberales, agnósticos o ateos.

A solo 32 años, Küng había entrado a enseñar en Tubinga. Era inteligente, brillante y poseía la escasa dote de saber divulgar los temas más sesudos. A sus conferencias acudían multitudes de cristianos llamados “de base”, o sea de a pie, que a raíz del Concilio Vaticano II (2003-2005) surgieron en todo el mundo. El papa Juan XXIII quiso que participase en los trabajos de aquel concilio que, aún hoy, constituye la mayor apertura de la Iglesia a la contemporaneidad, algo que Juan Pablo II “no entendió”, como escribiera en su día Carlo Cardia, profesor de Derecho Eclesiástico.

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'¿Dios existe?' es uno de sus libros más conocidos. El subtítulo era “respuesta al problema de Dios en la edad moderna”. El texto que más dolió en Roma fue '¿Infalible? Una pregunta', que ponía en discusión, al igual que muchos otros católicos, que los Papas no se equivocan (son infalibles) cuando hablan de asuntos que atañen las grandes cuestiones de la Iglesia. En lenguaje católico lo llaman 'dogma', algo indiscutible, infalible pues. Esa cualidad de los Papas había sido proclamada por el Concilio Vaticano I (1870) y muchos historiadores la consideran como “la respuesta” religiosa -carecían de ejércitos- de los cardenales reunidos en Roma al avance de las tropas italianas que ya ocupaban parte de los Estados Pontificios. Respondieron a la guerra con la proclamación de la infalibilidad y escaparon corriendo a sus países.

Küng ha colaborado en el diálogo entre religiones, que consideraba como paso importante para “una alianza ética e intelectual en defensa de la paz y la dignidad humana”. Aunque su aportación más actual a las sociedades contemporáneas es sobre ética y capitalismo y también sobre liberismo (el capitalismo a la última potencia) y comunismo, estudios en los que intenta conjugar la voluntad de ganar dinero con la eficiencia, la justicia y la solidaridad. Su Iglesia católica, de la que nunca se salió, no podía entender tamaña libertad intelectual.