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Juliana Rueda: "Escuchar un buen audiolibro es como leer"

Es ingeniera de sonido y defiende que el audiolibro es mucho más que un texto leído en voz alta.

Juliana Rueda

Juliana Rueda / RICARD CUGAT

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Gemma Tramullas
Gemma Tramullas

Periodista

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Son las siete de la tarde de un lunes y un actor está grabando una novela de Ken Follett en el estudio Miut, situado en el barrio de Poblenou de Barcelona. La empresa la fundó Juliana Rueda (Bogotá, 1978), una de las pioneras en producir audiolibros de calidad en España. Lo que empezó como una apuesta incierta, ahora está de moda y a Juliana se le suele hacer de noche con los auriculares puestos.

Hay quien considera que el audiolibro es para perezosos.

El pobre audiolibro tiene un montón de detractores: que si es el asesino del papel, que si es para vagos… ¿No hablamos de ese vínculo ancestral de escuchar historias alrededor del fuego? Pues se trata de recuperar ese placer, de acercarse a la literatura desde otro lugar. Yo soy de audio y para mí la comprensión lectora es mucho más fácil a través del audio. Puede que a la gente que no le guste leer les genere la curiosidad de leer el libro físico.

Usted es ingeniera de sonido.

Siempre había soñado con hacer música para películas y estudié una carrera de música con especialidad en ingeniería de sonido en Colombia.  En el 2003 vine a España para hacer un máster en sonido para medios audiovisuales, pero me enamoré y me quedé. Trabajé en un estudio de doblaje y cuando cerró por la crisis abrí Miut.

Ahora el audiolibro está de moda pero hace años era un desconocido.

Cuando empecé a producir a finales del 2012 apenas había oferta. Yo sola grababa, editaba y lo revisaba todo. A partir del 2016 empezó a haber un incremento claro y en el 2018 fue un despegue brutal. Lo que más hemos hecho es novela histórica y también best-sellers, premios Nobel como Saramago y García Márquez, Javier Cercas, Elena Ferrante… Sapiens fue un éxito hace dos años.

¿Sapiens

Sí, es difícil pero está muy bien escrito y eso ayuda muchísimo al pasarlo a audio, porque es fácil contarlo. En cambio, El otoño del patriarca fue complicadísimo porque tiene un narrador múltiple que es difícil de trasladar al audio. Un solo libro nos ha llegado a costar 50 horas y seis meses de trabajo.

¿Cómo aprendió? Tenía muy pocos referentes.

No tenía ni idea, pero hice un curso con un productor de Nueva York que había ganado dos Grammy y ver la profesionalidad con la que trabajaba me convenció de la importancia de formar un equipo con los mejores actores, directores e ingenieros de sonido y también de crear un método. Me entusiasma lo que hago, pero también me ha hecho sufrir mucho.

¿Por qué?

Porque me he encontrado muy sola en mi lucha por la calidad, por producir desde el cuidado a la obra literaria. En Miut concebimos el audiolibro como literatura y somos extremadamente respetuosos con los autores. Ellos han puesto cada palabra ahí por un motivo y nosotros hacemos lo mismo a través de la voz. Un libro bueno mal leído puede generar un rechazo absoluto al producto y al texto.

¿En qué se parece a las radionovelas?

Tiene esa parte de la ficción sonora, pero en el audiolibro no se fuerzan las voces, no es teatro. Trabajamos la oralidad para que el resultado sea muy orgánico y el oyente sienta que la historia que le están contando está sucediendo. Estamos dentro de su oído y no podemos invadirle demasiado, tenemos que darle espacio para que utilice su imaginación, como en la lectura. Los actores reconocen que el paso del registro del doblaje al del audiolibro no es nada fácil.

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¿En qué situación escucharía usted un audiolibro?

Yo no soy muy amiga de hacer varias tareas a la vez, pero entre el trabajo y que soy mamá no tengo tiempo de sentarme a leer por placer y eso que me encanta. Los 20 minutos en bici que tengo para ir de casa al trabajo y son sagrados y aprovecho ese ratito. Para mí un buen audiolibro es como leer.