Redes y narrativas

Revuelta viral

En la twittesfera catalanoparlante los defensores del orden tienen un papel marginal frente a una plétora de comunidades que excusan o apoyan los eventos callejeros. Y en estas se están conectado el discurso antirepresivo y otras demandas sociales.

Manifestación en Barcelona el pasado día 22 de febrero.

Manifestación en Barcelona el pasado día 22 de febrero. / RICARD CUGAT

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Emanuele Cozzo y Antonio Calleja
Emanuele Cozzo y Antonio Calleja

Investigadores de la unidad de Tecnopolítica-Communication Networks & Social Change de la UOC.

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Las imágenes de barricadas en llamas y cargas policiales copan las pantallas de televisores y móviles desde hace unos días, fruto de la oleada de protestas por el encarcelamiento de Pablo Hasél. Sin embargo, para intentar entender lo ocurrido hay que ampliar la mirada y enmarcarlo en un ciclo de movilizaciones que, por lo que se refiere a Catalunya, se acelera en torno al referéndum del 1-O, se consolida con las protestas contra las sentencias del ‘procés’ y toma un viraje combativo en torno a la 'batalla de Urquinaona'. La «no violencia» abanderada en la década previa por movimientos tan diferentes como el 15-M o el propio ‘procés’ soberanista parece haber dejado paso a estrategias de resistencia activa en numerosas protestas. El análisis de las narrativas y prácticas en redes sociales en torno a las movilizaciones de estos días puede servir para arrojar algo de luz sobre esta transformación. 

Canales de comunicación

Las actuales protestas se apoyan en diferentes espacios de comunicación: canales más centrados en la coordinación, por un lado, y canales usados principalmente para librar la batalla discursiva, a menudo en confrontación con los medios 'mainstream' (especialmente, con las tertulias televisivas), por el otro. El primer grupo incluye medios que ofrecen cierto grado de seguridad y anonimato, a la vez que crean comunidad, tales como los canales de Telegram; las protestas aprovechan, estos días, parte del innovador entramado surgido durante las movilizaciones contra la sentencia del ‘procés’. El segundo grupo incluye medios sociales 'online' como Twitter y formas de activismo híbrido consolidadas durante el ciclo de movilizaciones del 15-M y Occupy.

Un bando ganador

Al visualizar la respuesta en Twitter (una mirada siempre parcial) a ciertas prácticas de resistencia activa, la esfera catalanoparlante nos devuelve la imagen de un conflicto con un claro bando ganador. Los defensores del orden aparecen como una comunidad bastante marginal con respecto a una plétora de comunidades que, con razones y lenguajes diversos, disculpan o apoyan los eventos callejeros. Entre estos grupos encontramos dos tendencias principales en esta legitimación: por un lado, la necesidad de actuar frente a los recortes a la libertad de expresión y la secular crisis política, expresada en términos del independentismo unilateralista, por el otro, el reconocimiento de la gravedad de las crisis económica y social.

Las dos imágenes representan las interacciones entre cuentas de Twitter en el debate alrededor de las manifestaciones. Cada nodo es una cuenta y hay enlaces entre cuentas si una hace retuit a la otra. El tamaño de los nodos es proporcional al número de retuits que recibe. Los colores indican las comunidades, es decir grupos de cuentas que interactúan más entre sí que con el resto. En la disposición espacial, cuanto más cerca están dos comunidades más interactúan.

/ Luce Prignano (IN3-UBICS)

En una parte de la twittersfera catalonaparlante, las estrategias represivas desde el 1-O, a manos del aparato legal y policial del Estado (principalmente) y de la propia Generalitat (en menor medida), alimenta una narrativa que legitima las estrategias de resistencia activa. Esta respuesta parece surgir no solo de la represión sino también de una sensación de falta de logros, cuando no de «traición», por parte de aquellas formaciones que, en los últimos años, prometían implementar las demandas de diversos movimientos: en términos de independencia, en el caso de JxC y Esquerra, y en términos de recuperación de libertades (derogación de la ley mordaza), derecho a la vivienda (regulación del precio de los alquileres) y derechos laborales (derogación de la reforma laboral) en el caso del PSOE y Podemos. 

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Si pasamos a la twittersfera hispanohablante se aprecia una imagen distinta. La narrativa de extrema derecha es hegemónica, aunque ciertamente no la única, entre quienes condenan las acciones de protesta. Mientras tanto, en las redes de quienes no lo hacen, se detecta una conexión emergente entre el discurso antirepresivo y las demandas de movimientos sociales como el de la vivienda, liderado por el Sindicat de Llogaters. 

Un auge de la conflictividad

Si la batalla en los medios sociales sugiere qué narrativas podrían vertebrar el decurso de esta ola de protestas, su correlato analógico ya ha tenido lugar este sábado. Una manifestación con el lema 'Sin Futuro No Tenemos Nada Que Perder' ha materializado parte de los relatos que se aprecian en las redes en los últimos días. El manifiesto de la convocatoria, que ha tenido cierto éxito en cuanto a número de asistentes, hacía referencia a los desahucios, a la no regulación de los alquileres, a la no derogación de la ley mordaza ni de la reforma laboral, delineando así una red de alianzas y reivindicaciones que van más allá del impulso antirepresivo. La coincidencia de múltiples crisis (sanitaria, económica, social, y política) augura un auge de la conflictividad en los próximos meses. Instituciones y partidos deberán elegir entre centrarse en el orden público (y económico) como única respuesta o abordar prioritariamente los diversos malestares sociales y, en definitiva, hacer política.