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El Hombre Perro: «Suelo llevar la cadena a mano por si alguien me quiere pasear»

Este jubilado actúa en locales desnudándose integralmente hasta adoptar el comportamiento de un perro sumiso

La historia de Josep Argelaga, el hombre perro de Barcelona / LAURA GUERRERO (VÍDEO: POL ALFAGEME / MANUEL ARENAS)

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Manuel Arenas
Manuel Arenas

Redactor y coordinador del equipo de información del área metropolitana de Barcelona

Especialista en historias locales, audiencias e información del área metropolitana de Barcelona y reporterismo social

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Es domingo por la tarde y en la puerta del Madame Jasmine, un local del Raval de Barcelona, se anuncia en un cartel: hoy actúa Iván Hombreperro, el personaje con el que Josep Argelaga (Barcelona, 1950), un jubilado de 68 años, recorre ambientes barceloneses desnudándose integralmente y adoptando el comportamiento de un perro sumiso. Tras contar desde el escenario una historia sobre sus dificultades como humano, el hombre-perro empieza a quitarse la ropa para revelar su verdad: "En realidad no soy un hombre-perro", asevera ya sin calzoncillos. "¿Qué soy? ¿Qué soy yo? ¡Soy un perro de verdad!". Incluso llega a pedir si a alguien del público le apetece cortarle con unas tijeras el vello púbico antes de encadenarse, ponerse a cuatro patas, beber agua de un plato en el suelo y culminar: "Ya sabéis mi historia; si alguien quiere venir a pasearme, me pasea".

¿Quién es Josep Argelaga al margen del personaje?

Un jubilado que trabajó en la fotografía de arquitectura y que fue cámara de vídeo en las primeras películas de BDSM [sadomasoquismo] que se filmaron después de la Transición.

Cartel donde se anuncia la actuación del hombre-perro en Barcelona. / MANUEL ARENAS

¿Cómo empezó a hacer esto'

Aunque no soy un forofo del sado, conociendo un poco ese mundo, me interesaba ver cómo reacciona la gente ante el juego de la sumisión, de la dominación... y el perro es un prototipo de eso: por un lado obedece pero por otro va a la suya. Empecé hace unos 15 años, en el Freak Festival de Balaguer: allí tenía la sensación de que dominaba a las 300 personas que venían a verme.

Un poco experimento social.

Exacto. Si voy a un club de sado y empiezo a beber agua de un plato, no asustaré a nadie... es aburrido. Por eso me gusta actuar en bares, conciertos... con gente normal de la calle: me gusta ver su reacción.

¿Y cómo acostumbra a reaccionar esa gente?

Les sorprende, no lo esperan, y les gustar acariciarme; a veces digo que también necesito impulsos malos y pido al público que me grite o me escupa. Me gusta el 'a ver si'... ¡Pero muy poca gente se ha atrevido!

¿Nunca se ha sentido humillado?

No: normalmente me acarician; al revés: soy yo el que provoca. De todas formas, yo psicológicamente estoy bien y no me hundiría nadie (ríe).

¿Cuál es la reacción que más le ha impactado?

La de una chica a la que no le gustó el show, cosa que me parece muy bien porque yo busco una reacción, sea la que sea, pero que quiso dejarme desnudo en la calle porque "eso no se hace".

¿Siempre actúa en eventos organizados?

También lo he hecho espontáneamente. Muchas veces suelo llevar el plato y la cadena a mano por si alguien me quiere pasear en algún bar... por la calle no tanto, aunque alguna vez también. La gente normalmente no se atreve a decir nada; a mí me gustaría que me hablaran más, pero se cortan mucho.

¿Qué es lo más loco que ha hecho en una de sus performances

En plan provocación, beberme la orina de alguien que ha subido al escenario y se ha meado en mi vaso. No es habitual, pero bueno, en este caso era alguien que más o menos conocía.

Sí que es loco, sí.

Mira, una anécdota. Yo tenía un abogado que montaba guateques formales de cena, baile y corbata, adonde invitaba a otros abogados y jueces. En los postres, decía: "Yo tengo un perro". Y salía yo gritando. Mira que tenían labia, pero se descolocaban del todo. Tendría que haberlos grabado (ríe).

¿Qué conclusión saca de su show

He aprendido que la gente joven tiene muchos más problemas y complejos: parece que van hacia atrás. A veces, la gente más moderna es la que más se asusta. El espectáculo sirve para romper tabús: mira, yo no tengo una figura bonita, pero no pasa nada, todos somos iguales sin ropa.

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¿Se ha planteado dejarlo?

De entrada no, porque tampoco actúo tanto [alrededor de una vez al mes; a veces, en entornos informales, sin cobrar] y esto me permite conocer a la gente de cerca.